A Lois Patiño (Vigo, 1983) le gusta trabajar en varias películas al mismo tiempo. "Me resulta mejor que focalizarme en una sola. Es más sano", afirma el director, uno de los principales exponentes del "novo cinema galego", una denominación que no le desagrada porque "pone una etiqueta a algo que existía".
Actualmente tiene entre manos dos nuevos filmes, Ariel, una aproximación a La tempestad de Shakespeare que ha rodado en las Azores; y La nube del no saber, un musical sobre el silencio protagonizado por Niño de Elche. De ambos proyectos habla en esta entrevista con PontevedraViva.
Lo ha hecho instantes antes de proyectar en el auditorio de la Facultad de Comunicación de Pontevedra, dentro del ciclo de actividades previas de los Premios Feroz 2025, la película Samsara, que recibió en 2023 el premio del jurado en la sección Encounters de la Berlinale.
¿Qué te ha aportado Samsara, la película que te ha traído a Pontevedra?
Muchísimas cosas. Para empezar, trabajar en dos culturas diferentes que no conocía. Ha sido enriquecedor. Independientemente de cómo resultara la película, había un aprendizaje y una aventura vital que ya merecía la pena. Y ya desde la perspectiva del lenguaje cinematográfico, ha sido una apuesta por un cine para ver con los ojos cerrados.
Creo que he dado con una clave que conecta con unha experiencia meditativa, sensorial y de exploración de lenguaje muy radical que el público ha recibido con los brazos abiertos. Ha estado en salas comerciales de quince países. Estoy muy contento de que una propuesta de esta naturaleza haya sintonizado con las inquietudes y las sensibilidades del mundo contemporáneo.
Tras tus dos primeros largometrajes, Costa da Morte (2013) y Lúa vermella (2020), ambos rodados en Galicia, fue además la primera vez que decidiste irte fuera a rodar una película
Yo siempre he sido muy viajero y aunque había grabado cortos en Japón, Marruecos o Islandia fue la primera vez rodando fuera algo de tanta repercusión y que requiriera más trabajo. Fueron muchas primeras cosas que hacía por primera vez, como grabar en analógico en 16 milímetros o trabajar con director de fotografía porque hasta esta película me encargaba yo.
Era un híbrido entre documental y ficción en varios idiomas. Había muchos retos y muchas cosas que podían haber salido mal. Y, además, al provenir de una cultura con una economía más fuerte, siempre hay el peligro de caer en el exotismo o en el paternalismo. Conseguimos aprender y comprender al otro desde una posición de humildad y creo que eso se ve en la película.
Tienes ahora dos proyectos en marcha, en diferentes fases de producción, ¿cómo eres capaz de compaginar estas dos nuevas películas?
A mí siempre me ha gustado. Lo he visto sano para mí. Los proyectos siempre se pueden atascar en una fase u otra. Si tienes varios en paralelo y uno se atasca, por causas ajenas o por tu propio bloqueo, pasas al otro. Evitas la posible frustración. Un rodaje sí que necesita de ti plenamente, pero la edición y la escritura son compatibles. Me funciona mejor que focalizarme en uno solo.
La película que va más avanzada es Ariel (está en sus últimas fases de postproducción). En ella te atreves con Shakespeare. ¿Cómo ha sido abordar un proyecto de este calibre?
Nació como una codirección con Matías Piñeiro, pero nos pilló la pandemia de por medio y al final él no pudo seguir. Decidí adaptarla a mis inquietudes y a mis capacidades y estoy muy contento. Creo que es muy buena película. La semana pasada estuve terminando las mezclas de sonido y ahora ya solo queda encontrar un festival para estrenarla.
Es una aproximación a La tempestad, ¿no?
Así es. Sycorax, el corto que estrenamos en Cannes en 2021, ya fue una primera toma de contacto. Matías y yo planteamos este proyecto como una continuación de las ideas que habíamos ido desarrollando entre los dos. Él, desde su trabajo sobre Shakespeare y yo desde una experiencia contemplativa del paisaje, desde una presencia más animista.
Encontramos en La tempestad un lugar donde confluían ambas visiones. Es la última pieza teatral de Shakespeare, en la que hay una mayor presencia de la naturaleza desde una perspectiva espiritual. Tiene bastante de comedia y la hemos rodado en las islas Azores. La hemos trabajado de una manera poética y extrayendo frases de aquí y de allá.
