Curtido en el Tarajal y Angrois y ahora nuevo jefe de la Policía Autonómica de Pontevedra

Pontevedra
03 de mayo 2018

Pablo Álvarez Montesinos lleva dos semanas trabajando en las dependencias de la Policía Autonómica, en Pontevedra. Ocupa el despacho del fondo, el reservado para los jefes, pues ha vuelto a su ciudad para estar al frente de una unidad con 100 agentes en la provincia, 50 en la sede local

Pablo Álvarez Montesinos Alejandro Vila

Pablo Álvarez Montesinos lleva dos semanas trabajando en las dependencias de la unidad de la Policía Nacional adscrita a Galicia, la conocida como Policía Autonómica, en Pontevedra. Ocupa el despacho del fondo, el reservado para los jefes, pues ha asumido el reto de sustituir a José Manuel Sánchez al frente de una unidad con 100 agentes en la provincia, 50 en la sede pontevedresa. El camino hasta aquí no ha sido de rosas y ha dejado en su currículo destinos tan complicados como Ceuta y la gestión de la frontera de El Tarajal, la seguridad ciudadana de Santiago de Compostela durante la tragedia del Alvia en Angrois o el País Vasco de los años 80.

Curiosamente, este nuevo destino, en el que ya aspira a jubilarse, le ha supuesto un regreso a sus orígenes, pues Pablo Álvarez es pontevedrés de nacimiento y en la ciudad tiene a toda su familia. Ellos se han quedado siempre en la tierra mientras él ha peregrinado por toda España desde que en el año 1979 ingresó en el Cuerpo Nacional de Pontevedra. 

La formación es, para él, una constante y una necesidad en su carrera y así aspira a instaurarlo entre sus subordinados en esta nueva etapa, pero él también ha dado ejemplo. Tras una intensa etapa de formación en la Academia General Militar y la  Academia Especial de Jefes y Oficiales de la Policía Nacional de San Lorenzo de El Escorial, su primer destino fue Bilbao, en la que él mismo define como "la época dura del País Vasco" y asumió tareas de seguridad ciudadana. 

Logró acercarse a casa tras aquella etapa y estuvo destinado en A Coruña en la entonces Reserva General, hoy Unidad de Intervención Policía (UPR) en una etapa que le "marcó", pues vivió momentos tan complicados como el naufragio del carguero Casón que en el año 1987 embarrancó en la costa en Fisterra. Con su compañía se encargó de la evacuación de la comarca de Fisterra y el traslado de los bidones del barco a Burela. 

Llegó después una temporada en Pontevedra, asumiendo la delegación de formación y el área de Personal de la Comisaría, pero luego optó por irse de forma voluntaria a Ceuta, a la frontera del Tarajal, donde conoció "la problemática de la trashumancia de seres humanos desde Marruecos" durante tres años que "me marcaron mucho". 

"Angrois fue un tema muy duro, quizás el más duro que pasé en mi vida profesional"

Otra etapa en seguridad ciudadana en A Coruña, un breve período en Pontevedra y llegó a su destino previo al actual, ocho años en la Comisaría de Santiago de Compostela. Allí estaba el 24 de julio de 2013, cuando el tren Alvia Madrid-Ferrol descarriló en el barrio de Angrois, en un accidente que dejó finalmente 80 muertos y más de 140 heridos. 

Pablo Álvarez fue el responsable de toda la evacuación del tren siniestrado y recuerda aquel día con "tristeza", pero también "satisfecho" por la enorme implicación de la Policía Nacional y, en general, de toda la sociedad. Está seguro de que "las imágenes que tengo grabadas en mi mente creo que no las podré borrar en la vida", pues "fue un tema muy duro, quizás el más duro que pasé en mi vida profesional".

"Sí había tenido muertos, atentados terroristas en el País Vasco, compañeros que fallecieron en el Tarajal, pero ver lo que vi... Aún hoy creo que estoy marcado por los destrozos humanos", rememora. Está satisfecho porque está convencido de que fueron 80 fallecidos, pero si no hubiese sido un 24 de julio y estuviese en marcha el dispositivo de seguridad de las fiestas del Apóstol en Santiago "podrían haber sido ciento y pico o más".

"Si esto hubiera sido en un domingo normal, hubiera sido una masacre", manifiesta aún afectado. Por fortuna, la evacuación que él dirigió "fue rápida", de modo que "se evitaron un montón de muertes por amputación". Junto a sus compañeros recibió asesoramiento psicológico y ahora ya habla del tema con normalidad, pero tras aquello estuvo dos meses sin poder comer carne.

Rememora que él mismo instauró aquel día la 'Circular 50', un protocolo que la Policía pone en marcha ante atentados terroristas. Pudo desactivarla al poco tiempo, pero valora que "estuvimos extrayendo gente de los vagones durante tres cuartos de hora que fueron cruciales gracias a la valentía de la Policía, la Guardia Civil y los ciudadanos porque aún sabiendo que podía ser un atentado la gente seguía ayudando".