Soy como las flores que levitan inmersas en el romance antes de alzar el vuelo. Seguras de su aroma y del efecto transformador que tendrán en aquellos que se atrevan a reconocer su presencia. Mientras hablo al mundo de los amores fugaces, de los amores frustrados, de aquellos que agonizan y reviven, y de esos que no mueren. Del amor que nos destruye y aún así logra que entreguemos todo. El amor condicionado, las falsas promesas, el cansancio de algunos corazones que han apostado todo al amor sin haber ganado nada. Intento hablar de la inexistencia de la perfección. Todo es una ilusión, que a veces convertimos en necesidad. Unos son hábiles mostrándote lo carnal como alimento y otros entierran su interés en las almas de otros sin ocuparse de sí mismos. No hay que tener miedo a caer, sino certeza de poder levantarnos. Tener el control de todo no es la clave, es parte del problema. Una vida a la vez. Soy letra lenta, un sorbo de vida plasmado en papel para que otros puedan consumirme poco a poco.
Debemos hacer espacio, tener la mesa lista para compartir. Aprender a encontrar la alegría en la tristeza. Piensa que no hay entradas ni salidas, no hay comienzos ni finales, solo caminos largos o cortos. Caminos amplios o estrechos. Algunos en compañía de otros, algunos hechos para que caminemos solos.
El cuerpo necesita pausar mientras el espíritu intenta aceptar las cosas que debe soltar en el camino. Internalizar las pérdidas y consumir lo que vive. Hacer vida en lo simple, y pisar sin destruir la yerba que ha crecido verde sin nosotros. En fin, debemos crecer mientras envejecemos y así vivir nuevos cada día.
Mientras tanto, sigo escribiendo. Uniendo letras que hagan algún sentido, poetizando experiencias. Convencida de que alguien en algún lugar leerá mis palabras abrazándose y aceptándose. Inmersa en el romance que sabe cómo enamorarme. Sin detenerme a evaluar estrategias. En el arte no hay lógica ni estructura, nace de una parte de nosotros que no conocemos pero nos pertenece.
Gracias siempre por leerme