Para Javier Macipe (Zaragoza, 1987), que cuatrocientas personas acudan a ver su película, La estrella azul, un lunes "es un subidón". Y más cuando ya se ha estrenado hace más de un año. Eso es lo que ha pasado en Pontevedra, a donde ha llegado de la mano de los Premios Feroz.
La suya, una 'road movie' sobre Mauricio Aznar, un rockero aragonés que recorrió Latinoamérica buscando reencontrarse, ha sido, sin duda, una de las películas del año. Abrazada por público y crítica, también es protagonista en la temporada de premios.
En los Feroz, optará a cuatro galardones, entre ellos los de mejor película dramática y mejor actor protagonista (Pepe Lorente). Para Macipe, que también opta al de mejor guion, "mi vida ya es indisociable de lo que es La estrella azul". Han sido más de diez años trabajando en ella.
Llevas un año de promoción con La estrella azul. ¿Cómo ha sido toda esta etapa?
Se ha alargado esto muchísimo pero, por suerte, ha sido porque la película está teniendo una vida muy larga. Este año he hecho 30.000 kilómetros, me lo ha dicho Google el otro día. He estado 300 días fuera de mi casa. Estoy un poco cansado pero estoy muy contento y satisfecho. Viendo ya un poco el final. Después de los Goya ya podré descansar.
Cuando alguien estrena una película espera que le vaya lo mejor posible, ¿pero esperabas llegar hasta aquí? ¿Con tan buena acogida de público, crítica y premios?
Yo soy muy optimista y entre mis mejores expectativas sí que estaba esta situación. Piensa que un director tiene que convencer a mucha gente. Para eso tienes que entusiasmar y ser positivo porque si no sería imposible encontrar productor o gente que la financie.
Siempre he mantenido que era una película que iba a llegar al público y estamos satisfechos de haberlo conseguido. Aún faltan pasos. Más que los premios, que eso sería bueno, la película está en proceso de venta a otros territorios. En mis expectativas está que se dé eso también.
La estrella azul habla del músico aragonés Mauricio Aznar, pero realmente es una historia universal. La de un artista que emprende un camino de autodescubrimiento, un recorrido vital en la que muchos se pueden sentir identificados, ¿no?
Sí, incluso sería una película que, aunque no hubiera existido la persona en la que se basa, podría interesar igual. Fue uno de los puntos contra los que tuve que luchar, el prejuicio de que fuera a ser una historia que solo interesaba en Aragón.
Me esforcé mucho porque el punto de vista artístico la universalizara y también porque todo el mundo se diera cuenta de que el objetivo no era hacer un biopic de un personaje poco conocido sino contar la historia universal que hay contenida en él.
¿Cómo llegó a ti este proyecto?
Hace 18 años contacté con la madre de Mauricio para pedirle permiso para poner una canción suya en uno de mis primeros cortos. Y la idea partió de ella. Me dijo que había tenido una conversación con Carlos Saura sobre la posibilidad de hacer una película sobre esto pero, por lo que sea, no se habían entendido bien. Pensó que estaría bien que lo hiciera yo.
Yo aún estaba estudiando cine. No me veía capaz, pero ya iniciamos una relación. Nos escribíamos a veces, pero no hubo un trabajo intenso en esto. Quise formarme y hacer otros proyectos. Hace diez años fue cuando ya le dije de empezar. Ahí fue la primera vez que viajé a Argentina para conocer ese mundo. Han sido diez años de dedicación total a La estrella azul.
Difícil decir que no a un encargo como este, me imagino…
Exactamente. Esa es la sensación que tuve. Cuando me dijo eso llamé a un amigo para contárselo y le dije que no podía decirle que no. Es una mujer que ha pasado por algo muy duro en su vida, tenía una historia muy trágica. Era una responsabilidad, Y más diciéndote que no le convence del todo la posibilidad de Saura y que lo haga yo. ¿Cómo le vas a decir que no?
Para los que la figura de Mauricio Aznar nos resulta un poco lejana, ¿qué destacarías de él?
Es un ejemplo para mí de un artista que busca la pureza de lo que es realmente el arte y no lo que rodea el arte. Él no fue más famoso porque cuando pudo serlo eligió no serlo. Tuvo un contrato encima de la mesa con una gran discográfica y se dio cuenta que eso no le interesaba.
Decidió ir a buscar por otros derroteros con los que ser más fiel a su propia vocación de artista. Para mí como cineasta que aspiro a ser artista, él es un referente siempre. Más en el cine, que el arte que yo creo que está más contaminado por la industria.
Llama la atención que en su periplo por Argentina, en busca de esa reinvención y de esos nuevos sonidos, al final lo que marcó su estancia fue el silencio.
La película tiene dos facetas. La del viaje como artista y la del viaje humano con el que se puede identificar cualquiera. Y como dices es un viaje hacia el silencio o un viaje hacia un lugar donde las cosas más importantes son las espirituales y no las materiales.
