"Hoy ha sido el día más feliz de mi vida. Me he casado en Vigo, en Lavadores, fuimos 10 personas y después tomamos un desayuno que nos costó 145 pesetas. Y sigo con el relato del día…"
Estas emotivas palabras, escritas por José María Ureta Ugarte en su dietario de 1941, son una muestra de la rica historia que atesora Taberna La Navarra.
En su almacén, la familia conserva anuarios desde 1933, en donde se anotaban las cuentas, eventos familiares, adversos meteorológicos e incluso pequeñas crónicas de acontecimientos históricos.
El establecimiento, situado en el número 13 de la calle Princesa, en el centro histórico de Pontevedra, celebrará próximamente su centenario.
Aunque la fecha exacta de apertura no está clara, "un artículo de Diario Pontevedra del 13 de enero de 1925 menciona la existencia de un almacén de vinos navarros en este local, no dice que se haya inaugurado ese día, pero bueno, es la fecha de la cual hemos decidido que ese día cumple los cien años", explica Milagros Guzmán.
Milagros es la viuda de José María Ureta Rodríguez y actual propietaria junto a su hijo Chema Ureta.
Ambos son los guardianes de esta tradición familiar que comenzó con los hermanos Justo y Bernardo Ureta Domazaen, quienes llegaron a Pontevedra desde Navarra en la década de 1920.
Bernardo, un talentoso pastelero que había trabajado en París, estaba empleado en el Hotel La Toja. Estando en Pontevedra, abrió una confitería con su hermano en la calle Real, número 8. Pasado un tiempo, vieron el local vacío de la calle Princesa, que había sido una carbonería, y acordaron poner un almacén de vinos navarros.
Desde entonces, el negocio ha pasado de generación en generación, con el hijo de Justo, José María Ureta Ugarte al frente desde 1941. La saga familiar continuó con José María Ureta Rodríguez y ahora su hijo Chema Ureta Guzmán, la cuarta generación.
"Mi marido se incorporó al negocio muy joven, estaba estudiando enología en Haro y, muy a su pesar, tuvo que dejar los estudios para echar una mano a la familia. Unos años antes del fallecimiento de mi suegro en 1989, cuando enfermó, se puso al frente del negocio y, tras la muerte de mi marido en 2008, decidí seguir yo adelante, aunque no es mi profesión, yo fui maestra", cuenta Milagros.
Su hijo Chema está involucrado en la taberna, aportando su formación como químico y enólogo para ofrecer una selección de vinos de alta calidad, mientras compagina su trabajo a jornada completa en una bodega de Salvaterra de Miño.
El legado de La Navarra se ha mantenido a lo largo de los años gracias a la dedicación de la familia Ureta porque, aseguran, las ganancias son escasas. "Estamos aquí por amor al arte, o mejor dicho, por amor al apellido Ureta", cuentan entre los dos.
En esta trayectoria, quieren hacer una mención especial a "la suerte de que tenemos un empleado, Rafael Fernández, muy bueno, muy trabajador y muy leal", que lleva trabajando en la taberna desde 1997 y que, según comentaba a PontevedraViva emocionado durante la sesión de fotos: "me siento como un miembro más de la familia, y también amigo de todos los que nos visitan".
"Aunque La Navarra mantiene su esencia, yo creo que uno de los secretos es que hemos aprendido a adaptarnos a las tendencias de cada momento, siempre con la calidad de nuestros vinos como pilar fundamental", añade Chema. Los vinos navarros que trajeron sus antepasados conviven con una nueva querencia hacia los blancos y rosados, cócteles italianos e incluso el vermú, "una moda que vuelve a recuperarse".
Lo que permanece inalterable es la demanda del vino de pasa, un producto que distingue a La Navarra. ¿El secreto? Mantener la zona de origen de siempre. Chema nos confía que el vino de pasa lo traen de Cheste, en Valencia, y que la reciente DANA a punto estuvo de dejarlos sin suministros para Navidad.
La taberna ha sido un punto de encuentro para todas las clases sociales. "Aquí se mezclan todos, desde un juez hasta un obrero de la construcción. Esa es la belleza de La Navarra", afirma Chema Ureta, quien ha crecido rodeado de las historias que se contaban de los personajes que habían pasado por el local, incluyendo al rey emérito Juan Carlos I durante su estancia en la Escuela Naval Militar de Marín, "que me decían que era asiduo".
La pandemia de COVID-19 supuso un reto sin precedentes para La Navarra, interrumpiendo su actividad por primera vez en cien años, y provocando un agujero en las cuentas. "Fue la única vez que cerramos tantos días, ni siquiera durante la Guerra Civil tuvieron que hacerlo", señala Milagros.
Otro cierre obligado, pero solo durante unas horas, sí recuerda que le contaron que sucedió en sendas visitas del Generalísimo y de Eva Perón a Pontevedra. "Todos los negocios tenían que cerrar sus puertas durante unas horas para ir a aclamarlos".
Con la mirada puesta en el futuro, Milagros piensa en la que será la quinta generación, su nieto de 24 años, que estudió cocina en San Sebastián y ahora trabaja en A Coruña, donde se sigue formando. "Su idea es venir. La Navarra quedaría como está, pero mi nieto en principio acondicionaría este otro local, donde estaba el almacén original".
Es en este bajo, situado enfrente de la taberna, en el número 6 de la calle Princesa, donde se conserva el mobiliario original, las barricas y los dietarios con los que iniciábamos este artículo.
Chema reflexiona sobre lo que significa llegar a los cien años. "En estos días que se aproximan al centenario, uno se da cuenta que La Navarra es más que un bar, es parte de la vida de muchas personas, porque la gente te para, te dice, te comenta con tanto cariño, y a veces te sobrepasa", dice emocionado.
En estas fechas de conmemoración, recuerda con nostalgia unas palabras que repetía su padre: "Tengo más clientes en La Navarra del cielo que en La Navarra de aquí". Madre e hijo asiente con una sonrisa, confiados en que sus antepasados también los acompañarán en esta efeméride.
Para celebrar el centenario, un grupo de clientes habituales está organizando una comida para el 1 de febrero, mientras que la familia Ureta planea una celebración a su manera. "No sé lo que haremos para celebrar, pero seguramente algo haremos. Queremos que la gente que ha sido parte de nuestra historia sienta que le agradecemos su lealtad a lo largo de los años", asegura Milagros.
"Si me permites, solo darle las gracias a todos los clientes de todos estos cien años que han venido a La Navarra, que si esto ha llegado hasta aquí es gracias a ellos. Gracias, gracias y muchas gracias". Palabras de Chema que suscribe Milagros y que, acompañados de Rafael, rematan con un brindis por toda la gran familia que forma La Navarra.