Durante el puente entre las celebraciones de la Constitución y la Inmaculada, una persona realizaba una petición en un grupo de red social, en la que solicitaba indicaciones para encontrar algún lugar dónde pasar las Fiestas Navideñas a salvo de fuegos artificiales y petardos.
Tiene un perro con pánico a los ruidos, que sufre muchísimo los efectos de la pirotecnia ruidosa. Ella y su familia están dispuestos a sacrificar su propia comodidad y economía para aliviar la angustia del animal al que quieren como a un miembro más.
Se ven obligados a marcharse como cada año por estas fechas porque sus vecinos, aun a sabiendas del problema del animal, cuando llegan las fiestas navideñas continúan con la costumbre de lanzar petardos. Han intentado solucionar el problema hablando, pero ha sido imposible.
¿Se imaginan tener que dejar su propia casa en Navidad, tiempo de hogar y reuniones familiares, porque es imposible vivir en ella debido a las molestias que causa la pirotecnia en su animal de compañía?
Los que responden "son solo unos días" o “¡vaya exageración!" nunca han visto a un ser querido, en los que incluyo a los animales, sufrir o morirse por algo que podía haberse evitado.
El caso de la persona que pedía consejo, no es único. A su petición, contestaron muchas otras que tenían el mismo problema. A alguna de ellas, se le había muerto un perro por un infarto provocado por la tensión y el miedo a los petardos; a otros, se les había escapado y no lo habían vuelto a encontrar o había aparecido muerto.
Una gran mayoría de las personas que respondieron al post lo hicieron en términos mucho más amables de los que se suelen leer en otros grupos, y contaron, a su vez, que se han dado por vencidas y recurren a las autocaravanas durante estos días, abandonando sus casas ante la avalancha de petardos. Otras familias buscan alojamientos donde poder pasar las Fiestas en núcleos apartados de población. Y así cada Navidad, cada Nochevieja, cada Halloween, cada fiesta popular.
El lanzamiento de pirotecnia en festividades no solo es realizado por vecinos, como en el caso de la persona que escribía pidiendo ayuda, si no que en muchos casos son los propios ayuntamientos quienes, con el dinero de todos, permiten y fomentan el lanzamiento de fuegos artificiales sonoros en los días festivos. Entre ellos, desafortunadamente, el concello pontevedrés, en una práctica que no casa bien con la sostenibilidad de la que hace gala.
A quienes los animales les importan poco o nada, puede planteárseles el mismo problema obviando al animal y explicándoselo desde la perspectiva de una persona con trastorno del espectro autista, hiperacusia, gente diagnosticada como P.A.S. (personas altamente sensibles) o con algún tipo de trauma asociado al ruido. Pensarán que son pocas. No lo son. Pero, aunque fuese solo una, también contaría como ser humano.
Resulta hipócrita fomentar la inclusión de personas con algún tipo de discapacidad o capacidad distinta y cuando llega cualquier festividad, hacerlas sufrir innecesariamente.
En la misma línea de hipocresía está organizar eventos para visibilizar las enfermedades "raras" cuando las tenemos delante todos los días y miramos para otro lado. No porque la intención no sea buena, especialmente si se desarrollan a nivel particular, con todo el esfuerzo que supone, pero, si luego no hay un apoyo de las administraciones ni se mantiene ese interés en el tiempo, esa visibilización meramente puntual no cambia las circunstancias en que esas personas tienen que desenvolverse día a día.
Hipócrita es también fomentar año tras año la adopción canina, sabiendo que es frecuente entre los perros adoptados el temor a los ruidos y permitir año tras año el estruendo ensordecedor que para ellos supone la pirotecnia.
A quienes argumentan que, si se prohíbe, se deja sin comer a las familias que viven de ella, simplemente trasladarles que desde hace años se tiene acceso ya a juegos de luces sin ruidos como se demostró hace no mucho en Pont-Up Store. Suponiendo que a las empresas les suponga un perjuicio económico cambiar el material, entonces las administraciones podrían utilizar el dinero público- insisto: de todos los contribuyentes incluidos los afectados por el ruido- en subvencionarlas para que fuesen más sostenibles. Eliminar el ruido es un bien común y aliviar el impacto que supone para la salud, aunque no seamos conscientes de ello, también está relacionado con la sostenibilidad.
La empresa Carrefour ha aumentado la duración de "la hora tranquila", implantada ya hace un tiempo en sus establecimientos, durante la cual se reduce, tanto la intensidad lumínica como el ruido ambiental, para ayudar a las personas especialmente sensibles a los efectos nocivos de ellos.
Imagínense a un adolescente con T.E.A. yendo al cine de un centro comercial con sus amigos y teniendo que soportar, además del volumen al que ponen el sonido de la película, ir a merendar obligado a escuchar villancicos en bucle hasta la hora de vuelta a casa. Imagínense también la preocupación de sus padres y sus abuelos, que no van a impedirle salir, pero tampoco podrán evitar la sobreexposición a un ruido que puede causarle una crisis.
Si sus amigos van a ver un espectáculo de pirotecnia, él no irá porque, aunque pudiese disfrutar de los juegos de luz igual que otra persona sin autismo, sufriría enormemente con el ruido.
¿Por qué no un control del ruido cuando en ese mismo centro comercial hay zonas con desfibriladores para personas con cardiopatías, accesibilidad para sillas de ruedas o botones de ascensor en Braille?
Si hablamos de inclusión, o incluimos haciendo a todos, o no incluimos a nadie y nos quedamos calladitos, sin pretender subirnos a un carro políticamente correcto al que, cuando te acercas un poco, ves cómo se le van desinflando las ruedas a base de buenas intenciones y sin voluntad verdadera ni acciones eficaces a largo plazo.
El "se ha ido avanzando", a las personas y a los animales que sufren no les basta, porque la vida vuela y en ciertos temas hay que apretar el acelerador.
La Navidad es época de buenos deseos. De propósitos para hacer las cosas mejor, individualmente y en comunidad. De hacer balance e intentar mejorar al menos en lo importante.
Ojalá lo importante tuviese el mismo significado para todos y evitar sufrimiento innecesario cambiando algunas costumbres, algo tan fácil como eso, estuviese primero en la lista de los deseos. Más que un I-PAD, más que una tablet o un I-phone.
Estaríamos haciendo a nuestros hijos un regalo realmente valioso para el resto de sus vidas. Estaríamos ayudando en la solución de un problema que en el futuro pueda ser más llevadero porque no estamos libres de que lo que hoy le pasa al vecino mañana pueda pasarnos a nosotros, a nuestros hijos o a nuestros nietos.
Quizá viéndolo desde esa perspectiva, egoísta, solo cuando toca a lo nuestro, nos pongamos manos a la obra.
Quizá sea Navidad después de todo.