Una correcta alimentación es una óptima medicina preventiva a cualquier edad. Es una de la máximas que expone David Torres Regueiro, nutricionista de Atención Primaria en el centro de salud Virgen Peregrina de Pontevedra.
Recientemente fue invitado por Asaexs, la Asociación del Alumnado y Exalumnado Sénior da Universidade de Vigo en el Campus Pontevedra, para ofrecer una conferencia al respecto. Charlamos con él sobre alimentos, hábitos correctos o incorrectos de alimentación.
Empecemos con términos, ¿es lo mismo comer que alimentarse?
Comer es el acto social o personal de sentarse a la mesa y tomar alimentos y alimentarse es darle al cuerpo los nutrientes que necesita, pero tampoco hay que generar confusión entre términos, pueden ser sinónimos para que todas las personas lo entiendan.
Alimentarse bien ¿es cuestión de alimentos, de número de ingestas, de cantidades o de todo en conjunto?
De todo en conjunto y también hay que añadir el factor de lo que hago, el ejercicio, el movimiento, en definitiva el estilo de vida, lo que los griegos llamaron dieta y que significaba estilo de vida o hábitos de vida. Así que no depende solo del número de ingestas o de la cantidad, sino más bien de lo que hago y lo que necesito cubrir para eso que hago.
Siguiendo más detalladamente con la cuestión anterior, ¿qué alimentos no pueden faltar en una correcta alimentación?
La dieta mediterránea y la dieta atlántica, que son las tradicionales y similares, es una alimentación basada en verduras, cereales, patata, frutas, aceite de oliva, frutos secos, legumbres y en menor medida carne, pescado, huevos y productos de origen animal. Lo que no pueden faltar son productos frescos y de origen vegetal.
¿Cuántas ingestas recomiendas, las tres de desayuno, comida y cena, o debemos subir hasta las cinco incluyendo a mediodía y a la tarde?
Cada uno tiene que adaptar el número de ingestas en función de sus necesidades, de su estilo de vida. Se puede comer una vez al día, dos, tres, siempre y cuando se incluyan todos los grupos de alimentos básicos que hablamos antes y en función de horarios. Y algo que igual es difícil y quizá hemos perdido: la intuición de cuándo creemos que debemos comer, cuándo tenemos hambre.
Al final es una cuestión de educación, si me acostumbro o me educo a comer tres veces al día estaré cómodo con eso y si me acostumbro a cinco o seis lo mismo. Tiene mucha relación también con beber, quien no está acostumbrado le cuesta mucho, pero si te entrenas y te educas a beber y no lo haces, sientes sed.
Si pregunto por cantidades, será más complejo porque un niño, una persona joven, un adulto y un adulto mayor no tienen las mismas necesidades alimentarias, incluso dentro una misma edad.
La alimentación es similar en todos los grupos de edad en lo que refiere a la necesidad de cubrir los grupos de alimentos. Lo que cambia son los alimentos como el pan o la patata, el arroz, o las pastas, que son hidratos de carbono y van a cubrir las diferencias de actividad.
Esto es, un niño que está en crecimiento y tiene más movilidad o alguien que haga más deporte, podrá aumentar la cantidad de hidratos que una persona mayor que tenga menor movilidad y ahí es donde se ajusta la cantidad de energía, pero en el resto de grupos incluso los proteicos, que son carnes, pescados y huevos, las cantidades son parecidas.
Una buena alimentación no tiene que ser sinónimo de pasar hambre, lo digo por aquello de entender dieta sana como restricción.
Claro, el término dieta en el sentido que ha adquirido en la última parte de la historia de la humanidad ha cambiado a restricción y esto es para adaptarse a los cambios sociales producidos. Hemos asociado dieta a restricción, pero ahora se va entendiendo que alimentarse no tiene que ser pasar hambre.
No deberíamos tener la sensación de necesidad, aunque es cierto que en la sociedad moderna hay un hambre que denominamos hambre emocional y que es resultado de cultura alimentaria, marketing, oferta, mensajes que recibimos y que no es hambre física sino ganas de cubrir una ansiedad o falta emocional a través de los alimentos. Estrictamente no deberíamos pasar hambre desde el punto de vista fisiológico pero en general no se sabe diferenciar ese hambre real de la emocional.
Grande Cobián, que fue el iniciador de la nutrición en los 70 en España decía lo de: desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo. Aunque esto actualmente no es totalmente exacto, se refería a que si te quedas con algo de hambre no pasa nada, incluso puede ser saludable. Hay que encontrar ese equilibrio entre quedarse con un poco de ganas pero que no significa quedarse con hambre.
