Cuando suena el teléfono

01 de enero 2025

Si usted no ha visto nunca una serie de corte romántico y origen surcoreano, su vida aún puede cambiar. Hay un antes y un después de esa experiencia, créame. Paso a informarle someramente.

No importa cómo o por qué accede usted a esa vivencia, en mi caso se debe a una combinación de pereza, estupidez y tiempo libre. Pereza para buscar un producto audiovisual más acorde con mis gustos, estupidez para perseverar en ese error y tiempo libre para llevarlo hasta sus últimas consecuencias.

La serie en cuestión lleva por título "Cuando el teléfono suena" y se publicita como miniserie a pesar de tener doce capítulos, como diciendo: "anímese, que dura poco". Y luego resulta que, no solo no es poco, sino que primero desplazan a los viernes los nuevos episodios y después pausan la serie hasta nuevo aviso. No está claro si aguardando a que los espectadores se repongan de la exposición a semejante producto o simplemente para recoger una primera evaluación de los efectos psicológicos que ha ocasionado a quienes se han expuesto a los primeros episodios. En mi caso, mi condición de gilipollas integral me ha permitido no solo seguir la serie hasta su final, sino salir idemne de la aventura.

Algunos elementos de "Cuando el teléfono suena":

-resumen de imágenes altamente edulcoradas al final de cada episodio.

- música de formato clásico de esa en la que cada nota se evapora dejando tras de sí la sensación de que algo terriblemente bobo ha pasado por tu vida.

- actuaciones melodramáticas, primeros planos de rostros hieráicos e hipermaquillados, historia de confusos orígenes familiares, gestos grandiosos, sacrificios elocuentes, viviendas y coches de lujo.

Para hacerlo todo más rocambolesco, la serie está basada en una novela web. Si usted no sabe lo que es una novela web, haga lo que yo: suponga que se trata de una novela que ha sido publicada a través de una web de internet. Su título original es "El número que has marcado" pero ya se sabe que todo producto cultural que no cambie su título al traducirse al castellano está maldito en origen.

A continuación, cedo la palabra a wikipedia para ofrecer una sinopsis del argumento: "Paek Sa-eon ha llegado a ser el portavoz presidencial más joven de Corea. Antes de eso fue corresponsal de guerra, negociador de rehenes y presentador de radiodifusión pública. Está casado desde hace tres años con Hong Hee-joo, la hija del propietario de un periódico a la que un accidente cuando era niña le ha privado del habla, y que trabaja como intérprete de lengua de signos en tribunales y en televisión. Sin embargo, ambos se casaron no por amor sino por conveniencia, de modo que pese a la imagen pública que transmiten de pareja felizmente casada nunca en sus años de matrimonio se han comunicado ni han comido juntos. Un día, Hee-joo es secuestrada y este suceso cambia la relación en el matrimonio."

Lo bueno de las series coreanas es que te pierdes en seguida: con semejantes nombres es imposible que te aprendas cómo se llaman los personajes y en el segundo episodio ya no sabes quién es quién ni por qué le pasa lo que le pasa ni quién rayos es la persona de la que están hablando. Solo puedes dejarte llevar y que sea lo que Dios quiera.

Las peripecias que atraviesan los protagonistas tienen como objetivo principal que estos ponga cara de sorpresa o confusión o miedo o arrebolamiento. Esto último es cuando se miran uno a otro y se gustan y se les va la confusión o el miedo, aunque no siempre la sorpresa.

En el fondo es el mismo entramado que las series románticas latinas de después de la sobremesa, solo que con un tono mucho más contenido y ojos rasgados. Ver la versión original doblada y con subtítulos (si no, a ver cómo) añade un punto de extrañeza a la atmósfera ya de por sí extraña, ya que el idioma coreano se caracteriza por no tener nada que ver con el gallego o el castellano.

El principal personaje femenino, Hong Hee-joo, sufre mutismo selectivo y trabaja como intérprete de lenguaje de signos. Con el paso de los episodios acabará espabilando, que falta le hacía.

En fin, he escrito setecientas palabras sobre una serie de la que me quedan por ver dos episodios. Se trataba de una especie de exorcismo, entre sardónico y desastrado. Ruego me disculpen.