Y consecuentemente hacernos desconocer e incluso despreciar una obra importante. Roland Barthes en su ensayo "La muerte del autor" se muestra decididamente partidario de separar obra y vida, en contra de la hasta entonces, cuando menos, parte de la tradicional crítica literaria de confiar en la biografía e intenciones del autor. Era el lector o el espectador el que debería crear una opinión personal respecto a la obra. Para otro famoso intelectual de la época, Paul Ricoeur, leer no es un diálogo estrecho y rígido entre lector y autor sino un diálogo entre obra y persona que la tiene en sus manos (el autor, en ese momento, desaparecería). Ricoeur prefería considerar al autor como muerto y a la obra como póstuma.
Se habla de creadores "cancelados" cuando se hace una advertencia para que su obra deje de leerse, verse, escucharse, "consumirse" en el fondo. Y la cancelación puede ser obra de censuras oficiales o de la mentalidad, personalidad o ideología del lector o espectador. Hay quienes, aún a estas alturas, consideran por lo menos de mal gusto admirar a Picasso, a Bukowski o a Neruda como personas que en determinado momento o circunstancias ejercieron abuso físico, sexual, racismo o misoginia. También a Polanski o más recientemente a W. Allen tras las acusaciones de Mia Farrow. De Alice Munro, premio Nobel, sabemos hace poco que no rechazó a su segundo marido a pesar de conocer sus abusos a la hija menor de Munro en un matrimonio anterior.
Muy conflictivo el tema de la relación del intelectual y de cualquier artista o escritor con la política. La evidencia del reflejo de la ideología en el arte o la literatura no puede ser desdeñable a la hora de provocar placer estético como consecuencia de la ideología de sus creadores. César Vallejo opinaba que entre la vida y la obra hay una concordancia profunda, pero parece obvio - me decía siempre un docto amigo muy aficionado a la música- que Wagner no fue responsable del hitlerismo y que uno puede disfrutarlo sin sentirse vinculado al fascismo.
Para Gramcsi decir la verdad era siempre revolucionario y mantenía, por lo tanto, plena coherencia entre ideología y obra. Esto siempre es de agradecer por parte de los receptores pero es mucho más asumible en trabajos de historia o teoría política que en obras de creación artística o literaria. Quien reduce lo artístico a ideológico pierde de vista su dimensión esencial, creadora. El arte tiene que trascender su propia ideología. Es bien sabido que Aristóteles consideraba al hombre un animal político por naturaleza y que el arte configura el sentido de la esencia en el ser humano y todos somos fruto de la sociedad a la que pertenecemos.
El tema da, naturalmente, para mucho y es difícil acercarse a él en unas notas escuetas. Recientemente la excelente Cinemateca de París no ha proyectado "El último tango en París" por presión de cierta parte del movimiento feminista. La película de Bertolucci ha generado aún más escándalo 50 años después de su estreno que entonces. ¿El motivo?: la célebre escena de la mantequilla. Bertolucci aclaró pronto que él y Marlon Brando prepararon la escena sin comunicárselo a María Schneider. Algo que se da en muchísimos rodajes, la actriz no fue informada pero se duda - quizás por declaraciones contradictorias de Bertolucci - si fue realmente violada. Schneider decía "haberse sentido violada". María Schneider, cuyo padre era el actor Daniel Gelin, pertenecía por lo tanto al mundo del cine y sus enormes problemas psicológicos posteriores no pueden atribuirse únicamente a esa escena.
A estas alturas, nadie conocedor del mundo literario niega la importancia enorme del Marqués de Sade. O de circunstancias consideradas como escándalo en la vida de los formidables Gil de Biedma en poesía o Pasolini en el cine. Octavio Paz, autor de excelentes poemas de amor, maltrataba a su mujer Elena Garro. Además, eso contribuía a minusvalorar a esta autora tan destacada como los célebres -hombres - del Boom: García Márquez, Rulfo, Vargas Llosa etc.
Otro tema, aún más delicado si cabe, es el de las relaciones con menores de edad. Para no eternizarse daré una referencia que revela que el paso del tiempo no soluciona muchas cosas. En la canción (1970) de Lèo Ferré "Petite", dos años después de mayo del 68, Lèo (no es una canción autobiográfica) relata los amores entre un hombre y una todavía niña. Se editó e hizo menos escándalo en ese tiempo que lo haría ahora un tema similar.
Tu viendras me voir un jour
Quand sous ta robe il n´y aura plus
Le code penal.
Vendrás a verme un día cuando bajo tu vestido, no esté ya, el código penal.
Separemos pues vida y autoría y leamos a Cèline, Gil de Biedma, Paz, oigamos a Wagner, Ferré y veamos películas de Bertolucci, Leni Riefenstahl…
Autores y obras
03
de enero
2025