De acuerdo a tu día a día profesional, ¿comemos adecuadamente?
No, pero claro, yo recibo a personas que no comen bien. Sufrimos desde hace más de veinte años lo que se denomina pandemia de la obesidad que está relacionada con el sedentarismo, tanto en la etapa infantil como en adultos. Esto añadido a una sobrealimentación, exceso de oferta alimentaria, de marketing y de información y que nuestra capacidad de elección ha dejado de ser natural, lo que veo son personas que comen mal y que son reflejo de la sociedad que desde hace más de treinta años ha aprendido a comer mal.
¿Qué dolencias te encuentras con más frecuencia derivadas de una alimentación incorrecta?
Desde el servicio de Nutrición, que estamos de apoyo en Atención Primaria, me encuentro fundamentalmente con patologías crónicas como obesidad, diabetes, lipidemias por colesterol alto, o triglicéridos.
Y al revés, ¿qué dolencias te encuentras con más frecuencia que requieran necesariamente de una correcta alimentación?
Una correcta alimentación es un preventivo. Alimentarme bien previene otras enfermedades agudas, pero previene la aparición en un estado crónico o agudo de cualquier tipo de enfermedad sobre todo relacionada con el aparato digestivo y el desarrollo de diabetes o colesterol que no solo está unido a la alimentación sino también al sedentarismo, que suele ir correlacionado.
Y lo mismo para algo muy simple que es hidratación, beber lo que no sean bebidas edulcoradas o alcohol para evitar enfermedades renales, gota, etc...
Hace poco tiempo hablamos con un médico especialista en Digestivo y nos señalaba que la alimentación es la mejor medicina preventiva y que hay que prestar más atención al tubo digestivo porque es la mayor puerta de entrada a las enfermedades que conocemos. ¿Estás de acuerdo?
Una de las consecuencias de lo que han sido las dietas restrictivas que eliminan grupos de alimentos como verduras o cereales integrales ha sido que desde hace más de veinte años la ingesta de fibra está muy por debajo de la mitad de las recomendaciones. La fibra viene de la fruta, verdura, cereales, legumbres o frutos secos. La fibra es el mayor preventivo para una buena fortaleza intestinal y esto es protector frente a enfermedades relacionadas con el tubo digestivo.
Y luego hay otro factor, porque no solo es alimentación, el estrés, físico y emocional, incide también en el buen funcionamiento del sistema digestivo.
¿Eres partidario, si no hay ninguna patología, de la toma de suplementos o complementos vitamínicos para el organismo?
No, las vitaminas y los minerales están en los alimentos, con eso nos hemos ido desarrollando y evolucionando como especie. Se entiende, aunque no están determinados los mecanismos, que las vitaminas y minerales en su matriz natural, - esto es en las frutas y las verduras -, son más eficientes y que dentro de una alimentación donde cubramos la pirámide de alimentos tiene que funcionar.
Lo que al final se hace con suplementos o complementos es extraer sintéticamente de los alimentos esas vitaminas y minerales para suplir carencias relacionadas con una incorrecta alimentación donde no se pueden estar cubriendo las necesidades o que el estilo de vida no permita cubrir esas necesidades.
Y para terminar, ¿qué opinas y recomiendas en relación a una palabra a la que ya nos han acostumbrado: los superalimentos?
No hay superalimentos. Es una cuestión de llamar la atención sobre algo y es muy dificil que un alimento por si solo, sin tener en cuenta el estilo de vida y resto de alimentación, tenga un efecto muy potente de forma natural. Lo que sucede es que a la hora de llamar la atención, generar contenidos o corrientes de consumo, si digo que por ejemplo el aguacate es muy bueno, - que no es malo -, entonces focalizo que tengo que comer aguacate todos los días; si digo que la cúrcuma es antiinflamatoria, entiendo que tomar cápsulas o infusiones de cúrcuma hará que esté menos inflamada; o que el kale es un superalimento, pero no es mucho más que el grelo.
La alimentación que llevaban nuestros abuelos y abuelas y el estilo de vida que también llevaban se podría considerar superalimentación, o sentido común. Para mí, superalimentos deberían ser los productos de temporada y de cercanía, lo que tengo ahora y más cerca, que siempre va a ser mejor nutricionalmente por su estado de maduración y medioambientalmente con mucho menor impacto.