La AEMET activó la alerta máxima siguiendo el protocolo establecido, pero las autoridades no han aplicado el principio de precaución ante lo que se podía venir encima, que superó con creces los peores presagios, y el paso de la DANA podría terminar con un balance cercano a los 300 muertos, que se pudieron evitar, además de daños irreparables en infraestructuras, viviendas, mobiliario, etc.; cicatrices que dejaron profunda huella y tardarán en curarse. Lo único positivo, la oleada de voluntarios, impresionante el puente de la solidaridad humana de Valencia, que no se puede manchar con los saqueos puntuales de unos desalmados.
Ante los desatinos de la política, salvar a los alcaldes de los municipios afectados, que, pese a la falta de recursos, han sido los únicos que han trabajado sin descanso al lado de sus vecinos. La gestión de la Generalitat Valenciana ha sido nefasta, no ha sabido anticiparse, ha llegado tarde, lenta en la toma de decisiones, se ha visto desbordada y sin capacidad para responder ante una catástrofe de tal magnitud que ha sido incapaz de afrontar y gestionar con eficacia sus graves consecuencias.
Desde el primer momento se ha puesto de manifiesto la falta de recursos y de coordinación. Ante una emergencia nacional, el Estado tiene que tomar el mando, la presencia de la UME era imprescindible desde el primer minuto y ha recibido órdenes más tarde de lo necesario y a cuentagotas, mientras había zonas afectadas sin atender.
La DANA ha afectado con mayor o menor intensidad a las Comunidades de Valencia, Andalucía, Castilla-La Mancha, Cataluña e Islas Baleares, si bien la provincia de Valencia ha sido la más afectada (Paiporta, zona 0). Como era de esperar, las zonas más afectadas por la DANA han sido declaradas zona catastrófica. Conozco perfectamente las características climáticas del territorio valenciano tras haber sufrido in situ las consecuencias de algunos episodios en El Saler y en Valencia, y en esta ocasión, ha sido la peor gota fría del siglo XXI.
La crisis climática exacerba los fenómenos meteorológicos extremos y ha influido decisivamente en la formación e intensidad de esta DANA (el aumento de 1,3 ºC de la media de la Tª del planeta, incrementó en un 12% la intensidad de las lluvias), de ahí la necesidad de intensificar los planes de mitigación y adaptación al cambio climático; hay que estar preparados ante una nueva emergencia.
En el impacto de esta DANA en el territorio valenciano, ha sido decisiva la confluencia de tres factores: el aumento de temperatura -22 º C en superficie- en el mar Mediterráneo ha sido significativo, superando la media habitual (estos calores extremos en el mar Mediterráneo actúan como un combustible para fenómenos meteorológicos extremos); el viento del Levante ha transportado la humedad del mar caliente hacia la costa y el interior, si bien el aire húmedo se ha encontrado con las montañas como obstáculo natural, lo cual ha propiciado la formación de nubes cargadas de lluvia; y la orografía de la región valenciana: la mayor intensidad de las gotas frías en el este de España se debe a la proximidad de las montañas a la costa.
El aire cálido y a la vez húmedo asciende y se enfría rápidamente al entrar en contacto con el aire frío que traen las DANAS, provocando precipitaciones que se han concentrado en el prelitoral, donde un flujo constante procedente del Levante contribuyó a la formación de tormentas muy organizadas, con algunas características similares a los tornados. Las DANAS son cada vez más frecuentes y más destructivas como consecuencia del calentamiento del Mediterráneo y del aumento de la ocupación del territorio, sobre todo en zonas inundables.
El drama humano ha sido indescriptible, todo lo demás es recuperable, llegarán las ayudas y todo volverá a la normalidad a su debido tiempo, menos el dolor de las familias por haber perdido a sus seres queridos, que ya no volverán. D.E.P.