Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo: "No habríamos hecho 'Nos vemos en otra vida' sin las víctimas del 11M"

Pontevedra
20 de diciembre 2024

La serie ha sido exhibida en el Teatro Principal en el marco de las actividades previas de los Feroz 2025, en los que acumula cuatro nominaciones, entre ellas la de mejor serie dramática

Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en Pontevedra
Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en Pontevedra / Mónica Patxot

Acercarse a una historia tan dolorosa como los atentados del 11M no era un encargo fácil. Hacerlo sin herir a las víctimas, mucho más. Esa fue la obsesión de los hermanos Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, creadores de la serie Nos vemos en otra vida.

En ella adaptan la novela escrita por el pontevedrés Manuel Jabois, basada en la entrevista que Gabriel Montoya Vidal, "Baby", un joven asturiano de apenas 16 años, le concedió en 2014 sobre su vinculación con el mayor atentado yihadista cometido en suelo europeo.

La serie ha sido exhibida en Pontevedra en el marco de las actividades previas de los Feroz 2025, en los que acumula cuatro nominaciones, entre ellas la de mejor serie dramática. Hablamos con sus responsables sobre ese proyecto y sobre el estado actual de la ficción televisiva.

¿Cómo ha sido abordar una serie sobre el 11M cuando se trata de un episodio tan doloroso y que, al mismo tiempo, está en la memoria reciente de todo el país?

Jorge: Que la gente supiera cómo iba a acabar la historia es lo que utilizamos como premisa. Era absurdo ocultar que todo acaba en un atentado cuando estás haciendo una serie sobre el 11M. Lo que planteamos es una serie sobre la fatalidad.

Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en Pontevedra
Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en PontevedraMónica Patxot

Es una serie que sabes cómo acaba en la que tienes un personaje con un nubarrón encima de la cabeza que le persigue. Al final es la historia de un chaval que sabes que va a acabar mal. Esa sensación de suspense era lo que, en gran medida, generaba el nervio y el motor de la serie.

Para abordarlo, obviamente, todas las preocupaciones y reparos del mundo, en el sentido de que había víctimas con nombres y apellidos. Y la premisa, a parte de la forma de hacerlo, era dar testimonio de lo que pasó. Queríamos generar un discurso y asentar un relato que, hasta cierto punto, había estado como un poco en entredicho, por decirlo de alguna forma.

Vuestro primer contacto con la historia fue, como nos pasó a muchos, con el libro que escribió Manuel Jabois. ¿Qué fue lo que os atrapó de este relato?

Alberto: Mucha gente lo desconocía, sí. A los dos nos sorprendió mucho. Leímos la novela enseguida y nos gustó. Lo que nos fascinó es la mirada que tiene Manuel para contar el 11M a través de un barrio y de un chaval de 16 años, haciendo tal radiografía social.

Este fue uno de los pocos atentados yihadistas que tuvo colaboración de gente local. Había muchos ingredientes que hacían que la aproximación a la historia fuese muy especial. Lo que no tenía la novela, el cómo colocar a las víctimas en el relato, fue nuestra gran preocupación.

El contar cómo sucedió y el dolor que provocó fue el mayor quebradero de cabeza. Encontrar la estructura en la que, sin perder el punto de vista de contarlo desde ese chaval, pudiesen aparecer las víctimas y que ellas, fuera de todo morbo, fuesen las que contasen el atentado.

¿Habéis hablado con las víctimas? ¿Esta serie hubiese sido posible sin ellas o sin su aprobación?

J: Hubiera sido complicadísimo. Ni nos lo planteamos. O era con ellas o no sería. Muy pocas veces en la vida te enfrentas a una situación en la que tu trabajo puede herir o hacer daño a alguien. Lo más peligroso que hacemos es poder aburrir a un espectador.

Pero cuando te planteas algo con gente viva a la que puede herir lo que vas a contar, tienes dos platos en la balanza. Uno, que estás manejando un material humano muy sensible y otra que te encuentras frente a una historia tan increíble que no puede no ser contada.

¿Cómo puede ser que el germen de este atentado esté en un tipo sentado en un banco de un barrio de Avilés, en un chaval de 16 años? El primer inculpado por el 11M. Cuando una historia así se cruza delante de ti tienes que encontrar la manera de contarla.

Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en Pontevedra
Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en PontevedraMónica Patxot

Imagino que no perder ese foco fue una de vuestras preocupaciones, ¿pero qué ha sido lo más complejo de trasladar a la pantalla?

A: Para todo el equipo fue muy complicado entrar en la producción. Recuerdo que cuando fuimos a ver las localizaciones, entre ellas Mina Conchita, el hecho de pasar por los mismos sitios que los yihadistas, sabiendo lo que habían causado, nos impactó muchísimo.

Al principio teníamos una especie de obsesión por ver todos los sitios por donde pasaron, incluso en intentar rodar en esos sitios, y poco a poco fuimos distanciándonos para contar lo que era importante. Tuvimos mucho respeto e hicimos las cosas de manera muy responsable.

