Víctor Méndez, director de 'Narcogallegos': "Las drogas siguen matando. Parece que no se ve porque lo hacen más lentamente"

Pontevedra
10 de diciembre 2024

En su segunda temporada, este documental aborda el panorama actual del crimen organizado en España, dominado por organizaciones cada vez más violentas que introducen en Europa más cocaína que nunca

Víctor Méndez, director de 'Narcogallegos'
Víctor Méndez, director de 'Narcogallegos' / EFE - Salvador Sas

Antes de su estreno en televisión (martes 10, en Movistar Plus), el primero de los dos episodios de la segunda temporada del documental Narcogallegos ya se ha podido ver en Pontevedra. Su director, el periodista Víctor Méndez, lo ha presentado en el Liceo Casino.

Tras analizar el origen del negocio del narcotráfico, Narcogallegosaborda ahora el panorama actual del crimen organizado en España, dominado por organizaciones cada vez más violentas que introducen en Europa más cocaína que nunca desde diferentes partes del mundo.

Lo hace, además, partiendo de dos "hitos" como los describe su propio director: el desmantelamiento de un laboratorio de cocaína en Cerdedo-Cotobade y la llegada a las costas de A Illa de Arousa de un narcosubmarino, el segundo detectado en Galicia en los últimos años.

¿Qué vamos a ver en esta segunda temporada de Narcogallegos?

En los últimos años ha habido unos cambios muy importantes en el crimen organizado a nivel mundial generados, sobre todo, por las nuevas tecnologías que emplean estas redes en todos los sentidos y por el aumento del consumo de sustancias en todo el mundo.

Eso ha hecho que se haya multiplicado por mucho el tráfico en general y, concretamente, aquí en España y en Galicia. Todo eso compone un escenario que había que contar. Y no solamente lo que sucede aquí, que es un punto de referencia, sino también lo que pasa a nivel internacional.

Junto con esa relación con las nuevas tecnologías, las organizaciones tienen presencia en distintos puntos del mundo. Los tentáculos que parten de América Latina, pasan por países de África, por España y acaban muchas veces en Dubái, que es donde están las cabezas pensantes.

¿Qué te aportaban esos dos episodios en Cerdedo-Cotobade y A Illa de Arousa a la hora de enraizar este nuevo relato?

El narcosubmarino viene a ser una confirmación de que era una forma empleada por los narcotraficantes para traer grandes cantidades de cocaína a Galicia. Había gente que seguía dudando, que decía que eso no podía ser. A partir de ese momento, las fuerzas de seguridad empezaron a decir que era un sistema muy utilizado, muy seguro y muy fiable para ellos.

Lo del laboratorio fue un hito a nivel mundial. Llamó la atención hasta del presidente de Colombia. Demostró que estaba sucediendo algo diferente a lo que pasaba antes. Que la cocaína ya se está produciendo en España. Y, en principio, sin relación con los narcos gallegos. Era un negocio directo de los colombianos y de los mexicanos que se han instalado aquí.

¿Cuál dirías que es la principal diferencia entre los narcotraficantes históricos y las nuevas generaciones que han tomado su relevo?

Lo que estábamos hablando. Que ahora todos los narcotraficantes de alto nivel manejan las últimas tecnologías. Utilizan comunicaciones encriptadas para traficar sin ser detectados. Así introducen grandes cantidades de cocaína. Ahora, poco a poco, van cayendo en manos de las autoridades. Pero ha estado entrando mucha droga y han ganado mucho dinero.

Pero también creo que ahora mismo hay una mezcla entre los nuevos narcotraficantes y los antiguos. Los nuevos mantienen relaciones, ya sean directas o indirectas, con los históricos. Éstos mantienen la confianza por parte de los colombianos y las nuevas generaciones se sirven de esos contactos para, a través de esas nuevas tecnologías, operar con impunidad.

¿Y cómo encaja el hecho de que usen las nuevas tecnologías para ser más sigilosos en sus operaciones y, a la vez, dejen un mayor rastro de violencia que los anteriores?

