Desde luego hay que echarle valor para adaptar un clásico de la literatura. Los libros son una cosa, las películas otra y pocas veces se consigue la total armonía entre ambas piezas de un mismo título. Sin embargo cuando se mantiene el estilo, se transforman los lenguajes narrativos y se respetan ciertas normas, el resultado es excelente y la valentía se transforma en éxito. Porque el éxito no es sólo taquilla ni copias vendidas (que también, no olvidemos que estamos ante un producto) pero es muy importante la satisfacción del trabajo bien hecho y el conseguir lo que uno se propone. Por eso la película deja tan buen sabor de boca, porque A Esmorga es fiel a su título, fiel a su autor, a su estilo, a sus personajes, al tremendismo y al costumbrismo gallego de antaño que quería representar Blanco Amor.
La archiconocida historia, como todos sabemos, trata sobre una esmorga de tres amigos contada en primera persona con la más absoluta naturalidad. Tres hombres que entran en una espiral de autodestrucción dónde es imposible salir, tres hombres que irán ahogándose poco a poco en el alcohol, en sus problemas, en sus errores yendo hacia camino sin retorno.
Nós iámolas facendo de tal xeito como se as fixeramos sen darnos conta, para que logo non tivesen remedio, coma quen vai fechando portas tras de si e guindando coas chaves, coma para non querer voltar, tal coma se adrede camiñaramos á nosa pirdición. (Eduardo Blanco Amor).
Tres personajes que desde luego eran tres peritas en dulce para los actores que los representaran, aunque también un reto profesional único. Y los tres han cumplido con sobresaliente, destacando a Morris por el increíble papel que hace y porque sin duda, a partir de ahora formará parte del imaginativo común siendo el Milhomes único e inconfundible que aparecerá en nuestra cabeza cuando pensemos en el libro.
El peso de la película (y el riesgo de que saliese bien o mal) recaía sobre todo en el guion y en los actores, y ambas cosas funcionaron a la perfección, así que el resto sólo podía sumar puntos a la ecuación. Y desde luego la fotografía y realización lo hizo. Una imagen espectacular que representa el paisaje gallego, con sus encantos y con sus tonalidades: verde naturaleza, gris piedra, azul de lluvia... pero siempre mostrando la belleza de nuestra tierra, con paisajes de Lugo y sobre todo de Ourense (Auria) representando a la Galicia más interior.
Resumiendo, una de esas películas imprescindibles, que por supuesto no gustará a todo el mundo pero que igualmente pertenece ya a esa infinita lista de películas de visionado obligatorio, porque sin duda ha marcado un antes y un después. Al parecer ha sido la segunda película más vista en España en su primer fin de semana en taquilla, y estoy segura de que dará lugar a más datos interesantes. Pero sobre todo creo (y ojalá sea cierto) que puede abrir puertas para más filmes de este estilo que vengan detrás, un cine que merecemos: cine con sello autóctono, de calidad y que rompa fronteras.