Ascensor con escalera preferente (1ª parte)

01 de marzo 2022

La ciudad me pareció sucia y destartalada. Ya me lo advirtieron de antemano, pero nunca pude imaginar que sería para tanto. De todas maneras, no tenía elección ya que era mi nuevo trabajo el que me imponía el desplazamiento. En mis cincuenta y dos años había tenido una vida laboral lo que se dice bastante desastrosa, cambios de lugar de residencia al igual que oficios variopintos y mal pagados. Mi ex mujer siempre me lo echaba en cara: "Eres el perfecto desgraciado y, supongo, que te gusta en el fondo". Me lo dijo tantas veces, en las innumerables broncas que tuvimos durante los cinco años que vivimos juntos, que un día le contesté: "Me voy con mi desgracia a tomar… vientos". Nunca la eché de menos y no creo que tampoco ella.

Había alquilado un piso por Internet que estuviera más o menos cerca de donde debía comenzar a trabajar. Era una ciudad barata por lo que me costó bastante poco hallar un sitio adecuado a mi ajustada situación económica, y una gran parte de sus habitantes estaba en la nómina de LIM, la empresa que me contrataba.

Llegué un día nublado, muy frío, con la esperanza de poder descansar del viaje para comenzar a trabajar al día siguiente.

Había un tipo tras la puerta del portal, con aspecto soñoliento, sentado tras una especie de mostrador.

— Buenas tardes. Soy el nuevo inquilino del 5º C.

Le dije tratando de sonreír.

El hombre apenas se fijó en mí, sacudió la cabeza y me contestó con un fuerte acento autóctono que me costó entender: "El ascensor no funciona".

La maleta no pesaba demasiado, sin embargo subir cinco plantas después de un viaje de seis horas no era ninguna golosina. La escalera estaba llena de pintadas burdas y manchurrones en los escalones de terrazo, sin querer mencionar la escasa iluminación que pendía de unos fluorescentes amarillentos en lo alto de los rellanos. Olía como a puchero recalentado entre unos vapores que se me antojaban pegados a mis ropas en vísperas de colonizarme la piel. Desde luego no era una bienvenida agradable lo que me calaba de un mal humor que lo notaba en mi respiración agitada y mi violencia al acometer los peldaños.

Llegando al tercero me crucé con un tipo de cabello rizado que me saludó con extrema amabilidad.

— ¡Hola, vecino! Supongo que eres nuevo en el edificio porque no me suenas.

Tenía colgada una sonrisita bobalicona, allí, atravesado en la escalera sin dejarme continuar. Me observaba ávido, con los ojos de par en par, esperando mi respuesta, obstaculizando mi paso a ultranza.

— Si vas más arriba te puedo ayudar con el bulto. -dijo, señalando mi vieja maleta.

Le dije lo escueto y me negué a que me subiera la maleta.

Había algo en su cara que me era familiar y desconcertante a la vez. Entre su abundante pelo crespo sobresalían dos orejas tipo Mickey Mouse que le conferían un aspecto bufonesco, además de su bigotito anticuado: fino y estirado a los lados de la boca. Hablaba con voz profunda, casi trascendente, como si las obviedades que decía tuvieran importancia.

Me excusé, intentando bordear su cuerpo para seguir subiendo pero él no parecía estar para esa labor. Me dijo que todos le conocían por Chen ("Por mi padre, que en paz descanse, que era medio chino") y que todos los días sobre esa hora de la tarde bajaba las escaleras para ir "a hacer unas comprillas al super".

— ¿Y para qué coño sirve el ascensor?

Tengo que reconocer que pronuncié esas palabras en tono desabrido, retador si cabe, porque entre el mal humor acumulado y la solicitud invasiva de Chen comenzaba a perder los papeles.

— Yo prefiero siempre bajar y subir por las escaleras -contestó mientras me llegaba una oleada de olor a tabaco y colonia barata- Es más, señor……

Le dije mi nombre de pila tratando de no perder del todo las formas.

— Tengo la teoría de que el mejor lugar para socializar son las escaleras de las casas -continuó encantado de oírse- Se da usted cuenta de que nos pasamos la vida encerrados en nuestras casas sin importarnos un rábano a quien tenemos por vecino. ¿Se da cuenta? Subir y bajar es la excusa idónea para conocer a los semejantes que habitan cerca de ti. Cuantas amistades se han hecho en escaleras y portales. Incluso relaciones sentimentales ¿No le parece?

Decidí que darle la razón en todo, asintiendo, sin darle más oportunidad, era la mejor forma de que se quitara de en medio y me dejara de una puñetera vez subir a mi piso. Él movía las manos dando un énfasis a sus palabras que rayaban la pantomima. Me fijé entonces en su vestimenta. Estaba muy pasada de moda. Calculé de por lo menos tres décadas atrás.

— Bueno, pues encantado, vecino. Bienvenido y feliz estancia.

 

El piso era bastante pequeño, aunque eso ya lo sabía pues vi las fotos en la página web de la inmobiliaria. Se trataba de pagar poco alquiler y si tenía que acomodarme en una caja de cerillas me adaptaría. Estaba medianamente limpio y espartano en cuanto al mobiliario: cama, armario, mesa, tres sillas, un sillón lleno brillantes rozaduras añosas, un frigorífico ceroso y un infiernillo junto a un fregadero descolorido.

Me abría tomado unas cuantas cervezas, junto al embutido que metí en la maleta, pero volver a bajar y subir las escaleras me quitó las ganas. Me comí el chorizo con el foie-gras con el pan reblandecido y lo regué con agua del grifo. Antes de tumbarme a dormir, colgué la poca ropa que me había traído y adecenté en parte el diminuto cuarto de aseo. Pensé en ducharme pero la botella de gas butano estaba vacía. Me aseé en el lavabo, pendiente que no se desprendiera del soporte de la pared, y me metí en la cama escuchando los aullidos del somier. Mañana me esperaban en "Luján Industrial Microesthetic (LIM)" para comenzar mi nueva andadura laboral.