El parricida de Moraña reconoce haber matado a sus hijas: "No tengo manera de solucionarlo"

Pontevedra
04 de julio 2017
Actualizada: 17:19

David Oubel, el conocido como parricida de Moraña, mató de una forma brutal a sus dos hijas, Candela y Amaia -de 9 y 4 años de edad-. Así lo ha reconocido en el juicio que se celebra contra él en la Audiencia de Pontevedra. Las asesinó con una sierra radial tras drogarlas previamente para que no pudieran defenderse ni escapar

Salida de David Oubel de la Audiencia de Pontevedra / Mónica Patxot

David Oubel, el conocido como parricida de Moraña, mató de una forma brutal a sus dos hijas, Candela y Amaia -de 9 y 4 años de edad-. Así lo ha reconocido en el juicio que se celebra contra él en la Audiencia de Pontevedra. Las asesinó con una sierra radial y un cuchillo tras drogarlas previamente para que no pudieran defenderse ni escapar.

"Reconozco todos y cada uno de los hechos", señaló, reconociendo la acusación hasta en cuatro ocasiones ante el tribunal durante el primer día de juicio en la Sección Cuarta de la Audiencia, a lo que añadió, a modo de explicación, que las personas "a veces" viven "situaciones límite" en las que se toman decisiones "de las que hoy en día me arrepiento y por las que pido perdón". 

En su caso, ha señalado, "provocó algo de lo que estoy muy arrepentido" y que, a día de hoy, "no tengo manera de solucionarlo". Además, ha asegurado que, en contra de lo que alegaba inicialmente su defensa, que pidió pruebas que acreditasen su trastorno mental transitorio, cometió el crimen en plenas facultades mentales y que no tenía un trastorno "suficiente" que alterara su comportamiento. 

A preguntas del fiscal, aceptó los informes psiquiátricos que le han realizado en los últimos 23 meses tras el crimen. El último, del pasado 29 de junio y aportado este mismo martes a la causa por la Fiscalía, corrobora la tesis que han mantenido tanto el fiscal como la acusación particular de que no presenta "ninguna patología" mental o psiquiátrica que disminuya su capacidad de juicio o sus capacidades volitivas

Tras una breve intervención de apenas cuatro minutos, siguió el resto de la primera sesión del juicio sin ninguna reacción visible, sin gesticular ni mostrar emociones a pesar de que en la sala se estaban relatando gestos de extrema crueldad. Esta actitud coincide con la que el fiscal relató que Oubel mantuvo el día del crimen, el 31 de julio de 2015, tras su detención y paso por el Hospital Montecelo de Pontevedra. 

El fiscal del caso, Alejandro Pazos, asegura que los testigos refieren un total ausencia de "empatía" y mucha "frialdad" en esas horas posteriores a matar a sus hijas. Tal actitud la confirmaron en la sala de vistas los guardias civiles que le detuvieron e investigaron los hechos y también una sanitaria que estuvo con él durante su ingreso hospitalario y asegura que "estaba tranquilo". 

El día del crimen las primeras personas en descubrir los cadáveres de Amaia y Candela fueron una prima hermana de Oubel, su marido y su hijo y, a continuación, llegaron agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, que fueron quienes le detuvieron. Uno de ellos asegura que ellos y los sanitarios del 061 entraron en el baño en el que se había encerrado y metido en la bañera llena de agua y le llamaron para saber cómo estaba. En ese momento, les respondió "muy arrogante" y les dijo: "no me chilles, que te oigo perfectamente". 

Este comportamiento es el mismo que mantuvo cuando fue trasladado del hospital a los calabozos de la Guardia Civil. El agente de la Policía Judicial que le trasladó señaló en la sala de vistas este martes que le sorprendió su actitud al responderle que "de los calabozos se sale" y también que al día siguiente, cuando le leyeron sus derechos y dijeron los cargos que se le imputaban, él sólo insistía en fumar. Tras mucho insistir, acabó "preguntándonos a quién tenía que matar para que le diésemos un cigarro"

"Difícilmente alguien en sus cabales puede hacer una acción tan monstruosa, y más cuándo las víctimas son sus hijas"

La brutalidad de los hechos que se le atribuyen las resumió el fiscal en una frase durante su exposición inicial a los miembros del jurado -dos mujeres y nueve hombres-, al asegurar que "difícilmente alguien en sus cabales puede hacer una acción tan monstruosa, y más cuándo las víctimas son sus hijas". Esa crueldad ha motivado que tanto el fiscal como la acusación particular pidan para Oubel la prisión permanente revisable, que ya se ha pedido en otros casos en España, pero aún no se llegado a ninguna condena.

Durante la primera sesión del juicio de este martes pasaron por la sala diez testigos y el abogado defensor de Oubel renunció a otros tres. Los primeros en declarar fueron la primera hermana de Oubel, su marido y su hijo. El día del crimen, ella recibió una carta certificada enviada por el acusado escrita con tono de despedida y en la que le anunciaba su intención de suicidarse e incluso le enviaba también las llaves de su coche para que lo heredase su hijo. Tras leerla, le llamó por teléfono y él le dijo que "la primera parte ya estaba hecha" y que estaba en Oporto con sus hijas. 

Estos familiares cercanos se dirigieron rápidamente a la casa y, al llegar, tuvieron que saltar un muro y romper un cristal para entrar porque tanto la cerradura del portal como la de la puerta principal de la vivienda estaban obstruidas. Además, el coche estaba situado de tal forma que dificultaba entrar en la casa. Ya dentro, se encontraron a las dos niñas muertas, la pequeña encima de la cama de su padre y la mayor debajo de la suya en otra habitación. La puerta del baño estaba cerrada, pero no llegaron a intentar entrar, pues, según relató el marido de la prima, "lo di por muerto, pero podía estar vivo"

El hijo chilló al ver a las niñas y sus padres quedaron consternados, de modo que llamaron al 061 y bajaron las escaleras. En la cocina encontraron dos notas escritas en el mismo tipo de papel que la carta que habían recibida. Una de ellas se refería a su exmujer y madre de las niñas asesinadas como "loba entre corderos".

Además de esas notas y la carta, envió una cuarta carta antes de asesinar a las niñas y supuestamente intentar suicidarse. El destinatario era su novio, con el que mantenía una relación sentimental desde hacía un año y tres meses, si bien él no la recibió porque estaba trabajando y no la leyó hasta el día siguiente al crimen. Este hombre declaró en el juicio que sabía que Oubel había pasado momentos duros en el pasado, tras su separación y la mala relación que mantenía con su exmujer, pero que en los días previos lo había visto "muy bien" y no había nada que hiciese presagiar el fatal desenlace. 

Tanto él como los tres familiares que testificaron antes coincidieron en ese extremo y en que, aparentemente, "parecía un padre normal" y ya había superado la dura situación emocional previa. 

La sesión del juicio incluyó también el testimonio del hombre que el día anterior al crimen le vendió la sierra radial con la que asesinó a sus hijas. El hombre relató que acudió a comprar la máquina y cinta americana -con la que ató a su hija mayor al no conseguir dormirla con los fármacos que le suministró mezclados con cacao- y que le pidió "material de primera calidad". 

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