Berlín es una metrópoli llena de contrastes que sorprende al viajero de principio a fin. Cuando una llega a esta gran ciudad parece haber atravesado de pronto una barrera hacia lo innovador y vanguardista, se nota que entramos en el centro neurálgico de un gran país. La capital de Alemania da una sensación inicial de cierta incoherencia caótica: hormigón y acero conviven casi en armonía con piedra y ladrillo antiguos. La mezcla de estilos es más que evidente, del neoclasicismo al barroco, pasando por el modernismo hasta la huella gris de la Bauhaus. La escuela de diseño y arquitectura fundada por Walter Gropius, a pesar de su corta duración por la persecución Nazi, ha dejado una influencia imborrable en edificios emblemáticos como la Nueva Galería Nacional de Mies van de Rohe o el Archivo de la Bauhaus del propio Walter Gropius. Con todo, a medida que transcurren las horas en Berlín, descubrimos una ciudad más amistosa y ese extraño modelo de convivencia entre lo moderno y lo antiguo, lo neoclásico y lo vanguardista, rozando lo underground, se nos antoja cada vez más familiar. El verde rebosante de parques y avenidas también ayuda: jardines como el Tiergarten, un antiguo coto de caza real que incluye el Zoo berlinés restaurado y varios monumentos representativos de la historia de Alemania como la Columna de la Victoria, el Memorial a los Soldados Soviéticos o el Monumento a Bismarck, invitan a un sosegado paseo. Y para terminar el día el conocido Café Neuer See nos refresca a orillas de un lago acompañados de una buena cerveza o alguno de los típicos platos de la cocina rápida alemana.
Pero aun siendo el gran pulmón de la ciudad, el Tiergarten no es el único espacio verde importante. Lugares como el Viktoriapark o el Lustgarten entre otros, permiten un respiro a los miles de turistas que a diario abarrotan la ciudad. Sin embargo el día a día de los berlineses no se vive solo en los grandes parques, pues Berlín es una ciudad abierta al exterior: las orillas del Spree se llenan de estudiantes descansando bajo los abundantes árboles, y en determinadas zonas una multitud de coloridas tumbonas proporcionan la imagen típica de los berlineses disfrutando con una buena cerveza frente a su icónico rio.
El Spree sirve precisamente de eje trasversal a toda la ciudad. A su vera despuntan las hermosas cúpulas de la Catedral, uno de los edificios más emblemáticos de Berlín. Siguiendo su curso también nos acercamos al archiconocido Reichstag (el Parlamento alemán), donde la arquitectura restaurada del edificio original convive en permanente contraste con la moderna cúpula proyectada por Norman Foster, que pese a las reticencias iniciales sobre su ubicación ha terminado por convertirse en uno de los elementos más atrayentes de la ciudad. La belleza de este elemento no reside únicamente en su aspecto decorativo sino en la inteligencia con que fue diseñado buscando maximizar la eficiencia energética y haciendo un homenaje a la trasparencia en todos los sentidos ya que en Berlín la actividad Parlamentaria está abierta y visible a cualquier público.
Una de las avenidas imprescindibles de Berlín es la Unter den Linden que parte de la famosa Puerta de Brandemburgo y se extiende hasta el inicio de la Isla de los Museos. La calle, humanizada con grandes árboles (su nombre se traduce como "bajo los Tilos") ofrece una vista de muchos de los edificios más destacados de Berlín. Ya en la Isla nos encontramos en uno de los lugares Patrimonio de la Humanidad, que acoge los más importantes Museos de la ciudad: El Bode Museum y el Altes Museum que acogen importantes muestras de escultura entre otras obras, la Alte Nationalgaleri, con una excepcional colección de pintura o el Neues Museum que alberga destacadas colecciones de la antigüedad, prehistoria y sobre todo del Antiguo Egipto, con una colección interesantísima de sarcófagos, objetos de enterramientos o de la vida cotidiana de esta gran civilización y por supuesto la joya más conocida de los museos berlineses: el Busto de Nefertiti. Pero de los cinco museos quizá el más impresionante sea el Pergamonmuseum: en sus salas se exhiben magníficas construcciones como el Altar de Pérgamo (hoy en restauración), la puerta de Ishtar de Babilonia o la Puerta del Mercado de Mileto. Cada una de ellas ocupa grandes salas resultando espectaculares, aunque particularmente la puerta de Babilonia, con sus miles de ladrillos vidriados coloreados en azul dibujando figuras de animales, merece por sí sola la visita al Pérgamo.
