Informados los beneficios de las empresas más importantes y no digamos de las bancarias, es ocasión propicia tanto para el alipori y sofoco de parte de la ciudadanía que observa ojiplática la fila de ceros, como para que el retrógrado gobierno aproveche para continuar rebozándose en el proceloso mar de la imposición antieconómica de tasas, pólizas y alcabalas con el pisuerga que les pasa por delante y con los aplausos que oye desde el gallinero (aquel bullicioso y bullanguero que moraba en la parte alta de nuestros viejos cines donde los cortes de la censura eran ocasión de patear el suelo sin medida, desde donde se lanzaban papeles y aviones al patio de butacas o se daban voces y se rebuznaba a mayor gloria del acomodador).
El Gobierno anuncia que ante los beneficios extraordinarios del sector financiero no tiene más remedio que endilgarles un impuesto más, un impuesto adicional a los que ya suman en el balance y que se aplican a una parte de la economía nacional absolutamente relevante: afirma que los resultados de las entidades bancarias han seguido incrementándose; según datos del Banco de España correspondientes al segundo trimestre de 2024, se observa, con respecto al mismo periodo del año anterior, un incremento tanto del margen de intereses y de los ingresos netos por comisiones, como del resultado en su conjunto. Es cierto, solo que la banca española sigue a bastante distancia del volumen de negocio y beneficios de los... ¡resultados de 2007!; pero como si ganase diez veces más: en todos estos casos de pura demagogia los impuestos arbitrarios aumentan las trabas en detrimento del volumen de crédito en circulación, fundamento esencial para la economía ciudadana y empresarial, cuestión en la que se echa muy en falta que, desde la oposición, una personalidad relevante en economía o en su lugar el ministro en ciernes no dejase nunca de dar contestación pedagógica a este tipo de atracos a la educación financiera y a la riqueza de los ciudadanos, riqueza de los ciudadanos, digo; de los partidos de la oposición no hay significación alguna sobre este atropello al sentido común, otro más.
Porque el sector bancario, al contrario que cualquier otro de nuestra economía, está absolutamente controlado, tutelado y supervisado por los bancos centrales respectivos y por encima de todos ellos por el Banco Central Europeo, además de que el producto que vende -dinero- tiene el precio marcado por el BCE, y su ficha bancaria está en obligación estricta de cumplimiento de muy exigentes requisitos de Capital para no quedar intervenidos. La actividad bancaria se ramifica por toda la economía, la pequeña, la grande y la muy grande; por ejemplo, el dinero que va a financiar la reconstrucción del Levante saldrá de las arcas financieras del Estado pero son partidas que en su gran mayoría estarán financiadas con recursos bancarios, préstamos y Deuda, y es de certeza absoluta que los recursos que lleguen a Valencia realmente provengan de las entidades bancarias (sería radicalmente interesante conocer desde qué día y mes nuestro Estado ya ha agotado la montaña de impuestos y pasa a gastar lo que no tiene para engordar a Gargantúa y Pantagruel)
El negocio de los bancos es distribuir por toda la economía la financiación que permite a millones de personas, autónomos y empresas continuar su negocio, mantener empleos y crecer: sin actividad bancaria no existe clase media ni clase de tropa ni impuestos ni absolutamente nada; una vez que pagan el impuesto de sociedades, que pagan tributos y tasas y las cotizaciones de sus miles de trabajadores... ¿qué más tienen que pagar? Todo lo que paguen adicionalmente es restar financiación a la riqueza nacional, a familias y empresas.
Tengo delante el balance del Santander: en el 2023 tuvo un resultado antes de impuestos de casi 16.500 M de €, y entre Sociedades y Tributos (es decir, ¡faltan cotizaciones sociales!) ha pagado 4.846 millones de €: un 29,44%: entonces ¿qué más tiene que pagar? Para ganar este importe ha tenido que mover 1 billón ochocientos mil millones de € al año -el PIB español está en 1,5 billones, por debajo- mediante la actividad de 213.000 empleados en 8.500 oficinas; tiene 165 millones de clientes y más de tres millones y medio de accionistas, con un resumen: su beneficio antes de impuestos ¡no llega al 1% de todo su negocio! Un gobierno demagogo, antiguo, reseso, retrógrado y en babia dice que debe hacerse hincapié en que la carga fiscal efectiva del sector financiero en España sigue manteniéndose por debajo del tipo nominal del 30 por ciento del Impuesto sobre Sociedades al que está sujeto: un reciente Informe de la consultora PwC señala que el ratio de contribución tributaria total de los grupos bancarios españoles comparados internacionalmente son los segundos más altos de los países analizados; un banco español contribuye a las arcas públicas con el 53,4% de su BAI, beneficio antes de impuestos, por encima de Alemania, 44,5%, el de Países Bajos o Italia que rondan el 45,5%; asunto que les perjudicará sobremanera al momento de las inminentes fusiones europeas en las que la participación de la banca española se verá afectada por menor competitividad en sus costes de todo tipo, tributarios también, y esta menor proporción hará que sus nuevos socios puedan quedarse con una mayor parte de la tarta, tendrán el poder de decisión global para trasladarlo fuera de España... etc, etc, etc, pero ha de insistirse que lo peor es que esta tasa bancaria discrecional, demagógica y antieconómica retira del mercado miles de millones de eurosque financiarían a los que crean empleo y riqueza, éste es el drama; para no hablar de los más de setecientos convenios con diversas universidades que mantiene la entidad y las casi quince mil becas y ayudas que otorga; en su lugar, estos arbitrarios importes impuestos por un arbitrario gobierno se adentran en la cueva de Alí Babá para desaparecer en el gasto sudamericano con el aplauso del gallinero.