Juan Manuel Salgado Lamas, conocido como Penedo, lleva más de 30 años trabajando como transportista internacional, ha recorrido toda España y Europa con todo tipo de mercancías, últimamente todas de carácter alimentario, y ahora, a sus 63 años y medio, está viviendo experiencias nunca antes vistas ni imaginadas. Pertenece a una de esas profesiones que no solo no para con motivo de las restricciones del estado de alarma, sino que incluso tiene más actividad, para poder surtir al resto de la población de alimentos y productos básicos y, a la dificultad de hacer su trabajo con el temor continuo del contagio y durante más horas, le suma una añadida: no tener servicios para suplir sus propias necesidades básicas.
"Lo que más estamos sufriendo es no tener servicio alguno", explica este vecino de Barro desde Pozoblanco, en Córdoba, la última parada de su ruta. Desde que han empezado las restricciones, puede contar con los dedos de una mano las estaciones de servicio o lugares de toda España en los que ha podido tomar un café o un plato de comida caliente, pues los establecimientos tienen autorizada la venta de comida para recoger en el local y llevar, pero la inmensa mayoría ha optado por cerrar totalmente.
Así, por ejemplo, después de todo el día recorriendo España para llevar una mercancía, los camioneros se encuentran con que, a la hora de comer o cenar, tienen que optar por snacks que puedan comprar en las tiendas de las gasolineras o comida que hayan podido encontrar en un supermercado, en muchas de las estaciones de servicio ni siquiera les dejan utilizar los servicios y, en las que sí pueden pasar la noche en su camión, cuando se despiertan por la mañana, no tienen ni opción de tomarse un café caliente para poder coger fuerzas para una nueva jornada de kilómetros.
Penedo se ha encontrado excepciones y las enumera porque quiere agradecer el gesto a quiénes sí le han servido una bandeja con comida para poder tomarla en su camión. En la A-4, en el área de servicio Guarromán en Jaén, le sirvieron un menú en bandeja que luego degustó en su camión. En la gasolinera Valcarcel de la A-6, en San Vicente del Palacio, en Valladolid, también, se lo suministraron, a través de una ventanilla, y pudo comer caliente. "Te lo sirven…. Eso es una maravilla", repite agradecido.
En la otra cara de la moneda sitúa a la inmensa mayoría de los establecimientos. Reconoce que, tras unos primeros días de cierre casi total, a medida que avanza el estado de alarma está encontrando más servicios, pero la tónica general es que "hay más que no ofrecen nada que las que ofrecen algo".
Lo habitual es encontrarse "estaciones de servicios cerradas; muchas no te te dejan pasar a los servicios; si te dejan pasar, con los protocolos de seguridad estipulados, de uno en uno; no hay cafés, como mucho, con monedas en máquinas". Lo más habitual es que la comida que les ofrezcan sea la que puede haber en las tiendas de souvenirs y, como mucho, una barra de pan, y casi siempre a "precios desorbitados, sin nada de platos de comida caliente".
Este vecino de Barro entiende las restricciones del estado de alarma y él mismo adopta todas las medidas de protección y no sale del camión sin guantes ni mascarilla, pero quiere recordar que "el volumen del transporte no se redujo nada, se está moviendo igual que siempre, con el correspondiente riesgo que corres" y cree que, al menos, podrían tener servicios asegurados.
Estos días él está transportando leche, un alimento básico para la ciudadanía, y en las últimas semanas en las que ya el coronavirus se estaba expandiendo por toda Europa ha transportado también vino y aceite por distintos puntos de Francia, Portugal, Bélgica o Italia. "Supone mucho arriesgar, ir a cualquier parte, pero como transportamos alimentario, tenemos que movernos", asume.
Sus compañeros -trabaja en una empresa de San Miguel de Deiro, en Vilanova- estuvieron en Italia en los peores días de expansión y "de momento, todos nos salvamos, pero ¿qué quieres que te diga? Tal y como está el tema…" cualquier día se espera un contagio. Es habitual que transporten leche desde Monforte a Madrid o a Valencia o aceite a León y siempre extreman precauciones.
Las propias empresas evitan contactos y, cuando hacen entregas o recogen mercancía, tan solo suelen acercarse a la persona de recepción o, como mucho, otro empleado de personal, y evitando las aglomeraciones, pero Penedo insiste en que "por muy estricto que seas, tanto va el cántaro a la fuente, que en una de estas se rompe".