El cierre adelantado, un nuevo clavo para el ataúd del comercio local

Pontevedra
27 de enero 2021

Pequeños empresarios de todos los sectores del comercio pontevedrés lamentan la pérdida de clientes derivada del cierre perimetral, primero; y ahora, del cierre a las 18 horas. "Muchos consumidores que trabajan a jornada partida hacen sus recados al acabar su jornada", protestan

El comercio local de Pontevedra acata el cierre adelantado con una mezcla de enfado y resignación
El comercio local de Pontevedra acata el cierre adelantado con una mezcla de enfado y resignación / Mónica Patxot

Galicia estrena este miércoles restricciones más severas, que afectan a todos los sectores de la economía, para frenar el avance de la pandemia de la covid-19. Además del cierre total de la hostelería, todo el comercio no esencial debe permanecer cerrado a partir de las 18 horas. Una decisión que en Pontevedra acatan con una mezcla de resignación y enfado.

"Tenemos más restricciones que soluciones. Ahora nos imponen un horario europeo, pero sin los beneficios que hay en otros países de Europa", resume Inma González, dueña de la tienda de ropa Carnaby, el sentir general del pequeño comercio pontevedrés, en el que se incluyen peluquerías, librerías, floristerías, droguerías y todas las tiendas que dan vida a las calles de la capital que, como en la pasada primavera, vuelven a estar condenadas al desierto.

Aunque estos negocios pueden permanecer abiertos, sus dueños alertan de que a partir de este miércoles les privarán de las dos horas más efectivas de su jornada laboral. "Eu polas tardes abro arredor das catro, teño estado sen nadie na librería durante dúas horas e, a partir das seis ou sete, á última hora, éncheseme a librería", explica el propietario de la librería Metáfora, Luis Piñeiro.

No es el único afectado por esta circunstancia. "Estoy preocupado porque muchos clientes, por trabajo, no pueden venir antes de las seis", confiesa Sergio Piñeiro, dueño de la peluquería Le Funambule.

Lo peor de dos de los sectores más afectados, la hostelería y el comercio, lo sufre la pastelería La Artesa. "Nos perjudica bastante porque muchos clientes nos compraban tartas cuando venían a tomar un café o cuando escuchaban a otro cliente que nos felicitaba porque el turrón, por ejemplo, estaba muy rico. Eso lo vamos a perder, ahora tendremos que subsistir con los que ya son clientes habituales", explican Sabela y Lidia, que conservarán el reparto a domicilio para mantenerse a flote.

En el sector hostelero, son mayoría los que han optado por bajar de forma definitiva la reja. "Yo igual mantengo la venta a domicilio o para recoger, pero a pérdidas", se plantea el propietario de la cervecería Ye Olde Basset. Otras cafeterías como El Pasaje, retoman el servicio take away como tabla de salvación.

En lo que coinciden todos los empresarios es que esta nueva remesa de restricciones suponen un nuevo clavo en el ataud en el que llevan metidos desde el estallido de la pandemia. Y se suma al del cierre perimetral decretado hace unos semanas, que ya supuso un duro revés para el comercio. "Parece que está feito para que empresas como Amazon se beneficien", lamenta el librero Piñeiro, que agradece el compromiso de los clientes más fieles que siguen apoyando a este sector.

Más preocupado está el peluquero de Le Funambule, que teme por la viabilidad de su negocio a largo plazo. "Yo tengo muchos clientes de Poio y Marín. Ellos no pueden venir a Pontevedra pero tienen que seguir cortándose el pelo. Acabarán yendo a otra peluquería y si les gusta, puede que no vuelvan más", explica Piñeiro.

En el sector textil prefieren no pensar cómo les afectará este nuevo recorte. "Ya no hacemos previsiones, solo nos queda aguantar lo que podamos. Ya no hacemos tantos pedidos", detalla Inma una de las consecuencias de la inseguridad que atraviesa su negocio.

Ella pide a las autoridades que escuchen a los empresarios. "Solo restringir no es la solución. Esto es como la pescadilla que se muerde la cola y llevamos casi un año así. La política está para otra cosa", remata la empresaria en un desesperado grito de auxilio que comparten todos los autónomos y autónomas que componen el sector privado de una ciudad como Pontevedra y que está al borde de la quiebra.