Puertas cerradas, edificios vivos

Pontevedra
24 de abril 2020

El estado de alarma obligó a muchos trabajadores a realizar la atención al público a distancia desde sus casas, pero la actividad en los edificios institucionales no cesa y el personal de seguridad sigue acudiendo a diario a abrir las puertas y atender el teléfono

Genaro Barral es el guardia de seguridad del edificio del Insituto Galego de Vivenda e Solo de Pontevedra PontevedraViva

La entrada en vigor del estado de alarma el pasado 13 de marzo dejó las calles desiertas. Muchos perdieron su puesto de trabajo y otros siguen realizando sus funciones desde casa. Pero una parte del tejido laboral sigue acudiendo a diario a sus puestos de trabajo. Sanitarios, policías, trabajadores de supermercado o limpiadores, para ellos son los aplausos de cada día, su labor es vital. Pero existen otras funciones menos visibles e igualmente fundamentales.

"El edificio está cerrado al público y los funcionarios trabajan desde casa, pero la gente necesita informarse y yo me encargo también de atender esas llamadas", explica Genaro Barral, guardia de seguridad de la delegación de Pontevedra del Instituto Galego de Vivienda y Suelo, que sigue acudiendo cada mañana a su puesto de trabajo para abrir y cerrar el edificio y, desde su garita, atender el teléfono. "Aquí solo estamos un informático y yo, toda la plantilla de funcionarios trabaja desde casa. Pero la gente sigue pendiente de las ayudas y llaman para pedir información", detalla el guardia. Su cometido también es transferir esas llamadas al departamento correspondiente, mientras que el de su compañero informático es dar soporte al teletrabajo del funcionariado.

A pesar de sentirse un "privilegiado" por poder mantener su trabajo y no estar tan expuesto a la pandemia como sus compañeros de los hospitales, aeropuertos o centros comerciales"cinco compañeros míos del hospital de Lugo dieron positivo", subraya, reconoce este trabajador de Dorrón que también para ellos "esta situación se hace dura". Lo que peor lleva es la falta de contacto con sus seres queridos. "Tenemos que estar aislados, llevo sin ver a mi madre desde que empezó esto porque es mayor y tuvo cáncer", relata muy comprometido con el cumplimiento de todas las medidas de seguridad para superar cuanto antes la crisis.

A pesar de las dificultades de su día a día, el guardia de la empresa Salzillo agradece la atención que le prestan tanto desde su empresa como de la Xunta. "Nos están dando todo el material y nos llaman a menudo para saber cómo estamos. También de la Xunta vienen todas las semanas a visitarnos", destaca Barral.

"Sabemos que el aplauso es para todo el mundo, pero a veces en la seguridad privada nos sentimos un poco abandonados", concluye este sanxenxino que seguirá acudiendo a su puesto de trabajo para abrir las puertas de un edificio vacío pero vivo a la espera del regreso de funcionarios y usuarios.