Teresa Portela ha agrandado este martes su leyenda en Tokyo. En sus sextos Juegos Olimpicos, más que ninguna otra española, por fin ha logrado subir al podio y colgarse una merecida medalla.
Lo había rozado con los dedos con su quinto puesto en Atenas 2004 y Pekín 2008, cuarto en Londres 2012 y sexto en Río 2016, y ahora a sus 39 años ha conseguido el premio a su constancia y a toda su trayectoria.
La palista pontevedresa, que había ganado su serie pasando directamente a semifinales, sufrió para entrar en la final en una primera semi repleta de grandes nombres. Pasaban cuatro mujeres y en una situación poco común Portela marcó el cuarto tiempo (38.858) empatada con la sueca Linnea Stensils, quinta. Ambas pasaron a la lucha por las medallas obligando a ampliar el campo de regatas con una novena calle, la que ocuparía Portela desde el exterior.
Poco le importó a la deportista del Ría de Aldán, que salió a por todas en una emocionante final en la que revalidó su oro con récord olímpico (38.120) la gran favorita, la Lisa Carrington (Nueva Zelanda). Por detrás la lucha fue encarnizada, y de hecho hubo que esperar a la foto finsih para conocer el resultado.
Parecía que Teresa Portela se había metido en el podio, pero inicialmente la organización no le otorgó ese puesto. Fueron segundos de incertidumbre hasta que la revisión la colocó segunda con un tiempo 38.883, superando a la danesa Emma Aastrand Jorgensen 38.901, bronce.
Una plata que sabe a oro y que provocó una explosión de emoción y felicidad en Portela, como demostró desde la propia embarcación con las lágrimas más dulces de su carrera deportiva. Ya era medallista olímpica.