A muchos en Pasarón les sonará la cara de Adrián González. Solía vérsele cada domingo en la banda dirigiendo el calentamiento de los suplentes o activando a los once titulares justo antes del inicio de cada segunda parte de partido. Era el encargado de la preparación física del primer equipo del Pontevedra durante la etapa de Jesús Ramos como entrenador. También lo fue con Carlos Pouso y en la última temporada de Luisito al frente de la nave granate.
Con la llegada de Toni Otero a la dirección deportiva el pasado verano, el cuerpo técnico del club sufrió una profunda renovación. Y González se quedó fuera. Pero como dice el refrán, cuando se cierra una puerta se abre una ventana. Y el destino tenía guardado para este enamorado del fútbol una exótica aventura en el corazón de África.
"Yo doy clase en Cented, una academia, y tenía un alumno que había estado en China y también en Kenia. Me contó su experiencia y que había una oferta para ir allí", explica González cómo aterrizó en la AIR FC Academy de Nairobi. Una fábrica de talento que hasta hace poco gestionaba el FC Barcelona, pero que ahora está en manos de un empresario hindú y en la que forman a las promesas futbolísticas de un país más conocido por sus plusmarquistas de maratón que por sus goleadores.
Las sorpresas comenzaron nada más poner un pie en suelo africano. "Creíamos que íbamos al tercer mundo, pero era un sitio de ricos", describe González el barrio en el que vivió durante los dos últimos meses. Junto con un compañero de profesión, González se hospedaba en un hotel de lujo rodeado de mzungus, como llaman allí a los blancos.
El primer día que salio a pasear por la ciudad reconoce que iban preocupados por miedo a sufrir un atraco. Por ello evitaban llevar objetos de valor o llamar la atención. "Salíamos siempre en chandal", explica. Sin embargo, ese temor desapareció de un plumazo al comprobar que el barrio en el que vivían estaba más cerca de Europa que del continente negro, a pesar de estar en pleno centro de África.
Su día a día se centraba principalmente en entrenar, dos horas al día, al equipo sub 19 de la academia, el equipo principal ya que en esta academia solo forman jugadores hasta categoría juvenil. El sistema de captación de talentos funciona de forma curiosa en esta academia. Por un lado están los hijos de los ricos del lugar, que pagan hasta 4.000 euros al año por jugar. "Es de las más caras de África", puntualiza González.
Y por otro lado, están los niños del gueto, "que son los buenos", admite. A estos prometedores futbolistas los entrenan y educan gratis técnicos europeos como Adrián González con el objetivo de que en el futuro puedan dar el salto al fútbol europeo, traspasos de los que la academia se llevaría una buena parte. No solo les enseñan a jugar al fútbol, también los forman como personas y les transmiten la importancia de los valores del deporte. "Valoran mucho la disciplina", sostiene.
Al margen del negocio, es esta la labor más enriquecedora de la aventura africana de Adrián. "Ves niños con botas rotas, distintas, sin tacos o incluso con dos botas del mismo pie", relata el entrenador, quien reconoce haber dirigido a niños que, "por técnica, táctica, su forma de entender el fútbol y su físico darían el nivel de cualquiera de la cantera del Celta o del Dépor". No es de extrañar que el próximo balón de oro africano sea de Kenia, un país en el que el fútbol está en plena fase de expansión.
Pero estos dos meses también le han servido al extécnico granate para hacer turismo y descubrir los secretos de este país. "Fuimos al Masai Mara, estuvimos en un gueto en el que solo tenían agua tres días a la semana. Por mucho que cuente... es algo que hay que vivir", dice González sin encontrar las palabras para describir sus vivencias. Algo que solo vio allí es que los jardineros de la ciudad deportiva cortan el césped con guadañas.
Su periplo africano toca a su fin, pero no descarta Adrián una segunda parte. "Me ofrecieron seguir, pero ahora quier ver qué posibilidades tengo aquí. El próximo verano puede que vuelva, de todas formas puedo seguir trabajando con ellos desde aquí", explica el entrenador, que también trabaja en la clínica Alter Saúde en Marín.