Concepción Crespo Rivas, Conchita, tuvo vocación de profesora "desde niña" y dar clase fue "su mayor felicidad". Regina, una de sus sobrinas, está convencida de que ha sido "uno de los factores que contribuye a que haya llegado a los 100 años".
De ahí que no hubiese forma más acertada de celebrar ese siglo que allí donde encontró el secreto de la longevidad, en un colegio.
La labor docente de Conchita ya le valió el reconocimiento, promovido por sus compañeros, de que el colegio al que ayudó a poner los cimientos lleve su nombre.
Abrió sus puertas a principios de los ochenta como la Escuela Preescolar de Campolongo y desde 1997 se llama Escuela de Educación Infantil Concepción Crespo Rivas en su honor.
Ya cuando cumplió 90, su cumpleaños fue una celebración para sus compañeros y este lunes, por los 100, todo el centro educativo se volcó en felicitarla.
Acudieron cinco de las compañeras que vivieron con ella aquellos primeros años del centro, Amalia, Tere, Pepita, Marisa y Pili -Araceli disculpó su ausencia- y todo el alumnado y profesorado actual le dedicaron canciones, aplausos y un homenaje que pasará a formar parte de la historia del centro.
Actualmente en la residencia Soremay de Pontevedra, Conchita acudió acompañada por parte de su familia y ver a los niños situados ante ella y felicitándola le llenaron los ojos de emoción.
Se contagiaron sus sobrinos, conocedores de que "durante toda su vida de docente fue muy feliz" y emocionados al verla arropada y conocer el mimo con que le prepararon la fiesta.
Ya había emocionado a Conchita que su colegio lleve su nombre, reconocimiento que le llegó ya jubilada y que rechazó por humildad y timidez.
"Ni se lo podía imaginar ni soñar. Nunca en la vida lo hubiera pensado; ella lo hacía por vocación y no pensaba en que podía llegar más lejos. Fue una sorpresa para ella y una maravilla para todos", reconoció su sobrina Regina.
La fiesta comenzó con todo el alumnado y profesorado del centro cantando la canción que escribieron para rendirle homenaje cuando se bautizó el centro. "Ti es, Conchita, de toda a xente. A profesora máis chupiguay onte agora e sempre. Pois, dende hoxe, es inmortal".
Llegaron luego el cumpleaños feliz, una tarta con sus 100 años, un ramo de flores que le arrancó una sonrisa y muchos aplausos.
La emoción invadió a todos los presentes y, en especial, a Amalia, Tere, Pepita, Marisa y Pili, que recordaron aquellos primeros pasos del centro.
Poco personal, mucho alumnado, pocos recursos y muchas ganas de trabajar confluyeron en este colegio hoy convertido en referente. De Conchita "todo lo que diga es poco", reconoció Marisa durante el acto.
"Profesora excelente, compañera, bellísima persona, siempre de bueno humor" y, por encima de todo, alguien a quien "le encantaban los niños". Son algunos de los aspectos de su personalidad que destacó de esta compañera que, soltera y sin hijos, fue la madre de muchas generaciones de alumnos.
"Hace muchos años emprendimos el trabajo de poner a funcionar esta escuela", rememoró Marisa, que compartió todos los buenos recuerdos que tienen todos con Conchita desde que en 1981 abrió el centro.
Todas conservan su vocación a pesar de llevar años jubiladas porque "nunca se deja de ser maestra, es como el sacerdocio" y repasaron recuerdos no tan agradables como: "teníamos que ir a lavar las cortinas a casa. Cada una llevaba sus cortinas a lavar; y menudas cortinas".
En verano se llevaban las piedras y peces del acuario a casa para evitar el abandono, se encargaban de la limpieza del material y suplían con ingenio la falta de medios. "Era una verdadera locura, pero fue todo muy bonito", insisten.
Fueron décadas confeccionando trajes de Carnaval -fueron pioneras-, haciendo fotocopias con gelatina y emprendiendo "luchas titánicas" con el Concello de Pontevedra para tener calefacción o con los jardineros que ignoraban el centro en sus labores des mantenimiento.
Eran ocho y tenían ocho aulas, de modo que, cualquier ausencia, debían suplirla las compañeras y crearon una complicidad que mantuvieron hasta día de hoy. "Nos hemos jubilado todas aquí", presumen, fieles defensoras del centro y de la decisión de haberle bautizado en honor a Conchita. "Ella no quería y le dijimos: ¿cómo no lo vamos a poner? Si hay alguien que lo merezca es ella. Y creo que hemos hecho muy bien".