Estela Lamas derriba barreras y prejuicios a golpe de palada
Por Manu Otero
"Que nadie te diga qué no puedes hacer". Es la bandera de una joven piragüista pontevedresa que acaba de marcar un antes y un después en la historia de la inclusión en el deporte. La alevín Estela Lamas perdió la visión con solo dos años y el pasado fin de semana se convirtió en la primera deportista invidente en participar en un campeonato autonómico de piragüismo en igualdad de condiciones.
Su caso es único en todo el territorio nacional y solo la constancia de la pequeña de 12 años, de su familia y la dedicación de la Escuela de Piragüismo Ciudad de Pontevedra y de su entrenador Jose María Pazos han permitido derribar una barrera que, a buen seguro, permitirá a muchos otros menores seguir la estela de Lamas.
"Estaba muy nerviosa porque era la primera vez que iba a competir", reconoce la joven palista que, a bordo de su K2 y con la compañía de su amiga Flavia López, logró cruzar la meta en una décimo sexta posición con más sabor a victoria que una medalla olímpica. Los aplausos, gritos de ánimo y celebración del público presente en la localidad lucense de Quiroga lo confirman.
Un simbólico triunfo que colma una década de superación de prejuicios y barreras que han marcado la infancia de Estela y su familia. "Estela está demostrando que puede hacer una vida normal y podría hacer muchas más cosas, pero es la sociedad quien la incapacita", denuncia Trini, su madre, muy molesta por las trabas en el ámbito escolar y social que su hija se ve obligada a soportar.
Con solo dos años le diagnosticaron una mutación genética que derivó en una pérdida total de la visión. Fue como una vuelta a empezar, Estela tuvo que volver a aprender a caminar, a correr y todavía ahora arrastra algún problema psicomotriz que con la ayuda del piragüismo y de Pazos están resolviendo a pasos agigantados.
Pero esta discapacidad en absoluto impide a la pequeña practicar deporte. "Le encanta el agua", reconoce su madre. A edades muy tempranas comenzó a nadar, luego probó el remo y en diciembre del 2021 le pìcó el gusanillo del piragüismo. Fue un familiar el que les recomendó la escuela pontevedresa y el flechazo fue inmediato.
"Es muy divertido y quiero seguir practicando y mejorando", afirma Estela con timidez. Esa pasión se la está transmitiendo también a su familia, que es feliz viéndola disfrutar sobre la piragua. "El ambiente es sanísimo", destaca Trini agreciendo la implicación y labor del entrenador.
"Ella es una más", dice Pazos con total normalidad. Entrena con el grupo, se ríe con sus compañeros y al finalizar las sesiones de trabajo se bañan todos juntos en el río. Ni trato de favor, ni cuidados especiales. Una inclusión plena que ha enamorado tanto a Estela como a su familia.
De hecho, las aptitudes de la menor han sorprendido a su entrenador. "Nunca había hecho piragüismo y pensaba que se iba a caer, pero demostró tener equilibrio, fuerza y mucha fuerza de voluntad", destaca el técnico, que al finalizar los entrenamientos trabaja con ella algunos ejercicios de psicomotricidad que facilitan su adaptación.
Sin embargo, la buena acogida que ha tenido Estela Lamas en su club contrasta con la falta de regulación que existe en este deporte a nivel nacional. La Real Federación Española de Piragüismo no cuenta con categorías adaptadas a deportistas invidentes y en el dossier que recoge las normas y requisitos del paracanoe solo se hace alusión a discapacidades de movilidad.
"Existe una categoría pero es más como un cajón desastre, nosotros preferimos que compita con sus compañeros en un K2 o un K4", insiste Pazos.
Pero remar en equipo exige un alto grado de coordinación en el que la vista juega un papel fundamental para seguir el ritmo. Para paliar este contratiempo, Estela cuenta con una herramienta conocida como cuentapaladas. Funciona como un metrónomo en música que emite un sonido para marcar el número de paladas por minuto. En el campeonato autonómico de Quiroga, la organización autorizó su uso y una lancha acompañó el K2 de Estela y Flavia a lo largo de la carrera.
Derribada la barrera del deporte, Estela y su familia siguen luchando por derribarlas en otros ámbitos de la vida. "Las relaciones sociales son lo que más cuesta", reconoce Trini. El sistema educativo tampoco ofrece muchas facilidades, le acaban de retirar una cuidadora y en el colegio solo cuenta con la ayuda de una profesora de apoyo a la que visita de forma irregular.
Una situación que se agravó sobremanera durante la pandemia de la covid-19. "Lo llevamos muy mal", reconoce la madre todavía angustiada. Las duras restricciones, las noticias o los comentarios que cualquier peatón podía oir por la calle acerca del virus provocaron pavor en la menor, que se imaginaba al covid-19 como un monstruo que acechaba en las calles.
La pandemia ha quedado atrás, la falta de oportunidades para practicar deporte también y ahora Estela Lamas es un ejemplo para todos los menores que se encuentran en una situación similar. "Hay muchos niños y niñas como ella motivadas para hacer deporte u otras actividades, el problema es que a veces no sabemos a dónde acudir y que el entorno nos limita mucho", denuncia Trini.
Porque la historia de Estela Lamas es una historia de inclusión, no de superación personal. "Es la sociedad la que tiene que superar las limitaciones que ven en los demás", remata la madre de Estela Lamas Lois.