Ahora toca aplaudir la guerra

19 de marzo 2025
Actualizada: 9:25

Quién podría dudar de la voluntad democrática y pacificadora de una Unión Europea que anula y manipula las elecciones de sus países miembros cuando el pueblo decide que no quiere ir a la guerra

La pandemia nos supo a poco. Nos supieron tan a poco los más de 120.000 muertos en España, los ERTEs, el empobrecimiento y las medidas de control social encerrados, que ahora nos toca ir con la boca bien tapada al siguiente nivel de juego.

Los señores y señoras de la guerra del IV Reich encabezados por la führer Von der Leyen, con la inflación y deuda desbocadas, con la industria y sector primario agonizando y con la economía de sus países al borde del colapso, han encontrado su solución final para salir de la crisis en el suicidio total de nuestra sociedad bajo la bandera del europeísmo y los impolutos valores morales de la UE, llevándonos al matadero de la guerra en absoluta y funesta paz social.

Quién podría poner en duda los valores de la Unión Europea en su escalada belicista, el mismo día que recibe con honores en Bruselas al flamante presidente de la nueva Siria yihadista, un hasta hace dos telediarios reconocido y supuestamente buscado líder terrorista de Al-Qaeda que lleva más de una década cometiendo matanzas, y que ya ha puesto en práctica su dilatada experiencia sanguinaria al frente del gobierno con la prohibición de partidos políticos, la privatización de todo el aparato estatal y el martirio inmisericorde de su población por su condición étnica, religiosa, sexual e ideológica.

Quién podría dudar de la voluntad democrática y pacificadora de una Unión Europea que anula y manipula las elecciones de sus países miembros cuando el pueblo decide que no quiere ir a la guerra. De una organización tan arraigada en la voluntad popular que endeudará nuestro futuro en armamento sin permitir que sea cuestionado siquiera en ningún parlamento de sus miembros.

Quién puede cuestionar que la guerra de Ucrania es la guerra de todos por los valores democráticos de la vieja Europa. La Ucrania que tiene a toda su oposición política ilegalizada y perseguida, incluyendo al partido homólogo del PSOE, la del maidán promovido desde occidente hasta llegar al golpe de estado con organizaciones fascistas (de los de verdad, no los que nos pintan de señuelo en cada esquina), la que celebró el 1º de mayo de 2014 quemando vivos a más de 40 sindicalistas y trabajadores en la Casa de los Sindicatos de Odessa, la que bombardeaba a su propia población antes del comienzo oficial de la guerra, la que está mandando a la picadora de carne a toda su clase trabajadora renegando de negociar la paz, mientras vende sus recursos y territorio al mejor chantajista y proclama no saber cómo curiosamente han desaparecido miles de millones de euros de ayuda enviada desde Europa y los Estados Unidos al desquiciado sacacuartos que tienen por líder incuestionable, al que por cierto aplaudieron fervientemente en nuestro Congreso de los Diputados.

Si los valores de Europa son los que precedieron a las dos guerras mundiales, al bombardeo de Yugoslavia, a la complicidad con la trasformación de Libia en un mercado de esclavos o a la impasividad ante el genocidio palestino, entonces sin duda esta escalada bélica con tenebrosos precedentes es para la defensa de esos valores. En ese caso ya es comprensible que ante cualquier disidencia, ante cualquier mínima crítica o ante cualquier proclama a favor de la odiada Paz, tengamos ya asumida y normalizada la más absoluta censura bajo el eufemismo de la "desinformación". Si quieres la paz y no la guerra, sin duda trabajas para el enemigo.

En España, nuestro proclamado Gobierno más progresista de la Historia, el gobierno del PSOE que encabezó en 2003 las manifestaciones masivas contra la invasión de Iraq, el que enarboló como eslógan electoral el "NO A LA GUERRA", el de la izquierda "unida" que nació hace ya demasiado tiempo al amparo de las movilizaciones contra la OTAN, hábilmente ha debido ver una buena oportunidad para liquidar ese molesto 30% de paro juvenil y las maquilladas cifras del proletariado de reserva, ya que han decidido rescatar aquel carcomido eslógan falangista del "Rusia es culpable" con el que instaban al alistamiento en la División Azul tras una guerra civil devastadora, esta vez para adjudicarle la responsabilidad de que nos metan en una guerra ajena a 3000 quilómetros de distancia o hasta de la subida de los precios del supermercado si hace falta.

