Desde hace más de treinta años, el comedor social de San Francisco no falta a su cita diaria. Ni siquiera en estos momentos, en los que el coronavirus tiene confinada a la población. Tras realizar ajustes por motivos sanitarios, han podido alimentar con normalidad a sus usuarios.
Eso sí, el comedor ha cerrado sus puertas y la comida ahora se entrega tres días a la semana, los lunes, miércoles y viernes, gracias a la colaboración de Protección Civil, en táperes sellados y bolsas para reducir el riesgo de contagio del COVID-19.
Esta situación, señala el padre Gonzalo, "no les gusta" al centenar de personas que, habitualmente, comía en estas instalaciones, casi todos habituales desde hace años.
"Estaban acostumbrados a venir al comedor, son ya amigos que se reencuentran aquí a diario y había cierta familiaridad con nosotros" y, en esta situación, "está todo cortado", añade el responsable de esta obra social.
La comida, que se prepara cada día de reparto en las cocinas del comedor, era preparada hasta ahora por un grupo de voluntarias, que por el confinamiento del coronavirus, han dejado de acudir porque, según el religioso, "tienen que estar en sus casas".
Todas salvo una, reconoce agradecido el padre Gonzalo. Se trata de Sagrario Fariña, una mujer de 70 años que, para no interrumpir su labor en el comedor, ha dejado de convivir en su domicilio habitual para evitar un posible contagio a sus familiares.
Con todo, entre los responsables del comedor también hay cierta preocupación. Gran parte de los alimentos que ofrecen diariamente a personas en riesgo de exclusión proceden de los excedentes que, hasta ahora, donaban supermercados de la ciudad.
Pero desde que se decretó el estado de alarma "no nos han traído nada", explica el padre Gonzalo. "Nunca nos había pasado algo así", lamenta el sacerdote, que espera que una vez que la gente "parece que ya no tiene tanto apuro para comprar" esta situación se pueda normalizar y se retomen estas entregas solidarias de comida.
Por ahora, "tenemos provisiones para bastante tiempo" gracias a las donaciones que empresas, entidades sociales y particulares han ido realizando en los últimos meses y, además, el Concello de Pontevedra se ha ofrecido a comprar los alimentos que escaseen.
"Eso siempre es una ayuda", relata el padre Gonzalo, que se emociona al pensar que, si esta situación se alarga mucho en el tiempo, la actividad del comedor se puede resentir.
Gran parte de la ayuda para alimentar a las personas más desfavorecidas de Pontevedra proviene del 'cepillo' de las misas de la iglesia de San Francisco, por lo que la suspensión de las actividades religiosas "es un hándicap a mayores" para mantener la obra social del comedor.
Sea como sea, lucharán por todos los medios para que el comedor de San Francisco siga siendo lo que ha sido siempre, uno de los principales referentes solidarios en Pontevedra.