La migraña es un trastorno neurológico muy frecuente que, en función de su intensidad, puede llegar a ser muy discapacitante. Habitualmente cursa con episodios recurrentes de dolor de cabeza, de intensidad moderada a grave, que suelen durar horas o algunos días y pueden tener un alto impacto en la calidad de vida de la persona, limitando su actividad a nivel familiar, laboral y social.
Existen diferentes tipos de migraña. En el caso de la migraña crónica, las cefaleas afectan a la persona más de la mitad de los días durante más de tres meses seguidos, con las consiguientes consecuencias para la salud y para el día a día de la persona afectada. Pero ¿qué ocurre si esta no responde a los tratamientos sintomáticos habituales?
La aplicación de la toxina botulínica es uno de los tratamientos para la prevención de dolores de cabeza en los adultos con migraña crónica y que no han respondido adecuadamente o que son intolerantes a los medicamentos que se usan habitualmente en la migraña.
Enrique Corredera, especialista en neurología del Hospital Quirónsalud Miguel Domínguez, explica que este tratamiento está indicado para los pacientes que sufren “dolores de cabeza crónicos, un mínimo de 15 días por mes, durante tres meses y que no han respondido adecuadamente a la medicación por vía oral”.
El doctor Corredera señala que este tratamiento consiste en la infiltración con toxina botulínica que “se realiza con inyecciones de modo subcutáneo o intramuscular, poco profundo, con una pequeña aguja”. La aplicación se lleva a cabo en la zona del cuello y el cráneo, el proceso dura entre 10 y 15 minutos y después los pacientes pueden reanudar sus actividades diarias con normalidad.
Recuperar calidad de vida
Según indica el especialista es una opción “segura y probada para reducir la frecuencia y la intensidad de las migrañas, que contribuye a mejorar significativamente la calidad de vida” del paciente.
La toxina bloquea la liberación de neurotransmisores relevantes en la transducción del dolor, lo que produce una inhibición de la inflamación neurogénica y, secundariamente, de la sensibilización periférica y se reduce la sensibilización central, que es lo que finalmente explica la cronificación de la migraña.
Los efectos tienen una duración aproximada de 12 semanas, por lo que se debe repetir el proceso a los tres meses. “Generalmente, no tiene efectos secundarios y de haberlo son muy leves o transitorios”, apunta el doctor Corredera.
El doctor Corredera señala que “numerosos estudios en la práctica clínica confirman la eficacia de este tratamiento” y que es bien tolerado, por lo que permite a los pacientes superar el dolor que provoca la migraña crónica y “mejorar su calidad de vida”.
