"Laura era buena y dulce. Una pena, 23 años", decía este jueves una mujer a las puertas del edificio Cersia, centro de coordinación e información del accidente ferroviario y punto de atención a las familias de las víctimas. Hablaba de la pontevedresa Laura de Juan Portela, que encontró la muerte en las vías con tan sólo 23 años. El 7 de septiembre habría cumplido 24.
La que recordaba a la víctima mortal pontevedresa era la madre de su novio, que acudió al edificio Cersia de Santiago para informarse sobre las últimas novedades de la catástrofe y sobre el desenlace para Laura de un viaje que se las prometía feliz, regresaba justo después de presentar su proyecto de fin de master en la Universidad Complutense de Madrid.
La fallecida volvía a casa por vacaciones y con un contrato predoctoral para personal de investigación debajo del brazo, de modo que su llegada debía ser una celebración. El contrato era para el Instituto de Ciencias Matemáticas del Centro Superior de Investigaciones Científicas. Se rompió a menos de cuatro kilómetros de la estación, en Angrois, justo en la curva de A Grandeira, un lugar que ha quedado grabado en el imaginario colectivo para la historia.
El novio de Laura comunicó a su madre que la chica iba en los trenes. Ella le llamaba para preocuparse por su hijo, para saber si le había pasado algo por todo lo que estaba sucediendo en Santiago, pero la noticia que recibió fue peor, él le comunicó que la chica iba en el Alvia siniestrado y que no sabía nada de ella.
"Yo no lo sabía. Sabía que venía a finales de mes pero no cuándo. A partir de ahí ya no sé qué me dijo, yo ya no me acuerdo. Quise ir, pero mi hijo me dijo, no vengas, esto es un caos", señala esta mujer en declaraciones recogidas por la agencia Efe.
Estaba relatando un caótico accidente en el que finalmente, a lo largo de la mañana de este jueves, se confirmaron los peores augurios para la familia de Laura. Su padre es cirujano y trabaja en el Hospital Montecelo de Pontevedra y su madre es funcionaria de Educación.