Cualquier persona tiene derecho a decir lo que piensa, a compartir información, y a alzar su voz para reivindicar lo que considere oportuno; puede estar o no de acuerdo con quienes ejercen el poder y a expresar sus opiniones, siempre que se haga desde el respeto y sabiendo que tiene sus límites en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y en la protección de la infancia y la juventud.
La libertad de expresión es un derecho esencial para la educación y el desarrollo de la persona, y termina donde comienza el derecho al honor.
En el artículo 20 de nuestra Constitución, se reconocen y protegen derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción; a la producción y creación literaria, artística, científica y técnica; y a la libertad de cátedra.
Los medios de comunicación libres e independientes son una piedra angular de las sociedades democráticas, y lo que no deben nunca es convertirse en altavoces del poder, ya que pierden totalmente su credibilidad. Los medios de comunicación social tienen que estar al servicio de la verdad, siendo sus pilares fundamentales la transparencia ante los hechos y la imparcialidad.
Tras 40 años ejerciendo con vocación de servicio a la sociedad la divulgación científica en 25 cabeceras de prensa galaico-portuguesas y nacionales, siempre he procurado mantener mi independencia de criterio desde el rigor y la verdad de la ciencia, no tener ataduras, ser coherente con mis ideas y principios, y aportar lo mejor de mí mismo para intentar entre todos construir una sociedad mejor, lo que me permite tener cierta autoridad moral para alzar mi voz y decir que es no es aceptable ni entendible que, en democracia, haya algunos medios de comunicación que se plieguen a las consignas del poder y pretendan convertir asuntos de gran trascendencia en temas tabú que no quieren abordar para no colisionar con los intereses del gobierno, no vaya a ser que se acaben las subvenciones.
Y ahí me quedo (me reservo los detalles, ya que hay cosas que no se deben decir…).
Aquellos que tanto critican la impecable transición española a la democracia, ahora mueven los hilos con la prensa al estilo de la dictadura de Maduro en Venezuela, otros actúan como si estuviésemos en los tiempos de la censura de la dictadura franquista, todos los extremos son malos.
En un país democrático de verdad estos hechos no pueden ocurrir, es un síntoma de que las cosas no se están haciendo bien desde los poderes públicos y que no vamos por buen camino, ya que lo que se debería fomentar es la transparencia, el pensamiento dialogado, la libertad de expresión.
Los medios de comunicación no pueden convertirse en marionetas y bufones del poder político y económico, ya que pierden totalmente su credibilidad; tienen que estar al servicio de la verdad y de la humanidad, es el camino a seguir.