El triple drama de Marga: su ex asesinó a su hijo, un guardia civil "no me hizo caso" y un juez cuestiona su reacción

Pontevedra
23 de abril 2019

Margarita Dopico denuncia que se siente "totalmente" desamparada y cuestiona que "algo falla" cuando las instituciones "no están escuchando nuestras voces de alarma". La directora del CIM  ve su caso un claro ejemplo de la "violencia institucional" y de "victimización secundaria" de las víctimas de violencia de género 

Margarita Dopico, en la Casa da Luz Mónica Patxot

El 2 de octubre de 2010, Margarita Dopico se sumió en un infierno en vida. La llevó hasta allí su exmarido, José Luis Deus, al asesinar a su bebé de 14 meses. Ocho años y medio después sigue en las tinieblas y, cuando empezaba a levantar cabeza, acaba de recibir un nuevo revés en forma de sentencia. Un juez acaba de absolver al agente de la Guardia Civil juzgado por un delito de denegación de auxilio por presuntamente no haberla ayudado cuando pidió ayuda para su pequeño. Más allá del fallo en sí, lo que la ha vuelto a hundir es el razonamiento jurídico, que considera que la "responsabiliza" de no haber trasmitido la gravedad de los hechos

Cuando recibió la sentencia, tardó dos semanas en poder leerla y varias semanas más en atreverse a hacerla pública. Este martes ha dado el paso pensando en la situación general que viven las víctimas de violencia de género, pues "esto me ha pasado a mí, pero puede volver a pasar. Y está pasando". Lo que está sucediendo es, a su juicio, que "algo falla" porque las instituciones, ya sea la Guardia Civil o el sistema judicial, "no están escuchando nuestras voces de alarma"

Margarita es de Betanzos y el crimen ocurrió en Paderne, ambas localidades de A Coruña, pero su comparecencia se produjo este martes en Pontevedra. Salió arropada por la directora del Centro de Información á Muller (CIM), Rosa Campos; la escritora y periodista Montse Fajardo, la concejala Carme Fouces, la directora de teatro Marián Bañobre y la actriz Sheila Fariña. 

El por qué de este respaldo se debe a que, de la mano de todas ellas, un buen día, Marga decidió dejar de ser invisible. Aunque revivió su historia en el juicio en el que su ex acabó condenado a 23 años de prisión por asesinato y en contadas entrevistas a medios de comunicación, siempre se mantuvo en un segundo plano. Hasta que en 2017 contó su caso en el libro 'Invisibles' de Montse Fajardo, publicado por el Concello de Pontevedra. Se unió a otras víctimas de violencia de género en un proyecto editorial que luego se convertiría en una obra teatral galardonada con tres premios María Casares. 

El fallo que la ha llevado a salir todavía más a la luz lo firma el titular del Juzgado de lo Penal número 2 de A Coruña, el mediático José Antonio Vázquez Taín, y, según Rosa Campos, es un claro ejemplo de la "violencia institucional" y de "victimización secundaria" que muchas veces sufren las víctimas de violencia de género, pues, por un lado, las instituciones no saben detectar las situaciones de violencia y, por otro, reaccionan culpabilizando a las mujeres.

Rosa Campos considera que "no estamos dando una respuesta clara y contundente y, desde luego, no estamos protegiendo a las víctimas". Margarita confirma que, en su caso, se siente "totalmente desamparada". Primero, no la protegió el guardia civil al que contó que creía que su hijo estaba en peligro -como los hechos confirmaron que era-, después, no lo hizo el juez que le juzgó y concluye que ella no supo trasladar de forma clara y suficiente el "terror" que estaba sufriendo, para que el agente hubiese valorado el riesgo real y hubiese actuado.

Margarita respeta la resolución judicial, pero ya ha anunciado que la recurrirá y llegará "a dónde haga falta, a Europa". No puede quedarse callada porque, tanto en su caso como en otros registrados en el resto de España "parece que la culpable es la persona que no es capaz de trasmitir que lo que pasa".

Ella acudió al cuartel de la Guardia Civil de Betanzos en tres ocasiones, pero el juez considera que solo en la última "sí expone una situación de riesgo". Sostiene eso aún cuando, en la propia sentencia, recoge que "Margarita estaba viviendo un infierno, nadie lo niega" y "sus temores estaban fundados pero no es hasta que ocurre una desgracia que se materializan".

El día del crimen Marga fue a la Guardia Civil a las 11.00, las 16.00 y las 19.00 horas, ocho horas de diferencia entre la primera y la última vez que alertó de la situación de peligro. Ha decidido denunciar al guardia que le atendió la segunda vez, cuando acudió a pedirle ayuda porque su exmarido acababa de decirle por teléfono que "si había ido a la Guardia Civil, ahora ya no había marcha atrás, que era irreversible, que era una hija de puta y no merecía tener al niño, que no lo iba a volver a ver".

Aunque ella indica que le trasladó esa situación al guardia, el juez concluye que no existe "una prueba cierta" que permita afirmar que acudiese a denunciar que el menor estaba corriendo un riesgo cierto para su vida y dicta una sentencia cargada de afirmaciones controvertidas como el hecho de cuestionar que, si realmente había ese peligro real, no hubiese formulado una denuncia por escrito.

Curiosamente, la propia sentencia se contradice en ese sentido y afirma en un momento que ella "manifestó de forma clara que no quería poner denuncia, que deseaba que buscasen al menor" y, en otro, que el acusado "le remitió al momento de la entrega para poner denuncia si algo sucedía".

La crítica de Margarita se centra en las formas usadas, pues el agente "me atendió en la puerta, ni me hizo pasar" y "no me hizo caso" a pesar de que "la amenaza es un hecho en sí mismo" y su exmarido acababa de amenazarla. Sin embargo, el juez le reprocha que "no transmitió con un mínimo de seguridad que existía una situación de riesgo para el pequeño, y en qué consistía dicho riesgo".

La sentencia llega a recoger la pregunta: "¿Qué madre dudaría en denunciar si creyese que alguien está intentando matar a su hijo?". O a hacer afirmaciones como: "si Margarita buscaba protección, con la denuncia ya podía materializar la misma. Pero ella incluso duda de que haya algo denunciable. Y no presenta denuncia. Luego ella misma no tenía una seguridad mínima para decir qué riesgo existía". Rosa Campos reacciona con dureza ante tales consideraciones, pues deja claro que en ese momento "la urgencia de Marga no es denunciar, es que encuentren a su hijo" y que fue el guardia civil el que "no supo visibilizar" una situación de peligro y de violencia.

El juez absuelve al guardia basándose, entre otras cuestiones, en la reacción de dos amigos de Margarita a los que llamó esa tarde. "Una sigue su fiesta de cumpleaños y el otro se tumba a descansar un rato" y tan sólo una hora después reconsidera la situación y acude a ayudarla. Para ella, es "injusto" y "peca de parcial" que  "un juez se haya basado en las reacciones de dos civiles" sin ni siquiera analizar en que el agente es un funcionario público y no vio el peligro.