El Carnaval: un festín de tradición y sabor

08 de febrero 2024
Actualizada: 18 de junio

En este Carnaval gallego, más allá de las máscaras y las risas, honramos a nuestros ancestros a través de la gastronomía

En la vasta tierra de gallega, donde la historia se entrelaza con la tradición y la gastronomía se convierte en un portal al pasado, el Carnaval emerge como una celebración única que trasciende el simple disfrute de festividades.

En esta tierra de leyendas y maravillas, el “Entroido” es mucho más que un despliegue de color y alegría; es también un homenaje culinario a nuestras raíces, una oda a la herencia de nuestros ancestros que reverbera a través de platos emblemáticos como el cocido, las filloas y las orejas.

El aroma embriagador del cocido gallego impregna el ambiente durante las festividades carnavalescas, sirviendo como un recordatorio vivo de la conexión entre la tierra y la mesa. Este manjar, que se elabora con una mezcla magistral de carnes -con la preeminencia del cerdo-, y verduras, se erige como el protagonista indiscutible del Carnaval. En cada bocado, se puede saborear la dedicación de generaciones que han perfeccionado esta receta, transmitiéndola de padres a hijos como un legado inigualable.

Las filloas, con su delicada textura y sabor irresistible, son la joya dulce del Entroido. Preparadas con maestría -cuento más finas mejor- encarnan la esencia misma de la tradición culinaria gallega. Solas o rellenas de dulce o salado -incluso con la misma carne del cocido-, las filloas son un lienzo gastronómico que refleja la habilidad y el ingenio de quienes las preparan, recordándonos que la cocina es un arte que evoluciona sin perder su esencia ancestral.

Atrás quedan los recuerdos de mi infancia en casa de mi abuela arremolinado con mis primos alrededor de la “filloeira” peleándonos por la filloa central, que era la más pequeña de las cuatro o cinco que sacaba a la vez aquel artilugio metálico, que se apoyaba sobre una “estrepia” en el fuego de la “lareira”.

La zapatilla de mi tía tenía que volar de vez en cuando si quería conseguir que las torres de filloas consiguieran llegar a la mesa con la altura suficiente para colmar las más que justificadas ansias de los comensales, que no éramos pocos, ante esta emblemática exquisitez gastronómica del Carnaval.

Y no podemos pasar por alto las orejas, crujientes y doradas, que se convierten en la sensación de la temporada. Estos pequeños manjares fritos nos transportan a una época en la que la sencillez de los ingredientes se transformaba en exquisitez en cada bocado. Cada oreja es un tributo a la destreza de las manos que las moldean, llevándonos de vuelta a la infancia y a las historias que nuestros mayores nos contaban alrededor de la mesa.

En este Carnaval gallego, más allá de las máscaras y las risas, honramos a nuestros ancestros a través de la gastronomía, reconociendo que cada plato es un eslabón en la cadena que une el pasado con el presente. Al saborear el cocido, las filloas y las orejas, no solo estamos alimentando nuestro cuerpo, sino también alimentando el alma con la riqueza de una tradición que trasciende el tiempo. En cada mordisco, celebramos la magia de Galicia, donde la memoria de nuestros antepasados sigue viva en la mesa festiva del Carnaval.