Despedimos a un alcalde

06 de diciembre 2019

El día previo a la Constitución, quizás es un día en el que José Emilio quería que le recordáramos.

Alcalde durante dos años, que aportó su tiempo, su forma de ser y de entender la vida y su espíritu alegre, joven, forjado en una experiencia personal tremendamente amplia, que de manera voluntaria y generosa puso al servicio de los demás.

Tenía un carácter especial, padre de familia muy numerosa, con su compañera de fatigas Josefa, fue capaz de dosificar su tiempo siempre sin agobios y siempre teniendo tiempo para conversar, pero siempre con ella a su lado.

Congregaba a sus hijas e hijo, 7, hace pocos días para celebrar su cumpleaños y nos dejó unas palabras a través de su hija Irene en el acto de reconocimiento como socio de muchos años del Ateneo Santa Cecilia.

Participaba en los actos de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica, fiel a sus firmes convicciones, aportando siempre pragmatismo, visión de futuro, relativizando las diferencias y ancheando siempre los grupos.

Y también disfrutaba viendo partidos del Peixe en el Pabellón al que acudía en varias ocasiones motivado por ese gusanillo de que algo nuestro se disfrute con tanta intensidad y por tanta gente, con valores deportivos y de competición.

Ser alcalde hace 38 años era muy distinto, quizás esas primeras Corporaciones democráticas querían trasladarnos aire libre y fresco a una sociedad donde estaban muchas cosas por hacer, pero solamente el mero hecho de decidirse a participar, de asumir una función que le vino de manera inesperada, fue importante para aquel momento, valiente y generoso, aportando tanto tiempo y esfuerzo, además de atender a su familia.

Le encantaba hablar, pasear, comentar, salir de casa, se apuntaba a cualquier plan, y siempre tenía una palabra irónica o un comentario interesante y acertado.

En el ejercicio de mi cargo, me animó siempre, quizás habernos conocido antes ayudaba, y siempre ironizaba con la rabiosa actualidad, que seguía muy de cerca.

Con dotes especiales para pintar cuadros que le mantuvieron durante mucho tiempo entretenido y que aportaban una sensibilidad extraordinaria.

Es verdad que con 93 años tienes posibilidades de que te toque marcharte, pero estoy convencida que por nuestros paseos y en muchos actos le echaremos de menos, pero tener esa familia grande e intensa ha sido su mejor obra.

 

María Ramallo Vázquez, alcaldesa de Marín.