27 Días: el duelo más largo de mi vida

03 de marzo 2024
Actualizada: 18 de junio

No podemos atribuir todos nuestros errores a la casualidad, la inconsciencia o culpar a otros. La verdad es que si crees que tu vida ha sido perfecta, te felicito y admiro. Con los años y la madurez, los remordimientos surgen. Son el auto-castigo por nuestras acciones, al comprender que somos totalmente responsables de nuestras decisiones

Mis pecados. Mis faltas. Mis errores conscientes. 

No podemos atribuir todos nuestros errores a la casualidad, la inconsciencia o culpar a otros. La verdad es que si crees que tu vida ha sido perfecta, te felicito y admiro. Con los años y la madurez, los remordimientos surgen. Son el auto-castigo por nuestras acciones, al comprender que somos totalmente responsables de nuestras decisiones. Algunos errores son leves, otros son cargas que llevaremos siempre.

La gran incógnita es si la vida nos cobrará por nuestras fallas. Solo el tiempo responderá esa pregunta, junto con nuestra capacidad para comprender las razones y propósitos de lo que nos sucede. Es un asunto íntimo y personal, cada uno lo vive de manera distinta.

A lo largo de la vida, enfrentamos desafíos que nos obligan a crecer, a evolucionar, a cambiar. Cada etapa trae nuevos retos. En la juventud, hay tropiezos, dolores, lágrimas, heridas, cargas inimaginables. Pero la inmadurez no justifica. Venimos al mundo con un saco vacío y lo llenamos, a veces con cosas valiosas, otras con basura.

Superar errores y perdonarnos es un duelo prolongado. Tratamos de enterrar el pasado, pero nos persigue. Pensamos que merecemos sufrir eternamente por los mismos errores. Olvidar o dejar de sufrir nos hace sentir ingratos. Creemos que no merecemos la felicidad, en un duelo eterno que se repite.

No hay receta perfecta, pues mientras vivamos, evolucionamos, sin importar la edad. Recomiendo trabajar en el perdón, aunque no sea fácil. Es un asunto interno, resolverlo con uno mismo. Admitir el error, asumir responsabilidad y comprometernos a mejorar. Conciencia de que todo empieza en uno mismo. Vivir las etapas del duelo: incredulidad, negación, rabia, negociación, tristeza, aceptación y seguir adelante, aceptando la experiencia como parte de la vida.

Cada uno en su viaje, con sus propias cruces.