Hay una cantidad inmensa de organizaciones criminales dedicadas al tráfico de cocaína. Y, al final, acaban llegando los problemas entre clanes. Cuando alguien roba cocaína a otro o cuando alguien habla más de la cuenta, llegan los ajustes de cuentas. Buscan proteger su negocio. Es el más lucrativo del mundo. Cuando encuentran algún obstáculo, ejercen una violencia extrema.

Galicia siempre ha sido considerada como una de las principales puertas de entrada de droga en Europa, pero Narcogallegos dirige también su mirada hacia Canarias. ¿Han cambiado las rutas o se han multiplicado?

Se han diversificado, pero Canarias siempre ha sido importante. Es un punto clave y está más que nunca en el foco policial porque se han dado cuenta de que es una zona de paso muy habitual. Los barcos que se dirigen a Galicia con cocaína pasan por esa ruta. Ya sea en el tránsito de ida o en el de vuelta. Muchos de ellos acaban en puertos canarios aunque no sea su destino.

Como director de un documental que aborda temas tan sensibles como el del narcotráfico, ¿qué dirías que es lo más complicado de conseguir?

Lo más importante es que el espectador consiga ver la realidad de lo que sucede, de todo lo que hay alrededor del tráfico de cocaína. Sin artificios.

Para eso hay que meterse dentro de las operaciones, intentar ser lo más fiel posible a lo que allí sucede sin perjudicar a la investigación y hablar con todos los actores implicados, quieran salir en cámara o no, para narrar esa historia.

Y, sobre todo, hay detrás un trabajo de documentación inmenso. Contamos muchas cosas. Hay que tocar absolutamente todos los palos y reunirte con todo el mundo, sea bueno, malo o intermedio. Eso hace que te puedas componer una idea y luego poder plasmarla en pantalla.

La sociedad gallega, a finales de los años 80 y, sobre todo en los años 90, se dio de bruces con el problema de la droga y con una generación perdida. ¿Crees que, en general, se ha perdido ese nivel de concienciación? ¿Que se ha olvidado todo lo que hemos pasado?

Sí, eso ha pasado en todas partes. En Galicia, también. La gente de más edad que lo ha sufrido en sus carnes aún mantienen ese respeto. Pero la banalización de las drogas es algo endémico. Ahora, debido a los avances médicos, matan más lentamente. Pero siguen matando. Siguen dañando. Siguen llevándose a familias por delante. Pero parece que no se ve.

No está mal visto, por ejemplo, el consumo de drogas como el cannabis. Hay debates en cuanto a su legalización. En referentes para la gente joven como deportistas, cantantes o influencers diría que incluso que está hasta bien visto. Y eso va influyendo y generando una conciencia de que eso no es tan dañino. Es un factor que influye en que haya más tráfico y más violencia.

¿A qué te refieres con esto último?

A que si se normaliza el consumo y más gente demanda esa droga, eso hace que haya más personas que quieran traficar, que quieran introducir la droga. Y a mayor tráfico, más violencia. El consumo aumenta año tras año, según los datos de Naciones Unidas. Si hay demanda siempre habrá gente que la vaya a traer y que quiera lucrarse con eso.

¿Y crees que los medios hablamos lo suficiente de esta problemática? ¿O que desde las instituciones lo abordan desde la seriedad que merece?

En absoluto. Los medios no le dan la relevancia que tiene el tráfico de drogas y la violencia que conlleva. Quizá solo cuando pasa algo como lo de Barbate, cuando fallecieron aquellos guardias civiles. Pero luego, como pasó hace muy poco tiempo, incautan 13.000 kilos de cocaína, que es una auténtica barbaridad, y no sale prácticamente en ningún telediario.

No se hace porque desde el panorama político tampoco se le da la importancia que tiene en otros países. No se invierte lo suficiente. Llega un barco de cocaína, la policía sabe que está ahí, a unas millas de las costas de Galicia, y no existen los medios para ir a por ellos. Eso está pasando en España. Y eso se acaba trasladando a la sociedad.