Irene Escolar y Agustina Muñoz son sus protagonistas. Acostumbrado a trabajar con actores y actrices desconocidos, ¿por qué esta vez has querido contar con gente con más trayectoria?
Los intérpretes son, en su mayoría, gente local de las Azores pero sí, las protagonistas son Irene y Agustina. Va en función de la naturaleza del proyecto. No es que que me guste más una cosa u otra, pero al provenir del cine documental y experimental, siempre explorando nuevas formas cinematográficas, he partido siempre de lo real.
Ariel tiene mucho también de meta narrativa. Se reflexiona mucho sobre la interpretación. Hay personajes con dudas existencialistas. La presencia de una actriz como Irene, que conoce a la perfección a Shakespeare, que ha trabajado en el teatro y que proviene de una familia de actores, le daba a la película una dimensión mayor.
La otra película en la que estás trabajando, La nube del no saber, ¿está quizá más próxima a tus anteriores largometrajes?
Creo que, de alguna manera, vuelvo a mi ruta, sí. Proviene de un libro místico inglés del siglo XIV sobre el universo de los ermitaños en las montañas. Es un musical con Niño de Elche como protagonista, pero un musical en torno al silencio. Trabajamos con unos ingredientes que pueden generar una alquimia interesante. Va a haber mucha espiritualidad y mucha trascendencia.
¿Tenías a Niño de Elche en mente cuando empezaste a trabajar en esta historia?
Pues al principio era una idea más coral. Pero Niño de Elche me invitó a hacer la parte audiovisual de un disco en el que estaba trabajando en 2021, La exclusión. Ahí fue cuando se me ocurrió que le vendría muy bien a la película el tener un protagonista que condujese el relato y que el espectador pudiera hacer un viaje epifánico junto a él.
Lo elegí también por la admiración profunda que siento hacia su trabajo. Entendemos la creación artística de un modo muy similar, el tratar de traspasar límites, el intentar explorar lo sonoro, la música y la voz, yo a partir de la imagen y de la experiencia sensorial. Al explorar su hábitat y el mío creo que saldrá algo sorprendente y, si todo encaja bien, algo inolvidable para el público.
Decías antes que en Samsara se ve claramente cómo introduces una nueva narrativa en tu cine. En ella hay más trazos de ficción. ¿Seguirán estas películas ese camino?
Sí. Al centrarme principalmente en la experiencia contemplativa y en la inmersión, en el paisaje y en cómo tratar de habitar de una manera íntima la imagen y que la imagen nos habite a nosotros, necesitaba el silencio para hacer esa inmersión. Ahora, sin perder lo que creo haber ido aprendiendo a lo largo de cada película, busco ir añadiendo ingredientes.
Cada película, de alguna manera, te da un aprendizaje. Sabiendo los pasos que voy dando, ahora me he ido acercando al ser humano. Luego apareció la presencia de la palabra y el relato. Me acerco más a los cuerpos, hay más proximidad. Voy a seguir en esa línea de querer explorar también el relato y hacerlo además de una manera creativa.
Sabes que los medios solemos buscar etiquetas para explicar ciertos fenómenos. A ti te hemos metido en lo que se ha dado en llamar el "novo cinema galego". ¿Te sientes cómodo ahí?
Yo creo que no es una invención. Se puso una etiqueta a algo que existía. Óliver Laxe, Jaione Camborda, Eloy Enciso o Alberto Gracia hemos ido creciendo juntos. Nos admiramos y nos queremos. Somos una pandilla de amigos. Hemos sido una ruptura con respecto al cine que existía antes en Galicia, sobre todo por la voluntad de explorar nuevas formas cinematográficas.
Y trabajando desde la libertad, pudiendo rodar vuestras películas en gallego. Películas, además, que están siendo muy bien recibidas por el público y por la crítica.
Por suerte, hemos ido teniendo buena aceptación internacional. Poco a poco nos ha ido permitiendo crecer en términos de financiación, por ejemplo, lo que te permite idear e imaginar proyectos más ambiciosos. Creo que es el devenir natural. Hay que ir ganándose cada uno el espacio a base de mostrar que nos lo merecemos.