De forma escalonada, a partir de la tarde del lunes,213 militares de la Brigada Galicia VII, Brilat, han ido llegando a Valencia para colaborar en las labores de rescate y ayuda a los damnificados por la catástrofe de la DANA. Instalados en un cuartel improvisado en la feria de muestras, se han puesto al servicio de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y han empezado un trabajo ‘non stop’ las 24 horas del día.
Los primeros incluso ayudaron a montar ese cuartel con tiendas de campaña, cocinas y materiales militares y desde allí, a las órdenes de la UME de León, su zona de operaciones es la zona sur de Valencia, desde Picassent hacia el sur, incluyendo la Albufera, Alcudia o Algemesí, áreas agrícolas completamente devastadas que dejan escenarios que no se habían encontrado ni en sus misiones en el exterior como Bosnia o Afganistán.
"Estamos funcionando y disponibles para la población, echando una mano y que vean que aquí estamos con ellos, para ayudar", resume el cabo Carlos Amoedo, natural de Redondela y que lleva 18 años en la Brilat, actualmente en el Batallón Zamora, con sede en Figueirido. "Es el cometido que tenemos y lo haremos lo mejor posible el tiempo que haga falta", promete.
Desde la distancia, y sin conocer cómo se trabaja en la zona, puede resultar complicado traducir esas órdenes a la realidad, pero se entienden de forma muy gráfica con la descripción de una de sus jornadas. Los 213 militares de la Brigada se dividen a diario en dos turnos de 12 horas, para cubrir día y noche, de 8 a 20 y de 20 a 8, y en tres secciones.
Este miércoles, una de esas secciones, en la que estaban los 70 efectivos llegados desde la base de Pontevedra -otros 70 fueron de Valladolid y 80 de Asturias- se trasladó al pueblo de Algemesí para limpiar una calle. Empezaron a retirar enseres acumulados porque la población intenta devolver la normalidad a sus hogares y negocios y saca a la calle los restos inservibles.
Se crean "montañas de restos", todo cubierto de barro, y elementos tan dispares como una garrafa de agua, colchones, muebles o libros. Los efectivos la Brilat llevaban dos camiones y su cometido era ir cargando y dejar el material en un punto marcado a las afueras del pueblo. Viajes continuos durante doce horas, una tarea ardua y dura que se hace más llevadera por el "buen ambiente" que se genera entre militares y civiles.
Los vecinos les acercan comida y agua; cuando están cubiertos de barro, les limpian con agua a presión; les abren los pequeños locales que han abierto en bajos vacíos con enseres básicos como lejía, comida o bebida, "todo lo que necesitas ahí lo tienes, te lo dan directamente, a un militar o a un civil", relata el comandante Lacort. Fue de los primeros en llegar, ya el lunes, que permanecerán diez días, y a partir de ahí se irán estableciendo rotaciones por semanas, con militares llegados de las tres bases de la brigada en Pontevedra, Asturias y Valladolid.
Este mismo miércoles, otro grupo de la Brilat estuvo en la Albufera buscando desaparecidos. Llevan material diferente y la misión es intentar buscar a personas de las que no se sabe nada más de una semana después de la DANA en las zonas que les marca la UME, en colaboración con efectivos de otras unidades del Ejército, la Guardia Civil o Protección Civil.
Cada 12 horas, misiones diferentes, con períodos de descanso entre unas y otras, si bien durante la noche no se realizan estas búsquedas de desaparecidos por las dificultades de la falta de luz y se central más en limpieza, arrastrando vehículos acumulados en calles y carreteras para que se pueda transitar.
Sea cual sea la misión, el cabo Amoedo siente que el recibimiento de la población ha sido "bueno", pues "nos han tratado como a uno más y aprecian lo que hacemos". Ellos lo agradecen, pues, a su llegada a Valencia, se han contratado con una situación incluso inesperada a pesar de toda la información e imágenes que llegan a diario desde la zona. "Fue quizás más de lo que esperaba", reconoce.
El comandante Lacort también reconoce que se quedó impresionado. Superado el momento caótico inicial de llegar a una nueva zona de trabajo en la que todavía queda tanto por hacer, confiesa que le impactó lo que vio. "Mira que salen imágenes por la tele, pero una cosa es verlo en la tele y otra en realidad", relata.
Este comandante del Regimiento de Infantería Príncipe 3 de Asturias, al frente de la coordinación de la actual rotación, intenta poner palabras a esas imágenes que tanto impactan a todos los efectivos militares y civiles que llegan desde toda España para ayudar. Relata una vivencia personal de dos jóvenes de apenas 15 y 17 años que le preguntaron dónde podían encontrar un plato de comida caliente. "Tiene que ser muy duro tener una vida normal, quedar sin nada, ir a alguien que no conoces para pedirle comida caliente".
Ocurrió en Algemesí, donde se encontraron escenas que basta describir para hacerse una idea de la gravedad de los daños, como una tienda de muebles que ha tenido que tirar todo su stock, todo cubierto de barro y destrozado, o vehículos de distinta gama todos con las ruedas hacia el aire y con destino al desguace. "Son las vidas de la gente", destrozadas e intentando asimilar las pérdidas materiales y, sobre todo, humanas.
"No es lo mismo verlo en la tele que estar ahí", insiste. Tras 30 años en el Ejército, ha pasado por misiones complicadas como Bosnia justo después de la guerra de los Balcanes. El escenario era bélico, con edificios destruidos y situaciones complicadas, pero en aquellas calles, aunque reinaba la calma tensa, "la gente más o menos vivía". En muchos pueblos de Valencia, no pueden recuperar su vida. "Es gente normal, en un país del primer mundo con una vida normal", en el que hay atascos porque siguen yendo a trabajar y la vida sigue, pero de sus vidas anteriores no queda nada.
A estos militares les impacta mucho el contraste de estar en su cuartel del centro de Valencia en una zona en la que parece que no ha pasado nada y, a dos minutos, siguiendo el cauce del río Turia, ver a personas buscando con un palo a ver si encuentra algún cuerpo o, a 30 kilómetros, ver a ambos lados de la carretera, todo cubierto de barro, con montañas de coches y daños.
Se quedan, sin embargo, con la parte buena de todo lo que se está viviendo, ese "buen ambiente" entre civiles y militares, locales y foráneos, ver a policías de Madrid, ambulancias de Navarra, voluntarios de Protección Civil de Cuenca, militares de los tres ejércitos, ONGs, particulares de distintas propiedades, mucha gente joven y ver "cómo la gente se ayuda entre sí. La gente está para lo que sea".
Y es que "ha pasado una semana y todavía tienen delante de sus casas pilas, montañas de todo", las escenas son catastróficas, "la situación en la que está mucha gente ahora mismo es complicada", pero todos "arriman el hombro" y confían en que "todo saldrá adelante".