Pasaban unos minutos de la una del mediodía cuando subí a aquel Alvia del que no bajaría hasta cuatro horas después. Pueden imaginarse lo que supone para una persona a la que le gusta pasear y hablar, a partes iguales, estar metido en un vagón durante tal cantidad de tiempo, más aún cuando los numerosos túneles dificultan la posibilidad de tener una conexión a internet estable con la que poder hacer ese tiempo mínimamente productivo, adjetivo siempre presente.
Cuando apenas llevábamos 20 minutos de trayecto, todos los pasajeros-as del vagón 9 ya teníamos más que claro que la vaca Lola, la vaca Lola, tiene cabeza y tiene cola, como así cantaba una niña insistentemente a viva voz desde antes incluso de comenzar el trayecto, ante la atenta y desesperada mirada de los padres. Sin embargo, como quien pasa de Guatemala a Guatepeor, el ruido se convirtió en el menor de nuestros problemas cuando otra pasajera sacó de su bolso, como quien saca un pañuelo, una caja con una pizza de pepperoni, que ella sola comió, pero hasta el maquinista olio.
Ante tal situación no me quedó más remedio que cruzar los 9 vagones que me separaban de la cafetería, buscando a la vez que los recorría, con el mismo empeño de quien procura la mejor ganga el primer día de rebajas, una cara que fuese mínimamente conocida con la que mantener una de esas conversaciones tan poco profundas y a la vez tan necesarias que se dan en los espacios públicos y que aliviase las cuatro horas de viaje.
Tras haber recorrido muchos, ya sólo quedaba un vagón, el previo a la cafetería, cuando, a punto de tirar la toalla, vi a lo lejos un peinado y un collar de perlas que me eran familiares. La miopía requirió que me acercase más para confirmar mis sospechas, era Teresa. La buena conversación estaba asegurada, lo que ligado a la perfecta puntualidad con la que llegamos al destino resultó en un viaje perfecto.
- Dime una pregunta que no te guste que te hagan.
No hay ninguna.
- ¿Cómo te definirías?
Afable, conversadora…
- ¿De Pontevedra de siempre?
Sí.
- ¿Cómo es tu relación con Pontevedra?
De nacimiento, acrecentada y mejorada cuando me incorporé a la vida política. Sin duda ese pontevedresismo tan arraigado en mí, es fruto del trabajo que hicieron mis padres con todos sus hijos. La única espina que tengo es no haber logrado ser alcaldesa de Pontevedra.
- ¿Qué sería lo primero que harías como alcaldesa?
Poner flores, es decir, limpiar la ciudad, embellecerla, adecentarla.
- ¿En dónde te ubicas: generación baby-boom, generación X o generación millenial?
Soy del baby-boom pero me considero más moderna.
- ¿Cuáles dirías que son las características de esta generación?
Somos una generación que recientemente hemos tenido que transitar por una transición digital importante para no quedarnos atrás.
- ¿A quién votaste en tus primeras elecciones?
Al PP, aunque cuando me presenté a alcaldesa no era ni militante.
- Sobre tu paso por la política ¿alguna anécdota digna de ser contada?
Pues me cuesta elegir después de 20 años en política, pero tengo miles. Desde un viaje a China con la CIG para dar un curso de relaciones laborales, hasta conducir un tractor en el campamento de A Lanzada una jornada de puertas abiertas en la que se nos ocurrió llevar a Panorama y en vez de 300 aparecieron 5000 visitantes. En cuanto bajé del tractor me puse a colocar mesas y hasta corté como 200 kilos de queso para el cáterin.
- ¿Cómo fue el día siguiente a dejar la política?
Del último cargo cese un 7 de julio, San Fermín. El 8 me incorporé a mi trabajo y el 9 empecé las vacaciones. Menos mensajes y muchos menos emails, lo demás todo normal.
- ¿Qué reto pendiente crees tú que tiene Pontevedra?
Desgraciadamente los mismos de los que se hablaban hace más de 20 años cuando me presenté a alcaldesa. Le falta dinamismo. Necesitamos algo más que aceras.
- ¿La clase política está a la altura de la sociedad?
Por supuesto, emana de la sociedad, no vienen de otro lado. Una sociedad corrupta en la que hay una falta clara de valores, tendrá una clase política corrupta en la que escasean los valores.
- ¿Qué consejo le darías a tu yo de los 20 años?
Que nunca se arrepienta de intentar algo. Mejor fracasar que no intentar.
- Un dilema, ¿un año sin ir a misa o un año sin ir de fiesta?
Casi que sin ir a misa (risas).
- ¿Qué es la amistad?
El valor más importante de una persona.
- Dime una canción que te emocione.
Muchas me emocionan, especialmente las de los 80, Nacha Pop, Los Secretos…me recuerdan a mi época universitaria. Además me chifla el flamenco.
- ¿Qué hay después de la vida?
Espero que algo muy bueno.
- ¿El último capricho que te hayas dado?
Materiales pocos… Darme un baño en la playa el fin de semana pasado.
- ¿Cuándo dijiste por última vez “te quiero”?
A menudo, mucho a mis hijos y menos de lo que debería a mi marido.
- Y, por último, ¿a quién te gustaría ver en esta sección?
A Mariano Rajoy o a Corina Porro.
Para Teresa Pontevedra sabe a alegría, huele a primavera, es de color verde esperanza y suena a infancia. Definitivamente, Teresa Pedrosa siente Pontevedra.
EL CUESTIONARIO
− Nunca salgo de casa sin… bolso.
− En mi nevera siempre hay… de todo.
− En mi armario destacan… los pantalones.
− La edad es… experiencia.
− Siempre fui el ojo derecho de… mi padre.
− Pontevedra tiene alma de… todo.
− Creo en… las personas.
− El año que marcó mi vida fue… 1991, cuando aprobé las oposiciones.
− El mejor regalo que me pueden hacer es… invitarme a cenar a un sitio bonito.
− Mi lugar en el mundo es… Pontevedra.
− Si no pudiese vivir en Pontevedra viviría en… Cádiz.
− Mi momento favorito del día es… el café de la mañana.
− Pontevedra… lo es todo para mí.