En apenas dos meses, el próximo 29 de noviembre en Filmin, Eduardo Casanova (Madrid, 1991) estrenará su tercera película como director. Al margen, su primera incursión en el género documental, le ha ayudado a tener "muchísimo menos miedo a la vida y a la realidad".
Tras Pieles y La piedad, Casanova regresa a detrás de las cámaras para mostrar la historia de Moisés, un hombre que en 2010 se quemó a lo bonzo en pleno centro de Madrid, desvelando las razones que le llevaron a un acto tan extremo y que, hasta ahora, nunca se habían contado.
El director relata a PontevedraViva que conoció a Moisés hace más de una década en el metro de Madrid. Le pidió el teléfono "pero no me atreví a hablar con él". Años más tarde empezó a interesarse por su historia. "Cuando me contó lo que le había pasado fue como un puñetazo en toda la boca", recuerda.
"Cuando me recuperé me di cuenta de que ahí estaba la historia más impresionante que yo podía contar", apunta el realizador madrileño. Han sido seis años de trabajo casi en secreto, siguiendo la historia del protagonista del documental de manera cronológica.
Al margen es, además, una película que habla de las personas que viven al margen de la sociedad y que "se relacionan de una forma diferente", por lo que "había que ser muy cuidadoso" a la hora de abordar sus historias, algo que reconoce que ha sido "complicado".
Con esta película "yo lo único que me he dedicado es a observar y a escuchar", algo de lo que se siente muy orgulloso porque "a mí antes me costaba mucho dejar hablar, estaba demasiado aturdido con lo que yo decía". Ahora, afirma, "he aprendido a escuchar y a recibir del otro".
"Ha sido muy increíble para mí y también muy enriquecedor para la película", destaca Casanova, que añade que, sobre todo, "creo que es una historia que era necesario poner en el centro porque la salud mental y el suicidio son temas muy complejos y que me interesan mucho".
Aún así, Eduardo Casanova reconoce que empezó a rodar la película "con unas expectativas muy bajas" porque creía que "no tenía el valor para mostrarme tan natural y tan abierto al público".
No estaba acostumbrado a revelar una imagen "que no estuviese controlada y perfectamente talonada", sin un decorado, sin vestuario y, sobre todo, sin un guion escrito por él. "A mí es muy difícil coartarme la libertad, pero tengo un grandísimo censor que soy yo mismo", admite.
Pero ver la historia completa, según Casanova, ha cambiado la forma en la que se enfrenta a la vida y, en especial, a su trabajo detrás de las cámaras. Tanto que se muestra convencido de que "no creo que mi cine vaya a ser igual después de esta película".
"Me ha hecho reconciliarme con poder darme más libertad, con aprender a fluir y darme cuenta de cualquier historia real es más rocambolesca que cualquier ficción", asegura el director, ya que "yo no he controlado lo que sucede y eso me ha hecho relajarme mucho".
Tras rodar este documental está seguro de que, en el momento que no tenga ideas, "sé que puedo salir a la calle con una cámara y las voy a encontrar", algo que le ayuda a vivir "mucho más tranquilo y mucho más a gusto" con una vida real en la que no siempre ha parecido encajar.
La piedad, la película que ha abierto este viernes en Pontevedra el ciclo de actividades previas a los Premios Feroz 2025, "habla de un chico encerrado en una preciosa jaula de cristal y que trata de salir de ella y yo me he sentido como ese chico, o incluso como su madre".
Después de haber rodado Al margen, subraya que "me siento completamente fuera de esa jaula y tengo muchísimo menos miedo a la vida y a la realidad". Tampoco le importan las críticas porque, entre risas, advierte que "soy capaz de ponerme más verde de lo que me pone la gente".
"Ya me flagelo yo suficiente. Siempre he sido muy crítico conmigo mismo. Pero ahora soy feliz", celebra Eduardo Casanova, centrado actualmente en su trabajo como director y guionista y que, por ahora, ha decidido aparcar su faceta como actor.
A ella tan solo ha vuelto en contadas ocasiones, "alguna vez por dinero", en los últimos años pero "sobre todo por amistad" con Manolo Caro, con quien colaboró en varios episodios de La casa de las flores o Alguien tiene que morir, porque, según afirma, "lo mío no ha sido nunca actuar".
"Yo no me siento actor, lo cual no quiere decir que no vaya a volver a hacerlo, porque la vida tiene propia vida y nunca se sabe lo que va a pasar", sentencia el realizador madrileño, que se ha mostrado feliz de regresar a una Pontevedra que ya había visitado cuando, siendo muy pequeño, "hice El Principito y me recorrí todas las ciudades de España".