Cómo una conversación en un bar transformó el baloncesto femenino en Pontevedra

Pontevedra
31 de agosto 2024

En 1984 un grupo de jóvenes que compartían la pasión por el baloncesto y jugaban en el mismo equipo decidió sembrar una semilla en Pontevedra. Bajo el nombre de Club Baloncesto Arxil, dieron vida a un proyecto que empezó en la mesa de un bar y ha trascendido los límites del deporte, convirtiéndose en una auténtica familia

 

Jugadoras y exjugadoras del Arxil Cristina Saiz

En 1984un grupo de jóvenes que compartían la pasión por el baloncesto y jugaban en el mismo equipo decidió sembrar una semilla en Pontevedra. Bajo el nombre de Club Baloncesto Arxil, dieron vida a un proyecto que empezó en la mesa de un bar y ha trascendido los límites del deporte, convirtiéndose en una auténtica familia.

Begoña Arias, una de las fundadoras del club, recuerda con cariño los inicios: "Éramos un grupo de jóvenes que jugábamos juntas. En ese momento, había varios equipos, pero no tenían una base así fuerte. El equipo en el que estábamos prácticamente desaparecía, así que decidimos crear uno nuevo, con nombre nuevo y partiendo de la base que ya teníamos".

Todo comenzó "como una cosa de amigas en un bar buscando un nombre para el equipo. ¿Quién iba a pensar que de aquello surgiría esto?", pregunta Begoña, aún sorprendida por lo que han logrado.

Aunque se mudó a Madrid por trabajo y estuvo allí viviendo muchos años, nunca perdió el vínculo con el Arxil. "Ahora vuelvo y estoy con ellas como si no me hubiera ido. Para mí, es un orgullo haber puesto ese puntito ahí para conseguir lo que ha logrado toda esa gente que lleva ahí tantos años. Es increíble la cantidad de personas que han pasado por el club. Se crean pandillas de amistad para toda la vida".

Lo que comenzó como un proyecto "muy poco profesional" ha evolucionado hasta convertirse en un club profesionalizado, con jugadoras extranjeras y un "enorme trabajo desde la base. Quizás en aquella época no era muy normal que las chicas jugaran en un equipo", reflexiona Begoña, "ahora es más normal que practiquen todos los deportes. Está más metido en la sociedad que haya igualdad a la hora de tener la posibilidad de jugar a cualquier deporte".

Sin embargo, subraya que el camino, ni ha sido fácil, ni lo es ahora, y espera que el Arxil reciba más apoyo institucional en el futuro. "Año tras año tienen que estar sufriendo a principio de las temporadas para conseguir ayuda económica y eso es un déficit importante", señala.

Aún así, su mensaje para las jugadoras y futuras jugadoras es claro: "Que se apoyen y apunten al baloncesto. Esto es más que un deporte, sobre todo el Arxil". Para ella, es un motivo de orgullo. "El Arxil ya tiene un nombre a nivel Galicia y en España. Se vio cuando, por desgracia, nos faltó Maite; la gente conocía su legado... El Arxil ya tiene su papel en la sociedad pontevedresa y en toda Galicia".

Sara Lago, quien comenzó a jugar en el club en 1996, también comparte ese sentimiento de pertenencia. "El Arxil es parte de una familia. Cada vez hay más niñas y más iniciativas sobre la igualdad, y veo que el club tiene una evolución muy buena y se va adaptando a los tiempos".

"Eché muchos años aquí, y sigo involucrada con el club. Somos como una familia, estamos para lo bueno y para lo malo. Ayudan a las niñas a que puedan jugar, dedicarse a lo que quieran y llegar a ser profesionales", destaca.

Sara también subraya la importancia que ha tenido el Arxil en la promoción del deporte femenino en Pontevedra. "Fue pionero. Muchas niñas que querían jugar o practicar deporte, igual que sus hermanos o primos, tuvieron la oportunidad de hacerlo gracias al Arxil. Ahora hay un gran volumen de niñas y vamos de generación en generación. Las que fueron jugadoras ahora tienen hijas que siguen aquí, y parece que esto sigue adelante".

En el caso de Ana Martín, otras de las jugadoras emblemáticas del club con 17 temporadas a sus espaldas, también resalta el carácter familiar del club. "Tengo 42 años y, aunque soy de Vigo, el Arxil ha sido mi familia. Estuve tanto tiempo en el club porque me sentía muy a gusto", afirma.

Ana también reflexiona sobra cómo ha cambiado la percepción del deporte femenino desde que ella empezó, y es que "cuando tenía 19 y hacía el esfuerzo de venir de Vigo a Pontevedra todos los días, la gente me decía que estaba loca, cómo era posible, total era solo baloncesto. Ahora es casi una obligación que la mujer haga deporte, lo cual es muy interesante porque antes era impensable. Ahora cada vez más niñas quieren hacer deporte y jugar al baloncesto, vienen con mucha emoción y ganas de continuar, algo que antes era bastante complicado".

María Lago, actual jugadora del Arxil y una de sus capitanas aterrizó en Pontevedra con 18 años para estudiar y ya lleva 14 temporadas vistiendo la camiseta verde. Comparte que el club la ayudó siempre más allá de lo deportivo y "Maite y San fueron como madres más que entrenadoras. Siempre potenciaron que nunca abandonáramos los estudios y que pudiéramos compaginar todo", indica.

Para Mariña y Aldara Vázquez "el Arxil es mucho más que un club, es nuestra familia. No me imagino estar sin ellos", afirman. Valoran especialmente el cariño con el que se trata a todas las jugadoras que entran, sin ningún tipo de distinción. "Si le preguntas a cualquiera, te dirán que el Arxil es como una familia. Siempre están dispuestos a ayudar a resolver cualquier problema", señalan.

Pero la creación del Arxil también ha tenido su impacto en la sociedad pontevedresa más allá de lo que puede significar a nivel interno. "Mi madre, junto con mi padre, San y Begoña, decidieron crear un club de baloncesto femenino porque no había uno en Pontevedra. Mi madre siempre dijo que, si tenía hijas, le gustaría que tuvieran la oportunidad de jugar. En estos 40 años se ha pasado de que en Pontevedra no hubiera un club femenino a estar en Segunda División a nivel nacional", valora Aldara.

Sin embargo, pese a estar en esa categoría todavía son muchas las diferencias las que hay con respecto a los compañeros hombres. "Yo no cobro", señala la mayor de las hermanas, "y cualquier chico de Segunda División vive perfectamente de esto. Hemos evolucionado, pero todavía hay mucho por trabajar.

Finalmente, añaden que el Arxil ha sido clave para mostrar a las niñas que pueden practicar deporte colectivo. "Antes no había fútbol, waterpolo, balonmano... No había muchas cosas que ahora hay. Me gusta pensar que el hecho de que algunos clubs, como este, hayan empezado con el deporte femenino, ha hecho que otros también impulsaran estas disciplinas".