Una joven escritora que acaba de ser madre se topa con la noticia de un suceso estremecedor: una mujer francesa ha ahogado a sus gemelos de 10 meses en la bañera. A partir de ese momento, la sombra del infanticidio la acechará como una vertiginosa posibilidad.
Ese es el punto de Salve María, aclamada por la crítica como una de las películas del año. Su directora, Mar Coll (Barcelona, 1981), asegura que "no me siento una pionera" a la hora de abordar la maternidad desde una perspectiva que rompe los cánones establecidos.
"Ahora somos nosotras las que tenemos voz. Lo que antes era una historia de meter y sacar pañales ahora es una experiencia trascendental", reflexiona la cineasta, que ha presentado en el Teatro Principal este film, que ha logrado cuatro nominaciones a los Premios Feroz.
Maternidad y familia son dos temas recurrentes en tu filmografía. En Salve María también están, pero con enfoque diferente. Adaptas la novela Las madres no, de Katixa Agirre
Lo que queríamos era hacer un proyecto que nos estimulara. No tenía sentido hacer lo mismo otra vez. Y de golpe, llegó esta novela a mis manos. Pensábamos que si queríamos hacer algo diferente, a lo mejor una buena manera era partir de un material que no fuera nuestro.
Nos pareció una buena idea adaptar un libro que tocaba un tema que era personal para nosotras. Yo tenía un bebé de año y medio y Valentina -la guionista- dos niñas pequeñas. Todas nuestras conversaciones giraban en torno a eso. Y que su premisa nos llevara al thriller nos llamó la atención.
Era una forma de abordar el tema sin que fuera una película discursiva. Era como atravesar una puerta nueva que se nos estaba abriendo delante de nosotras. Nos estimulaba mucho la idea del salir del naturalismo y hacer una película distinta.
Es decir, no era una historia escrita por vosotras, pero sí era un tema que estabais viviendo en primera persona, ¿no?
Era un tema que nos importaba o sobre el que teníamos algo que decir y emociones que compartir. Y, además, podíamos abordarlo con seguridad. Era cuestión de buscar la forma de hacerlo y que fuera interesante. Y era una gran idea abordar la maternidad desde el terror.
¿Fue fácil hacerlo?
En la etapa inmediata al nacimiento hay muchos elementos que te pueden llevar a ese género, como son la transformación del cuerpo, la extrañeza, la soledad, el miedo a la fragilidad... Había muchas cosas que te llevaban a la tensión y al terror. Quisimos contarlo así.
Era perfecto como premisa de una película de terror. Que dependa de ti un ser tan frágil hace que la muerte esté omnipresente. Construir un relato terrorífico sobre esa base fue fácil, no tuvimos que forzar nada. Usamos los elementos del cine de terror y los mezclamos.
Además, me imagino que como cineasta es interesante abordar un tema del que normalmente no se habla. Siempre nos han inculcado, sobre todo a vosotras como mujeres, que en la maternidad es todo maravilloso. Hay todavía muchos tabúes a su alrededor...
Ese ya es un relato que está muy discutido. Hay autores que han derribado muchos mitos sobre la maternidad y con esta nueva ola del feminismo ya se habla sobre esto. Me parece natural que así sea. Sobre todo porque ahora somos nosotras las que tenemos voz.
Escribimos libros y artículos, rodamos películas, hacemos ensayos... Con la llegada de la mujer a todos esos campos, es normal que un tema que había sido relegado al ámbito doméstico o que se había contado desde la perspectiva del hombre se haya transformado.
Lo que antes era una historia de meter y sacar pañales ahora es una experiencia trascendental que tiene, además, un potencial cinematográfico gigante. Aunque es verdad que sigue siendo mayoritario el relato de la maternidad como la cumbre de la vida de una mujer.
¿Y por qué crees que ocurre?
Es normal porque como hijos, sobre todo antes de ser padres, exigimos eso. Nos encanta la idea de pensar que hemos nacido para bendecir la vida de nuestros padres y llenarlos de felicidad.