Creo que aquí en España, y en Europa en general, parece que el índice de bienestar está relacionado casi siempre con asuntos materiales. Luego vas a lugares pobres de Argentina y te encuentras que la gente vive, no sé si más feliz, pero más contenta la mayor parte del tiempo.
¿Has podido trabajar con libertad al llevar a la gran pantalla la historia de una persona real y, además, hacerlo a petición de su familia?
Me dieron mucha libertad. Pero sí que es verdad que yo les tenía muy presentes. No solo a ellos, a todos los amigos de Mauricio. Sientes una responsabilidad extra porque entrevisté a muchas personas para conocer la historia. Desde ese momento, sientes de alguna manera que les debes algo y que, como mínimo, tienes que ser respetuoso con la verdad.
Imagino que a todos los cineastas cada una de sus películas les dejan una marca en su interior, pero no sé si en este caso, al ser un proyecto tan personal, aún más.
Llevo la mitad de mi vida con el proyecto en la cabeza y casi un tercio dedicándome totalmente a él. Yo diría que mi vida ya es indisociable de lo que es La estrella azul. Incluso los técnicos son íntimos amigos. También me pasa con los actores.
Si ahora voy a Argentina duermo en casa de Cuti Carabajal, que es el protagonista. Eso no pasa en otras películas. Todo ese universo es ya indisociable. Los amigos de Mauricio ya son mis amigos y toco en una banda que hacemos música de Mauricio. O sea, ya no hay límites.
Y eso que, a pesar de ser una película que te ha dado muchas satisfacciones, fue muy dura de rodar…
Nos pasó algo que era imposible de imaginar. Al tercer día de rodaje llegó la pandemia. A eso se sumó una crisis terrible en Argentina que hizo que perdiéramos casi todo el dinero que se había conseguido allí. Y luego que era una película de por sí ya muy difícil para ser una primera película con muchas escenas de conciertos, con música en directo, con cientos de personajes y con miles de extras. Ha tenido todo lo que más difícil que puede tener una película.
¿Y qué viste en Pepe Lorente para que fuera tu Mauricio Aznar?
Es un gran actor, lo primero. Tenía muy buenas cualidades para la música, aunque prácticamente no tocaba. Cantaba muy bien, tenía muy buen oído. Vi que aprendería y que se podría convertir en un músico de verdad. No parecerlo, sino serlo.
Y luego hubo una prueba un poco espiritual en el casting. Básicamente le dije que cerrara los ojos, que se concentrara, que respirase y que hablara solo si sentía que el que tenía que hablar era Mauricio. La manera en la que habló es lo que me acabó de convencer. Hubo algo que me impresionó mucho a mí y a los amigos de Mauricio a los que les enseñé lo que había dicho.
¿Huir de los clichés de los biopics musicales dirías que fue una de tus obsesiones?
Era importante que no fuera alguien que pareciera un músico o que pareciera Mauricio sino que fuera alguien al que vieras en pantalla y tuvieras la sensación de que es Mauricio. Hay mucha gente que, como no saben quién era, ven la película y creen que hace de sí mismo.
Y Pepe no se parece en nada a cómo era Mauricio. Yo creo que hemos conseguido que la película no esté tan cerca de la representación teatral, sino del documental. Es cierto que él canta intentando parecerse a Mauricio, pero también con su propia identidad.
Mauricio se fue a Argentina buscando ese nuevo camino, pero a la vuelta le pasó como a muchos otros artistas, que la recepción de su público ante ese cambio quizá no fue la esperada. ¿Por qué crees que le pasó eso?
La gente a veces juzga sin intentar comprender. Como Mauricio había tenido problemas con las drogas, hay quien pensaba que era una especie de locura que le había dado a alguien que no está muy en su sano juicio, no sé cómo decirlo. Y realmente estaba mejor que nunca.
Lo que pasa es que nadie se preocupó de interesarse por saber qué era eso que había encontrado, por qué lo había encontrado, qué nos estaba intentando transmitir. Muchas veces, las personas no escuchamos nada y sacamos conclusiones muy rápido.
¿Tras un año de promoción de La estrella azul estás pensando ya en nuevos proyectos o eres de los que prefieren cerrar una etapa antes de abrir la siguiente?
Tengo un par de ideas, pero no las he podido desarrollar porque ahora mismo estoy que no paro. Espero que ahora, a partir de los Goya, sea cuando se siente, me encierre, apague el teléfono y durante unos meses me dedique a escribir.
Antes de eso has venido a Pontevedra en el marco de las actividades previas de los Feroz 2025, ¿qué supone para vosotros salir de los circuitos habituales de promoción y acercaros tanto al público?
Es maravilloso. Primero, porque no todas las ciudades tienen cine o no todas las ciudades donde hay cine las películas aguantan lo suficiente para que el boca a boca funcione. Esta es una segunda oportunidad para que la película llegue al público.
Y, además, funcionando tan bien. Meter 400 personas en un cine un lunes es algo que yo creo que solo ha pasado en la semana de estreno y en Zaragoza. Así que es un subidón. Me gusta mucho ese contacto con el público y que la gente pueda preguntar cosas de la película.