Por si fuera poco con la crisis económica, con el alarmante paro que tenemos en España, con la continua subida del coste de la vida, o las pocas expectativas de futuro que nos ofrece el país, va la luna y se nos pone de color sangre para dar pábulo a todos aquellos que se creen a pies juntillas las profecías de cualquier índole, incluidas las de la Biblia. Y por encima en plena Semana Santa. Vamos, que el fin del mundo parece inminente, se mire por donde se mire.
Por eso hoy he decidido, en contra de mi planteamiento vital, lanzar un mensaje de optimismo, pero moderado, basado más en las casualidades de la vida que en los datos objetivos que invitan a todo lo contrario.
Porque aunque no se lo crean, la vida, a veces, nos da sorpresas inimaginables que cambian para siempre nuestra existencia o nuestro modo de afrontarla. Unas son trágicas, es verdad; pero otras son maravillosas, incluso de película; imposibles de creer un segundo antes de que nos pasaran. Y no pienso sólo en la lotería. Quién no ha conocido a la persona que cambia tu vida por una simple casualidad; quién no encontró un trabajo solamente por estar en el lugar adecuado en el momento oportuno; quién no se ha hecho famoso solamente por pasar por allí. A todo esto le llamamos suerte, azar, casualidad, pero seguro que hay alguna ley universal, aún desconocida, que explica nuestro destino, aunque me niego a creer que esté escrito, y mucho menos que pueda ser adivinado.
Aunque no lo creamos, ni seamos conscientes de ello, nuestra vida cambia cada día; son cambios a veces imperceptibles pero que van forjando nuestro devenir.
El otro día leí un curioso estudio según el cual cada uno está directamente condicionado por sus allegados, pero también por personas que no conocemos de nada y que tenemos próximas, como los amigos de nuestros amigos, que influyen en ellos y ellos a su vez influyen en nosotros. Vamos, que un amigo de un amigo al que no he visto en mi vida puede ser el responsable de mi cabreo o de mi buen humor. Qué se lo pregunten a los seis millones de parados que tiene este país. Sus vidas están directamente condicionadas por decisiones que han tomado los políticos y banqueros de Estados Unidos, Europa y España, además de los amigos de sus amigos.
También es cierto que nuestra vida está condicionada por nuestras propias decisiones; que al final se reducen a dos simples palabras: SÍ y NO.
Actuamos casi como ordenadores cuyos programas no son más que combinaciones de ceros y unos. Cada día tomamos cientos de decisiones, consciente o inconscientemente, importantes o banales, sencillas o complejas; pero todas ellas terminan siempre con un Sí o con un NO. Y dependiendo de la respuesta, se nos abren unas puertas y se nos cierran otras.
Está claro que con síes y noes vamos eligiendo nuestro camino: la pareja, los amigos, el trabajo, los amantes, el ocio, lo que como, lo que bebo, donde compro, a quien voto... en definitiva, lo que soy.
Un SÍ o un NO, incluso en una decisión trivial, puede cambiar por completo nuestra vida, haciéndola placentera o tortuosa.
Es el caso de Charles O´Rear, personaje que también ha influído en nuestras vidas y al que ninguno de nosotros conoce. Este buen hombre, fotógrafo de profesión, iba un día de junio de 1996 conduciendo su coche por el famoso valle de Napa, en California, para recoger a su entonces novia. Estaba cruzando en medio de una fuerte tormenta de verano, cuando de repente, la lluvia paró, desaparecieron las nubes y un sol radiante iluminó todo el valle, dejando en su retina unos colores intensos y poco frecuentes que a sus ojos de fotógrafo le llamaron la atención. No dudó en parar el coche y hacer una sola fotografía de aquel paisaje que no era más que un campo verde que se fundía en el horizonte con el cielo de intenso color azul.
Hecha la foto, prosiguió su camino y recogió a la novia que hoy es su mujer. Pero el destino quiso que aquel instante cambiase su vida porque aquella foto, que él bautizó como Bliss (dicha), gustó tanto que se la terminó comprando a precio de oro una agencia de comunicación contratada por Microsoft para el lanzamiento del Windows XP. Y aquella foto de un campo verde y un cielo azul se convirtió en una de las fotos más vistas de la historia: el salvapantallas del ordenador que por defecto tienen miles de millones de personas en todo el mundo.
La vida de aquel fotógrafo cambió con un clic, y las nuestras pueden hacerlo igual, cuando menos lo esperemos. Por eso, quién sabe, igual hoy nos llega esa oportunidad que estábamos esperando, o conocemos a esa persona que de repente cambiará nuestra vida para siempre.
Así que dejemos que la vida nos sorprenda. Eso es un SÍ.