Cuando una persona llega al pico de una cumbre puede alzar la mirada y quedarse anclado a las nubes (o a una Estrella Michelín). También puede bajar los ojos para disfrutar la altura alcanzada, sin olvidar todo el camino andado hasta allí. Así le sucede a Javier Olleros. Disfruta del lugar que ocupa como "cosiñeiro" sin olvidar de dónde vienen sus padres, qué hicieron para ganarse la vida, cuál es el camino que él mismo ha ido recorriendo, y qué ocurre a su alrededor. Es ese tipo de personas que desde el segundo uno en que lo conoces transmite buenas vibraciones, buen rollito como diría Amparanoia. Seguramente porque Javier Olleros Rodríguez es igual que las cosas que ha ido haciendo en la vida: "de forma natural".
Nació y vivió en Suiza porque sus padres, Pepe e Isabel tuvieron que buscarse un futuro en la emigración. Aquel ourensano y aquella meca se conocieron allí y junto a Jorge y Javier, sus dos hijos, un día volvieron a O Grove y montaron un hotel, dejando de cocinar y atender este negocio para otros. No cabe duda de que si pudiera hacer un homenaje diario a todos aquellos que emigraron y que emigran, lo haría. No es pose, sino activo con esa causa.
Durante la infancia, la adolescencia y primera juventud fue un "culo inquieto" que no paraba de hacer trastadas, que andaba castigado con reiterada frecuencia, "un gamberro" se define él. Pero llegaron los 26 años y un batido de desencantos junto a una lección de sus padres lo transformaron.
Aquel joven que había salido de la Escuela Pública de Hostelería de Santiago, cuando no ayudaba en el negocio familiar comenzó a viajar. Pero no por asueto, sino para trabajar gratis con chefs de renombre, gallegos, no gallegos e incluso de Tokio. Y aquel joven druida de la cocina comenzó a idear su pócima. La llamó Culler de pau.
Dando vueltas a esa marmita no quiere ni puede dejar de pronunciar un nombre: Amaranta. No podía ser de otra forma, es una mujer grovense que entró en su vida antes de que llegara el Culler de pau. Como el druida reconoce en esta Playlist de PontevedraViva Radio, acabó también siendo parte fundamental de la creación, tal y como él deseaba. A día de hoy, dos pequeños viven y ayudan en Reboredo: Antón y Zoe.
Quién sabe si en el futuro Javier podrá tocar más Estrellas. Lo cierto es que dispone de ingredientes fundamentales: ilusión, disfrutar de lo que hace, de lo que tiene y de quienes le rodean; conocerse a sí mismo, poder y saber decir lo que piensa, sensatez...en fin, ese "pouso" que trae la madurez.