Pero una cosa no limita la otra, ¿no? Tener hijos puede ser lo mejor que te haya pasado en la vida y, al mismo tiempo, que la experiencia de la maternidad haya sido terrible
Desde luego. Todas las maternidades, aunque sean maravillosas, contienen una parte conflictiva. Eso es así. Hay mucho aprendizaje, momentos de ilusión, de amor y de una ternura gigantesca. Es una experiencia que, en la mayoría de los casos, merece la pena vivirla. Pero no siempre es así.
¿Te preocupaba que el público entendiera a un personaje como María, que lograra empatizar con esa madre que se obsesiona con la idea del infanticidio?
Totalmente. Era uno de nuestros temores. Sabíamos que era un tema delicado. Que una mujer rechace a su bebé podía generar mucha antipatía. El reto de la película fue que el público sintiera empatía hacia ella, que pudieran entenderlo y ponerse en sus zapatos durante un momento.
Queríamos que no la vieran como un monstruo. Es lo que le ocurre a muchas mujeres que pasan una depresión posparto. No pueden ni compartir lo que les pasa porque el estigma que pesa sobre ellas es enorme. Y la sensación de culpa también. Lo viven en silencio y eso lo agrava todo.
¿Y qué viste en Laura Weissmahr para que fuera ella quien encarnara a María?
Primero, su mirada. Es muy expresiva. Transmite una herida, una grieta y un cansancio que te golpea. Es súper fotogénica y tiene un gran magnetismo. Atrapa la mirada del espectador. Es algo que se lo vi cuando le hice el casting. Y, además de todo eso, es una actriz muy especial.
No se parece a nadie que yo haya visto. Hay algo en ella que es irracional, volátil. Encajaba perfectamente para un personaje que no está bien. Trabajamos muchísimo con ella y se entregó completamente, con pasión y compromiso. Ha hecho un trabajo excepcional.
¿Para este tipo de personajes tan marcados eres de las que prefieres actrices noveles?
No. La verdad es que buscábamos una actriz conocida. Así es más fácil atraer la atención de los medios y del público. Pero sí es cierto que una cara nueva te aporta algo único. Cuando ves a un actor por primera vez, aprecias mucho el nivel de verdad y de credibilidad que tiene. Todo se potencia.
A Laura, la réplica en pantalla se la da Oriol Pla, que en la película se muestra como un hombre profundamente optimista, pero desbordado por las circunstancias.
Fue un personaje que nació de las necesidades de la trama. Nosotros queríamos construirle a María una pareja a la que ella no pudiera culpar de lo que le pasa. Porque lo que le pasa le puede pasar a cualquier mujer, no solo a las que puedan estar con hombres horribles.
Y, por otro lado, necesitábamos que ella estuviera sola. Es en soledad cuando se disparan más los miedos. Él no es capaz de ver lo que pasa a su mujer, pero no por maldad o egoísmo. Es ella la que disimula su malestar, sobre todo cuando está con él. Yo quería salvarlo y centrarme en ella.
Has venido a Pontevedra, en el marco de las actividades previas de los Premios Feroz, una ciudad en la que precisamente Salve María no se estrenó en cines. ¿Te gusta este contacto directo con un público que está alejado de los grandes circuitos comerciales?
Para mí es algo habitual. Es un tema de pura militancia. Me gusta apoyar todas las iniciativas, como los cineclubs por ejemplo, en donde todavía se ponen estas películas y apoyarlas con mi presencia. Para animar a que vaya más gente a verlas.
El cine necesita de estos espacios y de estos esfuerzos colectivos. Hay que dar posibilidad a la gente para que no tenga que ver solo un determinado tipo de película pensada como producto comercial, sino que también pueda ver historias diferentes.
¿Disfrutas de los coloquios posteriores con el público?
Me encanta, sí. Lo hago muy a menudo y lo seguiré haciendo las veces que haga falta. Si no lo hago más es porque tengo un hijo y tampoco puedo desaparecer todo el rato. Para mí, es un momento esencial. Tener el feedback de la gente le da una nueva dimensión a la película.
¿Y se te están acercando muchas mujeres a decirte que, por fin, alguien habla de sus historias?
Sí, muchísimas mujeres de todas las edades que han sido madres. Pero lo más sorprendente es que también lo hagan las mujeres de 60 o 70 años. Vienen a decirme que efectivamente la maternidad no era aquello que les contaban y que el instinto maternal es un cuento chino.