Cuando el corazón duele y las desilusiones te reciben cada mañana, el frío se instala.
Es gélido cuando las mentiras te golpean repetidamente, cuando los años transcurren y sientes que nada ha cambiado.
El frío cala hondo al esperar lo bueno y recibir lo malo, al anhelar un amor en las noches solitarias. Cuando los amigos decepcionan, el frío se hace presente. La escasez económica también trae consigo su propio frío, cuando cada centavo apenas alcanza.
La pérdida de un ser querido congela el alma, y las complicaciones en las cosas simples también dejan su huella helada. En el trabajo forzado, en las noches de soledad tras la despedida de un amigo, el frío se cuela. La partida de los hijos, inevitable pero dolorosa, trae consigo un frío profundo. La memoria y la mirada se vuelven heladas cuando el daño y el amor chocan.
La maternidad deseada pero no alcanzada, la lucha contra la propia imagen, todo ello se ve envuelto en el frío del reflejo en el espejo. Las despedidas sin explicación y las tumbas de nuestros seres queridos también irradian su frío.
En los abusos y las víctimas, en la falta de amor propio, en los niños abandonados y los ancianos solitarios, el frío se siente con fuerza. Cuando la verdad parece una ilusión y la fe se desvanece, el frío se hace presente.
Cuando las palabras se ahogan en el silencio y las lágrimas caen sin motivo, el frío se apodera de nosotros. Se siente helado cuando optamos por el silencio ante las injusticias. El país que arrebata vidas de mujeres y maltrata a sus niños está envuelto en un manto congelado.
El olvido de los abrazos y los "te quiero" también trae consigo su propia dosis de frío. Las despedidas en estaciones de tren y aeropuertos están impregnadas de un frío desgarrador. Y en los pasillos de un hospital desprovisto de esperanza, el frío se vuelve más penetrante.
Todos hemos experimentado el frío, el miedo, la soledad y la ansiedad debido la incertidumbre. Cuanto más frío sentimos, más anhelamos la calidez de un abrazo reconfortante, de una palabra de aliento, o de alguien que nos escuche de verdad. Sin embargo, la vida no se reduce solo a hielo y temor. Es un equilibrio que nos brinda y nos quita para enseñarnos el verdadero valor del amor. Si te has sentido en soledad, no desesperes ni pierdas la fe. Siempre llegará un momento en el que todo parecerá parte de un recuerdo lejano.
Lo más importante es que puedas conservar la calidez de un alma noble incluso en los momentos más gélidos de tu vida.