Próxima a la avenida Kurfürstendamm una de las más conocidas, la Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche es otro de los elementos más reconocibles del antiguo Berlín. Todavía en ruinas como muestra del desastre de la guerra, esta iglesia es una hermosísima construcción entre el neorrománico y el gótico. Su rosetón y sus torres quedaron destruidas y así permanecen hoy día intactas, recordando un pasado que nunca debió de acontecer. Frente a ella se ha construido una de las iglesias más sorprendentes de la arquitectura moderna. Por fuera el edificio es una mole de hormigón, acero y pequeños cristales. Pero al adentrarnos en el templo la sensación que transmiten las 21.000 vidrieras filtrando la luz en una mezcla de azules y morados es tan poderosa que impresiona. Los cristales recubren todas las paredes de la iglesia formando pequeños cuadrados. El altar está presidido únicamente por una escultura de Cristo en la cruz de impactante diseño, y si tenemos la suerte de coincidir con el funcionamiento del órgano, una música entre eclesiástica y temible crea un ambiente todavía más sobrecogedor. Toda una experiencia.
Pero Berlín destaca sobre todo por su vida en la calle. La cosmopolita Alexander Platz nos recibe con su original Reloj Mundial, la moderna Postdamer Platz o la hermosa Gendarmenmarkt, muestran una ciudad de vitalidad desbordante, en la que las bicis y el óptimo pero económico transporte público, han relegado al tráfico a unos pocos automóviles, incluso en las grandes avenidas.
Partiendo de la Alexanderplatz nos acercamos a la torre más alta de Europa, la Fernsehturm, es decir la Torre de la televisión. Visible desde cualquier punto de la ciudad, es uno de los símbolos del Berlín moderno y desde ella se aprecia una vista completa espectacular. Caminamos hacia el Rotes Rathaus (Ayuntamiento Rojo) que embellecido con una hermosa torre del reloj es uno de los edificios más bonitos de Berlín. Desde el Ayuntamiento nos adentramos en el Nikoliaviertel, uno de los barrios más encantadores de la ciudad: un lugar tranquilo lleno de tiendas típicas y cuidadosa decoración. El paseo aquí se hace especialmente agradable, pero sus locales llaman a hacer una parada reposada. La iglesia y la placita que la precede respiran una tranquilidad poco propia de la gran ciudad. La fuente de Neptuno o la estatua de San Jorge rodeadas de hermosos edificios y cafeterías terminan de completar el encanto del barrio más antiguo de Berlín.
Otro de los lugares emblemáticos es el Kreuzberg, más conocido por los turistas como Barrio Turco. Caminando desde el puente Oberbaum, una bonita construcción que destaca por su color rojo-arcilla y por sus torres despuntando sobre el río Spree, el Kreuzberg nos descubre un Berlín diferente: murales y grafitis en las fachadas de viejos edificios conviven con terrazas multicolor y locales alternativos adornados por la omnipresente shisha del mundo oriental. El mercadillo y los puestos de frutas, especias y productos variopintos reflejan el ambiente y la vida cotidiana de esta comunidad.
Muy próximo al Kreuzberg encontramos la East Side Gallery que no es otra cosa que los restos del Muro que tanto tiempo separó la ciudad y el propio país, dejando a familias divididas durante el período de la llamada Guerra Fría.
Hoy el muro es un museo abierto. Sus coloridos grafitis reivindican un mundo más amable y sobre todo más libre. Tras la cola generada a diario para uno de los selfies más demandados del mundo se esconde una imagen real: El beso entre Erich Honecker de Alemania Oriental, y Leónidas Breznev, de la Unión Soviética. Un símbolo de la unión entre las dos potencias comunistas que hoy decora camisetas y posters, restando importancia a su verdadero significado. El Check Point Charlie, punto fronterizo de paso entre las dos Alemanias es otro de los elementos que recuerdan ese pasado todavía reciente.
También el llamado Barrio Judío, del que hoy día poco queda como tal barrio, merece una visita para admirar el hermoso edificio de cúpulas doradas y brillantes que acoge la Nueva Sinagoga, los bonitos patios Modernistas de Hackesche Hofe y sobre todo el Viejo Cementerio Judío.
En Alemania sigue presente la historia reciente y los berlineses muestran una admirable propensión a no olvidar su pasado. El monumento al Holocausto situado en pleno centro, a dos pasos de la Puerta de Brandenburgo aparece como un respetuoso homenaje a los miles de judíos exterminados durante el régimen Nazi.
Pero Berlín es también futuro, y sus edificios construidos en la línea de las mejores vanguardias muestran esa especial convivencia entre estilos y culturas. En esta línea, el Sony Center es uno de los espacios más recomendables para el Berlín nocturno: a pocos metros de la moderna Postdamer Platz, nos adentramos en una manzana de modernos edificios que forman una plazoleta cubierta por una cúpula acristalada. Por la noche las luces cambiantes y las vidrieras de los edificios forman una sugerente atmósfera que invita a tomar una copa en cualquiera de los locales y terrazas de la plaza.
Una opción diferente pero también muy apetecible para el buen tiempo son las orillas del Landwehrkanal, donde a la sombra de hermosos sauces y con el espejo refrescante del río, se puede tomar una buena cerveza en un ambiente desenfadado.
En definitiva, Berlín asombra y confunde en su caótica imagen, pero cautiva y seduce en su amable y ordenado día a día: una ciudad abierta y amigable, ejemplo de integración y multiculturalidad.
Marga Díaz blog: https://viajesvagalume.blogspot.com/