El panorama era desolador en la mañana de este martes en Vilanova de Tenorio y Almofrei, en el Concello de Cotobade. A derecha e izquierda, el monte estaba teñido de negro; el cielo lo cubría una densa nube gris; y, al fondo, se distinguían las llamas que seguían devorando hectáreas y hectáreas de terreno. A las dos de la tarde la Consellería de Medio Rural elevaba a 365 las hectáreas que habían ardido en cuestión de 20 horas, desde que a media tarde del lunes se iniciaron en un lugar todavía por determinar. La cifra en sí misma asustaba a vecinos y curiosos, pero había algo que les causaba todavía más miedo: la convicción de que el viento soplaba cada vez más fuerte, el incendio estaba desbocado y los cientos de efectivos de lucha contra el fuego no daban abasto para controlar las llamas.
Más presente que nunca estaba la oleada de incendios de 2006, que golpeó cruelmente este municipio y todos los de los alrededores y de su mente era imposible retirar las escenas de pánico vividas a lo largo de la noche anterior. "Mira, desde as oito da tarde aínda non fun á casa ni durmín", contaba a mediodía María del Placer Barbeito, una vecina de Fontenova, en Almofrei, de 80 años que desde primera hora de la mañana se ayudaba con un cubo para ir sofocando los resquicios de fuego que podían quedar o que surgían de forma espontánea en los alrededores de su vivienda. No había ido a la cama y no notaba el cansancio porque cada vez que cerraba los ojos le surgían de nuevo las imágenes del fuego a apenas unos metros de su casa. A las cinco de la mañana, recuerda, "estaba encima daquel coto a ver o lume".
NOCHE EN UN PABELLÓN
Como ella se encontraban este martes cientos de vecinos de Tenorio y Almofrei, las dos zonas más golpeadas por el fuego, que también llegó a otros puntos de Cotobade o a la parroquia pontevedresa de Bora. Vilanova de Tenorio es el epicentro del dolor, el lugar con más afectados. Decenas de familias fueron desalojadas de sus casas, muchas se fueron a las casas de familiares y amigos y diez acabaron pasando la noche en el pabellón de Tenorio, donde el Concello y Cruz Roja habilitaron colchones y comida para que pudiesen pasar la noche, además de un equipo de apoyo psicológico.
Allí estuvo durante toda la noche de voluntaria Paula, una vecina de la zona que estaba en el pabellón con un torneo deportivo cuando, con la caída de la noche, empezaron a llegar los desalojados. Ya solo fue a su casa, y a la de otras vecinas, a buscar una cafetera o una sandwichera "para que a xente polo menos tomara algo quente". Y entre café y café, acompañaron a quienes estaban físicamente en el pabellón, pero con la mente en sus casas y en el fuego que las estaba poniendo en peligro. Algunos, los de más edad, ni siquiera querían entrar al recinto, sino que "sentaron fóra e quedaron a mirar para o lume toda a noite". Otros, como una mujer de más de 80 años, intentaron relajar el ambiente con bromas para intentar pasar las largas horas transcurridas hasta que poco antes de las ocho de la mañana les avisaron de que podían regresar a sus casas.
DESALOJO ALTAVOZ EN MANO
El desalojo de esos vecinos y de los que optaron por irse a casa de sus familiares fue posible gracias a la colaboración de la Guardia Civil y de efectivos como el sargento José Antonio Rodríguez Álvarez, del puesto de la Benemérita de Pontevedra. Este martes afrontaba una nueva jornada de trabajo en las tareas de seguridad de la zona de Vilanova, pero los momentos más duros los vivió cuando, a medida que se acercaba la noche anterior, se decidió la evacuación de Vilanova de Tenorio y fue, altavoz en mano, avisando a todos los vecinos de que no era seguro que siguiesen en sus casas por la cercanía del incendio.
Un total de 80 casas, con 200 personas, recibieron el aviso de los agentes y a una decena de ellas se fue a propósito para pedir la colaboración de los vecinos. Todos colaboraron y tan sólo fue necesario hacer una evacuación propiamente dicha con una mujer de 86 años que estaba encamada y, además de tener movilidad reducida, padece alzhéimer. Con ayuda de una ambulancia del 061, se le sacó de la casa y fue trasladada al hospital, donde pasó toda la noche.
DORMIR CON EL FUEGO AL LADO
No todos los vecinos de Tenorio y Almofrei fueron desalojados, pero sí todos vieron el fuego a escasos metros. Juan es uno de ellos. Ya vivió la tarde "con pánico" y la noche fue mucho peor. "O lume viña e, por onde pasaba, devoraba todo", de modo que los propios vecinos, con palas y cubos y la cara tapada con toallas mojadas se unieron a los efectivos de extinción de la Xunta de Galicia y del concello para evitar que las llamas arrasasen sus casas. "Foi unha cousa similar á de 2006", recuerda, y él, como ocurrió hace diez años, se sintió "impotente".
Impotencia también es el sentimiento que sintieron en la familia Gesteira Iglesias. El fuego literalmente rodeó su casa cuando estaban en ella siete personas, cuatro de ellos menores de edad. Entre ellos había un bebé de un año y medio y una niña de nueve que, llegado un momento, no pudo evitar ponerse a llorar y que, al dia siguiente, y con la casa rodeada de negro, no se puede sacar de la cabeza los gritos de su vecino, que en medio de la noche tan sólo pedía "no me dejéis morir con 12 años".
A esta familia no la desalojaron, pero ellos tampoco habrían querido irse. "Como te ías co lume ao lado da casa? É duro deixar todo á aventura. Se marchamos ardía todo", asegura María José del Castillo, que vive todo el año en Suiza y está en Almofrei de vacaciones en la casa familiar. A pesar de que la noche fue dura y su marido ni siquiera fue a la cama manguera en mano y pendiente de lo que le iban trasladando la Guardia Civil y los medios de extinción, se alegra de haber estado aquí y no en la emigración en un día como el de este lunes. "Estás aquí y ves lo que hay, si estás lejos, te pones más nerviosa", asegura tras una noche "inolvidable".