Ser diosa no te da derecho al descanso eterno, pues puedo imaginarme a las diosas Atenea (la diosa de la sabiduría, la civilización, la guerra justa, la estrategia en combate, la ciencia, la justicia, la inteligencia y también la habilidad…habilidad que muy probablemente utilizaría para fregar platos en sus ratos libres) Afrodita (la diosa de la sexualidad, la belleza y el amor, que no me quiero ni imaginar cómo sigue chollando, ni en qué condiciones) Artemisa (diosa de los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos y la que también aliviaba las enfermedades de las mujeres) o a Hestia (diosa de la arquitectura, del fuego que da calor y vida a los hogares, y no te lo pierdas, diosa de la cocina, así que también debe tener lo suyo…) cómo siguen trabajando infatigables por toda la eternidad ante la atenta mirada de Zeus. Presiento que siglos o realidades después estarán limpiando el Olimpo de turno y ejerciendo todo su poder, pero extenuadas por tanta faena e imparable dedicación. Siempre predispuestas aunque lamentándose a escondidas, y es probable que a todas las una el mismo deseo; dejar de ser diosas para poder ser ellas mismas.
Casi todas las diosas que conozco lo son inconscientemente. Muchas entregándose a la familia como la diosa Jazmín, proveniente de la ciudad de Cali que cuida de su único hijo Juan Diego con sufrida abnegación. O Maria José Rueda, nuestra querida diosa "Peque" que es la más bella de las diosas que he visto en mi vida y cuya dedicación a su familia siempre estuvo por encima de todo, hasta que empezó a olvidarse de lo que es, toda una diosa, por culpa del dichoso Alzheimer.
Conozco diosas que con su sabiduría impregnan nuestro mundo de un aroma inolvidable; Como mi querida diosa Chelo Castro, que con su eterna elegancia y una inteligencia desbordante llena las calles de Pontevedra con un glamour digno de cualquier estrella de Hollywood. Empresaria incansable y madre de otra revolucionaria de la moda igual de admirable, ha conseguido dignificar a todas las personas que se han cruzado en su vida de una manera u otra; O la diosa Sita, mi madre, quien cuida de una manera incondicional y desinteresada a todos los que la rodean, no sometiéndose a ningún imperativo social ni moral siempre que a ella le pareciese lo correcto. Sacrificada y feliz en la compañía de los suyos, es la gerente perfecta de su mundo.
Mis diosas Marisol Bueno y Mareque, su hija, por las que siento absoluta debilidad por la admiración que me provocan. Ambas podrían expandir el monte Olimpo con magistral destreza y dotarlo de una sinergia empresarial que dejaría al mismísimo dios Apolo de piedra (dios de la perfección y la armonía, de la belleza, el equilibrio y la razón, pero que al lado de mis diosas, se queda corto en planificación y ejecución). Ambas construyeron un imperio empresarial y familiar bajo las siglas de la responsabilidad, el esfuerzo y la excelencia.
Las diosas Marisú y Mariángeles; diosas del hogar, la familia, la dedicación, la compasión, la bondad. Creo que en el Olimpo nunca catalogaron su hiperactividad, pero todos las queremos por ser únicas. Desprenden tanto amor y generosidad que uno cree que jamás podrá recompensarlas. Tan diosas y tan llenas de ternura y vitalidad, que sólo ellas son capaces de dar significado al propio nombre Olimpo: "lo más alto entre lo más alto".
O mi diosa Carmen Domínguez, que como la mismísima Afrodita surge de la espuma del mar, y también como ella simboliza el amor, la belleza y el deseo. Sublime en toda su esencia, dota a cada instante rutinario de una divinidad inimaginable. Artista, esposa, madre, pareja, hija, abuela, compañera y amiga, se gana el amor de quienes la rodean. Su creatividad traspasa cualquier dimensión y con su arte es capaz de transportarte al mundo de los sueños en cada obra. Siempre divina, su interminable sonrisa paraliza nuestro mundo como sólo pasa en las películas.
Las diosas Maite y Mónica, que tanto nos cuidaron y tan rico nos dan de comer, representan en mi mundo la infancia feliz; Y la diosa Pilar Allegue, que durante sus clases en la Universidad nos hablaba del progreso y de los derechos fundamentales por los que luchó y lucha incansablemente. Ella, sin saberlo, me ayudó a respetar la carrera de derecho con la que apenas me sentía identificada, pero que tanto me ha ayudado en esta vida terrenal; O la diosa Anxos, querida en todo el Olimpo pontevedrés. Respetada por su saber hacer y dedicación a su ciudad, con su media sonrisa nos sedujo a todos desde el principio de los tiempos; La diosa Piedad Román, la primera notario de Cartagena de Indias quien a día de hoy sigue representando por donde pasa la eminencia, la rectitud y la fortaleza. Su presencia arrebata con sutiliza el protagonismo de hasta el mismísimo Presidente de Colombia; O la entrañable diosa Marina, nuestra propia deidad de Echegaray quien ejerce todo su poder en dotar del amor más infinito a hijos, nietos y vecinos con doble ración de mimo, pues todos sentimos el vacío que dejó el dios "gol de allo"; O Rosana, diosa de la fuerza, la disciplina y la rectitud. Viajera insaciable y amiga incansable, simboliza la amistad infinita; Y nuestra adorada diosa Alicia Barreiro, diosa de la superación, la dignidad, la franqueza, la sutileza y la perfección en todo lo que representa y la rodea. Es pura luz.
Si nos fijamos bien a nuestro alrededor seguro que podemos descubrir muchas diosas comprando el pan en la tienda de abajo, recogiendo a sus nietos a las puertas del colegio o esperando a que les llegue su turno en la cola del Froiz. Y son tantas y tantas, que da gusto sentir su presencia.
A todas mis diosas y a todas esas diosas de ciudad dedico mi faena de hoy. Por formar parte de la historia del mundo y de mi historia; por ser como son y por ser lo que son: diosas.