Las estanterías están casi vacías, muchas de ellas sin ningún alimento y otros con demasiados huecos que llenar, mientras la demanda de personas que precisan que estén llenos no para de crecer y las opciones de recibir suministro son reducidas. Este es el panorama que están viviendo en toda España los distintos bancos de alimentos y se reproduce a la percepción en el de Pontevedra. En sus instalaciones de la calle Faustino Santalices, como sucede también en el otro banco de gestión vecinal que existe en Monte Porreiro, tienen cada vez más peticiones de ayuda y menos recursos para darles respuesta.
El coordinador local en Pontevedra de la Fundación Banco de Alimentos, José Luis Doval, explica la situación y la desesperación que invade por momentos a los responsables y el voluntariado de la entidad porque ven que los alimentos se acaban en medio de una pandemia en la que ya constataron un incremento de usuarios del 30% con respecto al tiempo anterior a la covid-19.
De momento, no se han visto en la situación de dejar sin alimentos a sus usuarios y confían en no tener que llegar a esa situación limite, pues "o noso empeño é devolver a dignidade ás persoas necesitadas" y que todas las familias pontevedresas eviten el hambre. Para lograrlo, "estamos poñendo os esforzos necesarios para cubrir todas as necesidades da xente".
La situación no empezó a complicarse en esta entidad justo con la llegada del estado de alarma y los momentos duros de la pandemia, sino un par de meses después, a finales de mayo y principios de junio.
Ahí empezaron a notar que no solo tenían a los usuarios ya habituales, aquellos en los que la situación de vulnerabilidad ya está "cronificada", sino que se sumaba gente que tenía empleos precarios que fallaron con la pandemia, otras que no cobraban los ERTE y un número cada vez mayor de usuarios de origen extranjero, fundamentalmente de Latinoamérica.
La Fundación Banco de Alimentos no entrega alimentos directamente a la población, sino a través de distintas entidades sociales. Estas son las que tienen un censo cada vez mayor, que "non para de medrar". En todo caso, en los últimos tiempos sí están recibiendo llamadas de personas que se encuentran en situaciones de hambre que hasta ahora desconocían y piden comida directamente.
José Antonio Ramírez y Pepe Prieto, voluntarios del Banco, constatan que "hai moita demanda" tanto de asociaciones como de personas particulares y que es habitual recibir este tipo de llamada de gente pidiendo ayuda. A todos ellos, los remiten a entidades sociales y las Servicios Sociales municipales, pues el trabajo del Banco siempre se gestiona por esa vía.
Según estos voluntarios, cada mes va creciendo la demanda y "non ten visos de que aminore, ao contrario", de ahí que envían un mensaje a la sociedad pidiendo su implicación. "Todos estamos sufrindo e todos estamos pasándoo mal, pero hai unha grande diferencia entre o que podemos estar pasando calquera de nós nas nosas casas, nas nosas vidas, nos colexios... e os que están nunha situación de vivir en pobreza, non so vulnerabilidade, agora falamos de pobreza con maiúsculas", sostienen.
José Luis Doval se suma la este llamamiento a que la sociedad colabore en la Operación Kilo virtual que puso en marcha el Banco a través de su página web, pues las operaciones Kilo que solían organizar en los supermercados varias veces al año eran su "maior recurso para encher as estanterías", pero en plena pandemia no tienen opción de organizarlas.
Sí siguen recibiendo donaciones de particulares y empresas y colectivos como los guardacostas o la cooperativa de pescadores San Miguel de Marín les hacen entregas habituales de pescado que les ayudan a complementar las entregas a los usuarios, pero tuvieron que optar por acudir a la Internet para lograr donaciones y "ir aguantando isto e que non quede ninguén sen alimento".