Coraje

03 de febrero 2016
Actualizada: 18 de junio 2024

Amaneció triste Pontevedra, todavía con el cielo oscuro y olor a humo. Sin embargo, una sensación de alivio por no haber perdido el Casco Histórico, la llena. Como cuando alguien se estrella en su  coche y, con el cuerpo entumecido y la cabeza palpitando, es consciente de que está vivo. Está aquí. Sigue aquí y lo demás, se repara. Con dolor, pero se repara.

La charla común de una ciudad tranquila, se vuelve más familiar que nunca, más común que nunca. Estamos todos con lo mismo, y eso, por una vez, es bueno. Ese trae y lleva, del que normalmente una escapa porque es más de lo mismo y no importa, hoy te importa. Porque las ciudades de provincias, también tienen su parte buena. También. 

Lo que duele en la zona vieja, en el alma de las piedras, que están ahí desde que tienes recuerdos, te duele a ti. Nos duele a todos. El "ellos", ahora, el día después, es un "nosotros". Valoramos lo que hemos estado a punto de perder. Lo que damos por hecho, y al hacerlo, hacemos mal. 

Después del fuego, aunque parezca una obviedad, todo se enfría: las primeras impresiones, las primeras opiniones, que damos sin pensar, porque las llamas no te dejan ver más allá de lo que se llevan por delante

Aunque los bomberos no hayan hecho más que su trabajo, ese trabajo, que es entrar donde nadie quiere, ir hacia el fuego en lugar de hacia el lado contrario, aunque sea con equipo de protección, es admirable. No por obligatorio, es menos admirable. No por llegar tarde, quizá, no por haber empezado por donde los que estamos fuera creemos que debía haber sido, deja de ser admirable. Han hecho su trabajo donde otros no pueden ni mirar.

No me duelen prendas por criticar lo que creo que debo. Pero esto, no. Ellos también están ahí y no les valoramos como se merecen. Hasta que les ves pelearse con algo, que aunque les vaya en el sueldo, no vale una vida. Hasta ayer.

Hemos frivolizado con ellos hasta hacerles chicos de calendario. Ellos los primeros, si toca reírse o es por una buena causa. Pero hoy no toca. Hoy no. Me da igual  si el Concello es de un color que me gusta o no. Si hay banderas o no. Hoy, estoy con quien se ha metido a apagar las llamas que podían haber acabado con todo, con lo de todos, con una parte de mis recuerdos, que quizá ellos, por edad, ni siquiera tengan. Han hecho su trabajo. Eso, que parece tan poco, tan normal, es extraordinario. 

No me va nada en apoyarles. Pero se me ha podido ir, se nos ha podido ir, todo.

Gracias por el coraje.