16 de octubre 2024

Imposible superar la prueba, nos van a abrir la trampilla y vamos a aparecer en una planta inferior, a mayor temperatura. No puedo más, digo como si fuese a rendirme. Yo también estoy comiendo por comer, dice mi yerno.

Seguramente usted no sea uno de los casi setecientos cincuenta millones de habitantes del planeta que ha pasado hambre durante el año pasado. Esperando que sea así, el título de este artículo le traerá a la mente una sensación familiar: todos los que no pasamos hambre hemos comido por comer más de una vez.

Esa cosa de "eso no puede quedar ahí", aquella cosa de darle un beso a lo que quedaba de merienda antes de dejarla morir en una papelera. La galleguidad hecha alimento o el alimento hecho galleguidad. Fui una vez invitado, y esto va a resultar inverosímil pero lo puedo jurar por todas mis muelas, incluso las empastadas, a una comida a pocos kilómetros de Pontevedra, que fue concebida como agasajo a un pariente médico. Se produjo un malentendido porque, preguntado, mi familiar habló de un cocido pero al final, como eran las fiestas del pueblo, hicieron la comida para la fiesta y añadieron un cocido. De modo que desfilaron por aquella mesa un entrante de ensaladilla, carne asada con patatas, un cocido de reglamento, un bizcocho y postres varios. Hubo que comer de todo un poco por no hacer un feo y al terminar uno no sabía de irse a casa o directamente a Urgencias.

Luego está comer por gula, que es otra cosa, nada que ver con lo anterior. No se trata de comer movido por cierta obligación autoimpuesta pero sin mediar placer en la operación. Hablamos ahora de comer más allá de lo normal y natural movidos por el mero placer de la degustación de las viandas. Aunque para ello haya que provocarse el vómito, como sucedía en las bacanales romanas. Solo que no era así, al parecer es un bulo histórico. No lo de las bacanales, sino lo de vomitar por sistema. Una cosa es la depravación y otra tirar el dinero a espuertas y estropearse el estómago.

De la bulimia no vamos a hablar porque da mucha penita y lo mismo la anorexia.

Vamos a hablar, y con esto acabamos, del famoso perro del hortelano, que no comía ni dejaba comer. No me vengan ahora conque es un refrán, que lo es. Bon apetit.