En el curso en el que la Facultad de Bellas Artes cumple 25 años, otro hito importante en la historia del centro alcanza también una cifra redonda. Entre diciembre de 1994 y enero de 1995 se completaba la reforma que transformó el cuartel militar de San Fernando, "en un templo de la cultura y la enseñanza", como recuerda César Portela, el arquitecto responsable de aquellos trabajos.
Después de cuatro cursos en la que había sido la sede del Hogar Provincial, en la calle Sierra, los fusiles dieron paso a los pinceles en aquel edificio del siglo XVIII de la calle Maestranza, en lo que supuso "un salto inmenso" para el centro, que pasó de unas instalaciones "en las que casi no había calefacción a otras que resultaron ser la envidia de muchas otras facultades", como recuerda su primer decano, Juan Fernando de Laiglesia.
"Fue como pasar de la noche al día", añade el actual decano, Juan Carlos Meana, profesor de la facultad desde 1993, de aquel cambio de sede que llevaba a Bellas Artes a un "edificio muy amplio y muy bonito, pero que no tenía absolutamente nada, por lo que hubo que equiparlo con un mínimo de forma inmediata", relata. Por aquel entonces, se encontraba al frente del Decanato el profesor José Chavete, que coincide a la hora de apuntar que el traslado "se realizó en el momento más complicado, con el curso ya iniciado, por lo que a duras penas pudimos subsistir ese primer año".
De hecho, como recuerda Laiglesia, "las obras de remodelación fueron complicadas y no se remataron en octubre de 1994, como estaba previsto", lo que dio pie a las movilizaciones del alumnado. "Hubo incluso un encierro en el edificio del cuartel", añade este docente respeto de lo que define como "un desfase de tiempo comprensible en una remodelación que suponía un salto inmenso".
UNA FACULTAD NACIDA ENTRE EL FRÍO Y LA ILUSIÿN
Nombrado decano comisario por el rector Luis Espada, Juan Fernando de Laiglesia llegó a Pontevedra en septiembre de 1990 con el objetivo de poner en marcha la nueva titulación. "En octubre de ese año, cuando tenían que comenzar las clases, aun no estaban rematadas las reformas que precisaba el edificio que nos había cedido la Deputación", situado donde hoy se asienta el Sexto Edificio del Museo de Pontevedra. Los 120 alumnos que integraban la primera promoción tomaron sus primeras notas "en las seis primeras grandes lecciones, abiertas al público" que se desarrollaron en el Teatro Principal.
No fue pues hasta comienzos de un noviembre "ventoso y lluvioso" cuando comenzaron las clases en aquella primera sede de la facultad. Se daba así inicio a una etapa que el primer decano recuerda como "algo magnífico", ya que "con muy pocos medios, con frío y con una enorme ilusión por parte del profesorado, comenzamos la formación de las nuevas generaciones de artistas". También recuerda con cariño aquella "construcción de una facultad desde sus cimientos" José Chavete, vicedecano en aquellos primeros años, una etapa "de mucha ilusión, excesivo trabajo, problemas constantes y soluciones creativas".
Recuerda Chavete, que aquella primera sede "quedó pequeña ya en el tercer curso", por lo que el debate sobre cual sería el nuevo destino de Bellas Artes no tardó mucho en iniciarse y tras él vinieron también las movilizaciones del alumnado. "Ya sabíamos que, en 1994, cinco generaciones no iban a caber", añade Juan Fernando de Laiglesia, que recuerda que "estuvimos viendo diferentes posibilidades, incluso en algún polígono industrial, y finalmente se optó por el cuartel de San Fernando". Dos años antes de que el traslado se hiciera efectivo, en diciembre de 1992, "asistimos al acto protocolario de la salida de los militares del cuartel, y a partir de ahí, comenzó la reforma".
LLEVAR LA LUZ A LAS AULAS
El concurso convocado para llevar a cabo a conversión del cuartel en una facultad situó al frente de aquel proyecto a César Portela, quien recuerda como "un logro para Pontevedra hacer de un cuartel, que era un lugar cerrado, un espacio abierto, mucho más alegre y luminoso". El arquitecto pontevedrés recuerda que se trató de un "reforma compleja", que se extendió por cerca de dos años, ya que implicaba una "serie de condicionantes", puesto que había que dotar al centro "de una biblioteca o de espacios para los talleres, sin destruir lo que ya había, que era un edificio de gran racionalidad y de gran belleza", protegido por Patrimonio.
"Lo más importante era introducir la luz en las aulas", destaca Portela, que también trató de "aprovechar lo bueno que tenía el antiguo patio de instrucción", con la idea de convertir el cuartel "en un espacio público en el que la gente tendría acceso a las galerías y al jardín central", este último, lamenta, "poco cuidado".
PASARON 20 AÿOS
Una vez "normalizada la situación tras el traslado, pudimos adecuar el espacio nuestras necesidades" y, con el paso de los años, "la facultad fue subiendo en categoría y prestigio", destaca Chavete, decano entre 1994 y 1998, para lo cual a Bellas Artes "siempre le faltó espacio", aunque las posibles carencias se fueran supliendo "con una buena dotación material". En aquellos primeros años en la nueva sede "se comenzó a montar toda la maquinaria y a dotarse de equipamiento a los diferentes talleres", añade Meana, que recuerda como aquel "avance considerable" supuso también "mucho trabajo".
Dos décadas después, cerca de 650 alumnos y alumnas cursan en el antiguo cuartel de San Fernando sus estudios de grado, máster o doctoramiento, por lo que actual decano en funciones reconoce que "lo que hace 20 años era la abundancia, ahora queda pequeño". No en vano, a lo largo de sus 25 años de historia, Bellas Artes vivió, destaca Meana, un "crecimiento muy natural, sin grandes sobresaltos", que permite "seguir llenando de alumnos el centro todos los años" y que convirtió a la facultad en un "elemento fundamental" en el desarrollo del arte contemporáneo en Galicia.