Nuestro carismático presidente del Gobierno proclamaba en una entrevista del 2014 que faltaban recursos para luchar contra la pobreza, para la igualdad y que sobraba el Ministerio de Defensa. Lástima que en 2025 vayamos de cabeza a una guerra mundial mientras los índices de riesgo de pobreza y precariedad están disparados, pero por "suerte" la guerra no hace distinción de género, sólo de clase social, por lo que los pobres sufriremos todos sus dramáticas consecuencias en absoluta igualdad de miseria.

De la misma forma que con los sacrosantos valores de la Unión Europea, no vamos a poner en tela de juicio la integridad de nuestros dirigentes sólo por implicarnos directamente en una masacre o por desviar miles de millones de euros de las cuentas públicas con nuestros impuestos a la industria de la guerra, que no de la defensa, sin tan siquiera pasar por el Congreso. Cómo dudar de su integridad teniendo grandes referentes pasados como el señor Solana, ilustre carnicero de Belgrado, o presentes como el muy progresista Julio Rodríguez, arquitecto de la demolición de Libia. Cómo dudar de la izquierda de la amnesia selectiva, que apretaba los puños muy fuerte con las desgracias de los pueblos sirio y palestino mientras se mantenían bajo su gobierno de coalición los acuerdos con sus ejecutores y el blanqueo de terroristas a sueldo.

En cualquier caso, para gozo de la salud y diversidad democrática de nuestro país, tenemos a prácticamente todo el espectro político bajando la cabeza ante esta suicida carrera armamentística. De mandar tanquetas a reprimir las huelgas de los obreros del metal, pasaremos directamente a mandar a las hijas e hijos de los trabajadores a las trincheras de otra guerra hipócrita en la que siempre perderemos y ganarán los mismos. Estamos al límite de un punto de no retorno en el que incluso organizaciones sindicales como UGT se atreven a reforzar el discurso belicista a la orden de su partido, alegando que el plan de rearme de la UE es toda una oportunidad.

Al final va a resultar cierta aquella cita de Marx afirmando que "la Historia ocurre dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". Menos mal que según dicen por lo menos no nos gobierna la derecha.

Es fácil lanzar proclamas a favor de la guerra cuando sabes que no van a ser tus hijos los que vayan al frente; es como reivindicar muy patriotero que vuelva la mili cuando tú te escaqueaste y ya no estás en edad de ser llamado a filas. Con esa tranquilidad cualquiera puede permitirse las proclamas de euforia y épica belicista.

Y es que, si en una pandemia le tocó la bala principalmente a nuestros mayores, ahora la UE exige en sus altares de Bruselas el sacrificio de nuestros jóvenes y la rehipoteca de nuestro futuro. Concretamente de las hijas e hijos de la clase trabajadora, pues obviamente no van a ser los del noble linaje de Úrsula quienes vayan a morir al frente, como tampoco van a ser nuestros políticos y patrones los que se alisten en la tropa de un ejército obsoleto y de estructuras más que arcaicas, para morir por 1000 cochinos euros al mes en la otra punta del mundo sin saber por qué, sin que mencionen a tus asesinos o en el mejor caso acabar en la calle a los 45 años mendigando una salida laboral si no acabas muy jodido, que nuestros mayores todavía recordarán cuando la mili tenía un precio y quiénes eran los que más facilmente podían evadir el servicio militar o colocarse en destinos menos penurientos. En todo caso, si se quedan sin voluntarios para alistarse como carne de cañón por necesidad o creyendo que realmente van a defender algo glorioso, siempre les queda el ejemplo de Ucrania cazando a su población por las calles mientras va bajando la edad de reclutamiento forzoso.

Decía Bertolt Brech que "con la guerra aumentan las propiedades de los hacendados, aumenta la miseria de los miserables, aumentan los discursos del general, y crece el silencio de los hombres". Es de necios pensar que un sobrecoste de 800.000 millones de euros en armas más lo que se gasten en propaganda para convencernos, que se dice pronto, no va a salir de nuestros bolsillos, no va a implicar recortes en servicios sociales o no va a suponer aún más el secuestro de nuestras libertades y condiciones de vida. Esta guerra la pagaremos la mayoría trabajadora con nuestro dinero, con nuestros derechos y sobre todo con nuestra sangre. Si no queremos que nos empujen al abismo, mañana será demasiado tarde para romper nuestro silencio.

La otra opción es resignarnos dócilmente a aplaudir desde el balcón a nuestros muertos en el frente ruso, mientras suena de fondo otra vez el tétrico "resistiré" y pasamos impasibles de un confinamiento domiciliario a una ley marcial. En nuestras manos está.