Nos vemos en otra vida es, sin duda, una serie dramática, pero también quisisteis darle ciertas pinceladas cómicas para aligerar un poco la historia. ¿Cómo ha sido equilibrar esos dos tonos?

A: Una de las cosas difíciles del proyecto fue encontrar el tono de la serie porque teníamos una mirada moral frente a lo que pasó muy importante. Sabíamos que iba a haber víctimas con nombres y apellidos. Con lo cual, buscar ese equilibrio fue una de nuestras preocupaciones.

Yo creo que el espectador hay veces que se ríe y no se siente cómodo. Era lo que buscábamos. Cuando hicimos el primer pase con las víctimas, más que los sucesos que ya conocían, lo que más les impactó fue ver cómo sus vidas estuvieron en manos de gente tan cutre.

¿Y cómo fue encontrar a vuestro 'Baby'? ¿Fue Roberto Gutiérrez un golpe del destino?

J: Hacer casting callejero y buscar gente no profesional, es una moneda al aire. Queríamos a alguien que fuera asturiano y encontrar a un actor profesional de esa edad, 16, 17, 18 años, con la capacidad de generar una creación de ese nivel era muy complicado.

Le vio la encargada del casting a la salida de un McDonalds. Ni se le había pasado por la cabeza ser actor. Tenía el desparpajo de esa gente que no desea nada ni tiene nada que perder. Un joven con el barrio dentro, con cara de espabilado y con una mirada que te enganchaba.

Era la elección que nos parecía que era la que más nos iba a costar y, al final, sucedió bastante pronto en el tiempo. Tuvimos mucha suerte. Fue más complicado dar con Trashorras. Sabíamos que teníamos grandes actores en España pero no fue tan fácil.

Además, buscabais a alguien que no fuera muy conocido, ¿no?

A: Contando con Roberto, no podías poner una cara súper conocida al lado. Teníamos que matizar y que todos bajasen a ese nivel para que respirase verdad. Tuvimos claro que no queríamos caras muy conocidas, aunque es verdad que Pol López es muy conocido en Cataluña.

¿Os marcasteis algún límite a la hora de contar esta historia?

J: Lo que no queríamos es que se entendiera que esta es una historia de blanqueamiento de ninguno de los implicados. No es una historia de redención. El trabajo que hay para entender el personaje es un trabajo no de empatía sino de contextualización.

Queríamos entender el contexto, que es lo que mueve la novela de Jabois y lo que nos movía a todos. Entender cómo fue posible que esto sucediera. Eso fue lo que nos enganchó a todos y lo que mueve el resto del trabajo. Entender que el ser humano hace cosas que son inexplicables.

Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en Pontevedra
Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, en PontevedraMónica Patxot

Esta serie ha sido una de las primeras en las que se ha embarcado Disney+ en España. ¿Os costó convencerles de abordar este proyecto?

A: Estamos muy contentos con la apuesta y valentía de Disney. Ha sido el proyecto que más rápido hemos vendido. Conocían la novela y les había impactado mucho y creo que también necesitaba o quería buscar un público más adulto y aquí en España hacer algo muy local.

Y esta era una historia muy potente. Era un momento interesante, 20 años después, poder hablar de esto, poder contar lo que pasó y, de alguna manera, curar heridas al exponerlas. Pero estuvimos un año pensando en cómo hacer el proyecto. No fue fácil.

Ambos sois, además, responsables de Crematorio, una serie que marcó en su día un punto de inflexión en la ficción televisiva española, a partir del cual las cadenas y las productoras empezaron a apostar por series más arriesgadas. ¿Os sentís pioneros en esta nueva ola?

J: Nos sentimos afortunados. Sentimos que, al final, en esta profesión hay cosas que consigues, cosas que no. De repente, estar en el sitio y en el momento oportuno te permite hacer algo que llevabas tiempo queriendo hacer. Había algo en el ambiente en aquel momento.

Fuimos privilegiados de poder estar ahí, que nos dejaran hacerla y que nos lo pidieran además con ganas, con ambición y con apetito de contarlas como hacía la HBO. Y luego estaba la novela de Chirbes, que nos había fascinado y que nos dejaba mucho sitio para crear a partir de ella.

¿Como creadores tenéis ahora más libertad?

A: Hay un poco de todo, aunque este año hay series increíbles. Todas diferentes. Querer, Los años nuevos o Yo, adicto son arriesgadas. Hay un salto, una nueva era. La creación de series ahora mismo en España tiene un nivel muy alto y la cadenas se arriesgan.

J: Y el nivel de autores que llegan ayudan a eso. La frontera entre cine y televisión se ha perdido. Es lo que soñábamos. Podemos elegir una historia y decidir en qué formato la hacemos. Hay series que solo pueden ser series y hay películas que solo pueden ser películas.