La caída de la hostelería provoca un efecto dominó que ya afecta a los proveedores

Pontevedra
06 de noviembre 2020

Desde la declaración del primer estado de alarma en el mes de marzo, los distribuidores del sector en la ciudad alertan de una caída de ingresos que ronda el 75 % con respecto al mismo período del año 2019. Desde marzo, el descenso de la actividad fue constante, solo durante los dos meses de verano hubo un ligero repunte, pero con el estallido de la segunda ola el sector está despeñándose por un precipicio

Los proveedores de la hostelería ya notan los efectos de las restricciones del sector Mónica Patxot

La rueda de la hostelería se ha parado. El engranaje que daba sustento a centenares de empresas en la comarca de Pontevedra saltó por los aires con la pandemia de la covid-19 y las restricciones impuestas por el Gobierno a este sector con el objetivo de reducir los contagios. Este viernes, bares y restaurantes cerrarán durante un mes.

Las facturas llevan todo el año acumulándose, los ingresos caen y muchos están al borde de la quiebra. Para alertar de la gravedad de la situación salieron este martes a la calle porque su caída arrastrará a cientos de autónomos, pequeñas empresas y familias que viven directamente de este sector.

"Nuestro principal cliente es la hostelería, si a ellos les va mal, si cierran, imagina qué nos va a pasar a nosotros", relata la propietaria de Diego Lores, uno de los principales proveedores de bares, restaurantes y pubs de la capital. "Les vendemos de todo, mayoritariamente bebidas, pero también papel, aperitivos y toda clase de productos", remarca.

El ejercicio todavía no lo tienen cerrado, pero los resultados dan miedo y reflejan la magnitud de la crisis que está padeciendo un sector clave en la economía pontevedresa. "Estamos facturando alrededor de un 80% menos que el año anterior", exclaman.

No se trata de un caso aislado, otros proveedores como Frit Ravich o La Tienda del Cóctel también están sufriendo pérdidas similares. "Prefiero no pensar en los números, pero calculo que dejaré de ingresar un 75% de lo que ingresé en el 2019", reconoce Carlos Abilleira, propietario de una empresa especializada en la preparación de cócteles, batidos y cafés especiales que vio como en marzo prohibían este tipo de servicios en eventos y que ve ahora como el otro pilar de su negocio, la venta de ingredientes para estas bebidas, se viene también abajo.

De la catástrofe no se libran ni gigantes como Estrella Galicia, aunque la empresa que abastece de cerveza a la mayor parte de la hostelería de Pontevedra tiene decidido no hacer valoraciones sobre la situación sanitaria y las restricciones del Gobierno, desde la central admiten que "es evidente que tiene repercusiones". De hecho, el consejero delegado, Ignacio Rivera, mostró su malestar en sus redes sociales con la decisión de clausurar el sector durante un mes después de haberse confirmado que solo el 3% de los contagios procede de la restauración.

Una muestra de la inesperada caída de un sector que cotizaba al alza desde hace años la da Lois Rodríguez, autónomo encargado de la distribución de productos de Frit Ravich en las comarcas de Pontevedra y O Salnés. "Cada año estaba siendo mejor que el anterior. Durante enero y febrero seguimos creciendo, pero a partir de marzo empezamos a perder y calculo que ingresaremos cerca de un 65 % menos que el año anterior", detalla el responsable de abastecer de aperitivos, pinchos y alimentos a decenas de locales por toda las Rías Baixas.

Desde marzo, el descenso de la actividad fue constante, solo durante los dos meses de verano hubo un ligero repunte, pero con el estallido de la segunda ola el sector está despeñándose por un precipicio. "Estamos ganando menos y con más gastos que nunca", declara Lois.

La entrada en vigor de las restricciones, coge a los hosteleros sin tiempo para estudiarlas y planificar su actividad. "Suelo servir pedidos a dos días y ya me tiene pasado de llegar y que no estén abiertos o que me lo devuelvan. Sé que no es su culpa ni la de ellos, pero al final perdemos todos", lamenta poniendo como ejemplo lo ocurrido durante el fin de semana de Difuntos, en el que se implantó sin margen el toque de queda y se limitaron las reuniones a solo personas convivientes.

Al margen de la precaria situación económica de la mayor parte de estas empresas, el desánimo, pesimismo y preocupación empieza a cundir entre los trabajadores. "Yo quiero ser positivo, quiero pensar que es solo un mes, hay que aceptar las reglas, y luego volverán a abrir", plantea Abilleira no sin reconocer que "es un problemón" y que se trata de medidas "que no surten efecto, porque solo el 3% de los contagios se dan en la hostelería y están fastidiando a un sector para nada", protesta.

En algunos casos, las pérdidas comienzan a afectar al patrimonio personal de los proveedores. "Mi situación me permite aguantar y esperar a poder seguir trabajando. Con el trabajo de todos estos años pude ahorrar para comprarme una segunda residencia y disfrutar allí mis días libres, ahora decidí alquilarla para poder subisistir", lamenta Rodríguez, que, como todo el sector, permanece inquieto a la espera de que suene el teléfono para encargar unos pedidos que menguan al mismo ritmo que crecen los contagios y cierran los bares.