Cuando mis amigos y yo cursábamos los últimos años de instituto, teníamos la buena costumbre de finalizar los exámenes tomando algo en un conocido establecimiento de la calle Gutiérrez Mellado. Allí sentados, mientras comparábamos respuestas y se estimaban posibles notas, nos convertíamos en espectadores de las vidas de quienes transitaban por una de las más céntricas calles de la ciudad.
Habitual era ver a Isa y a Macuca de recados, a Lucía sacando a pasear a Bimba o a mis primos Mariluz y Adelicio equipados para ir a pilates... Sin embargo, pese al enorme cariño que me une a los anteriores, todas y todos considerados referentes en nuestra ciudad, he de confesar que había una pareja cuyo poder de atracción era mayor: la que formaban Senito y María Luisa.
Si María Luisa llevaba una chaqueta rosa, del mismo color era la camisa de Senito; si él optaba por una americana azul, azules eran los zapatos, bolso y pañuelo de María Luisa. La misma gracia que tenían para combinar(se) era la que tenían con todo el mundo, y la misma que ha heredado su hija, nuestra entrevistada, María Rey, en quien podemos ver a la mitad de cada uno de ellos.
- Dime una pregunta que no te guste que te hagan.
Pues que me pregunten cómo llevo la muerte de mis padres… ¿cómo lo voy a llevar?
- ¿Cómo te definirías?
Mujer trabajadora.
- ¿De Pontevedra de siempre?
De siempre, hija y nieta de pontevedreses.
- ¿Cómo es tu relación con Pontevedra?
Obligada.
- ¿En dónde te ubicas: generación baby-boom, generación X o generación millenial?
No soy de etiquetas.
- ¿Cuáles dirías que son las características de tu generación?
Somos una generación feminista de verdad, no lo que hay ahora, solidaria, seria y respetuosa.
- ¿A quién votaste en tus primeras elecciones?
Al PSOE, y lo volví a votar varias veces.
- Sobre tu paso por la política ¿alguna anécdota digna de ser contada?
Recuerdo una intervención en un pleno en el que le pedía al gobierno que arreglase las fuentes de Pontevedra, la contestación del concejal del BNG, Oubiña, se basó en decir que no era competencia suya e insinuar que yo no me enteraba de nada…cuando le enseñé una foto de un cartel que ponía “FONTE MUNICIPAL” cambió de cara.
- ¿Cómo fue el día siguiente a dejar la política?
Igual que el anterior, no noté cambio, como tampoco lo noté el día que entré. Bueno sí, me saludaban más personas.
- ¿Qué reto pendiente crees tú que tiene Pontevedra?
Cambiar de alcalde.
- ¿La clase política está a la altura de la sociedad?
Por supuesto, emana de la sociedad, no vienen de otro lado. Una sociedad corrupta en la que hay una falta clara de valores, tendrá una clase política corrupta en la que escasean los valores.
- ¿Qué consejo le darías a tu yo de los 20 años?
Que haga lo mismo.
- ¿Un año sin ir a misa o un año sin ir de fiesta?
Sin ir a misa claramente.
- ¿Qué es la amistad?
El apego constante sin matices ni preguntas.
- Dime una canción que te emocione.
Dos, Tenía tanto que darte y Un sorbito de champán, que era la canción de mis padres.
- ¿Qué hay después de la vida?
Espero que el descanso.
- ¿El último capricho que te hayas dado?
Un fin de semana en Madrid con mi marido
- ¿Cuándo dijiste por última vez “te quiero”?
Hace 10 minutos a mi marido.
- Y por último, ¿a quién te gustaría ver en esta sección?
A mi sobrino, Xacobe Medina, un ejemplo en la sociedad.
Para María Pontevedra sabe a mar, huele a rancio, es de color blanco y suena a música pop. Definitivamente, María Rey siente Pontevedra.
EL CUESTIONARIO
− Nunca salgo de casa sin… hacer la cama.
− En mi nevera siempre hay… comida para un regimiento.
− En mi armario destaca… el desorden.
− La edad es… aprender a vivir y a pasar de la opinión de los demás.
− Siempre fui el ojo derecho de… mi padre.
− Pontevedra tiene alma de… muchas almas
− Creo en… mí.
− El año que marcó mi vida fue… 2020.
− El mejor regalo que me pueden hacer es… quererme.
− Mi lugar en el mundo es… mi casa.
− Si no pudiese vivir en Pontevedra viviría en… la costa portuguesa.
− Mi momento favorito del día es… cuando me tumbo en el sofá y se van los niños a la cama.
− Pontevedra… necesita volver a creer en si misma.