Cuatro años después de su anterior novela, Septiembre puede esperar,Susana Fortes (Pontevedra, 1959) regresa por todo lo alto. Lo hace con Nada que perder, una historia llena de tensión y misterio ambientada en el estuario del Miño, en la frontera entre Galicia y Portugal.
El punto de partida, la desaparición de tres niños. Solo uno, la pequeña Blanca, aparece al día siguiente, sin recordar nada de lo sucedido. Veinticinco años después, animada por un periodista, la joven regresa a su pueblo natal y rebusca en su memoria para descubrir qué pasó aquel día.
"Es una novela de intriga psicológica", relata la autora en esta entrevista con PontevedraViva, en la que hablamos de un libro con el que, según ella misma reconoce, "me están pasando cosas que no me habían pasado ni cuando el Premio Planeta".
En Nada que perder te alejas de las convenciones del género. En esta novela, saber 'quién lo hizo', que suele ser el núcleo de estas historias, aquí es casi lo de menos. ¿Lo importante es ese viaje de su protagonista por las entrañas de su memoria?
Yo creo que sí. A mí me gusta mucho el género y el thriller, pero como lectora que soy cuando el suspense está centrado solo en el qué, el quién o el cómo, esas preguntas básicas como si fuera un crucigrama, se me queda corto.
A mí me interesa la construcción de los personajes, cómo está contada la historia, como es la ambientación… El género es una convención para hablar de otras cosas, para hablar de la vida, para llegar al fondo de todo lo que nos preocupan y de lo que nos pasa.
La memoria es un tema recurrente en tus últimos libros, ¿por qué te interesa tanto?
La memoria es un material maleable. A veces creemos que es palabra de Dios o un acta notarial y en absoluto. Es subjetiva, es dúctil. Nos acordamos de cosas increíbles y de otras no. Es muy fragmentaria. Desde el punto de vista del thriller y de una investigación como esta, que está contada en primera persona por la protagonista, es algo muy atractivo.
Esa protagonista es Blanca Suances, a la que desde niña le persigue una tragedia que, aparentemente, había conseguido olvidar...
Así es. Es una mujer viajada que ha cerrado un capitulo negro de su vida y se ha ido lo más lejos posible. Pero de repente recibe la llamada de un periodista y entra en shock, porque la niña de ocho años que vive dentro de ella, la que ha tratado de silenciar, intenta salir. Antes o después, eso pasa en la vida y a ella le pasa en ese momento.
Esa investigación periodística es uno de los hilos conductores de la novela. El otro es la trama de la memoria, que va como en capas. La memoria nunca se revela de repente. Ella tiene lagunas importantes y, en forma de pinceladas impresionistas, le va llegando algo. Tendrá que indagar en esa profundidad psicológica. Esta es una novela de intriga psicológica.
Pero la memoria puede ser también un poco traicionera, ¿no?
La mente nos protege. Recordamos cosas y otras no. Cuando estaba escribiendo esta novela leí un artículo del neurólogo neoyorquino Oliver Sacks, precisamente sobre los mecanismos de la memoria. En ese momento supe que ahí había algo esencial. Me guardé el recorte y entendí lo que quería decir cuando acabé la novela. No puedo revelar mucho más porque nos meteríamos en spoilers. Pero la mente humana es fascinante.
Lo entendiste cuando acabaste la novela porque, según tengo entendido, nunca tienes un final cerrado cuando empiezas a escribir. Dejas que la historia fluya. ¿Te ayuda ese método?
Cada uno lo hace como puede. Hay escritores que trabajan con un plan ya determinado y lo hacen maravillosamente bien. Tienen todo atado y bien atado desde el principio. Pero yo no trabajo así, nunca lo he hecho.
A mí las historias me llegan por oleadas, por imágenes que sin explicación aparente se me meten en la cabeza. Y todo eso empieza a emulsionar y adquiere una cierta dimensión. A veces no cuaja, pero cuando lo hace me va marcando el camino. Cuando ya tienes a los personajes, llega un momento que respiran por sí mismos. Están vivos. A partir de ahí, el oficio del escritor es saber seguirlos.
Y parafraseando el título de la novela, ¿de verdad que cuando rebuscamos en nuestra memoria, en nuestro pasado, no tenemos nada que perder?
A veces encuentras lo que no buscas, es verdad. El título viene de un poema de Elizabeth Bishop que se llama "El arte de perder". Dice algo esencial, que desde el momento que nacemos empezamos a perder. Perdemos juguetes, la infancia, amores que creíamos que serían para toda la vida, la casa en la que nacimos, la inocencia... Y no pasa nada. Eso es la vida.
Esta novela también va de eso y de cómo nos las apañamos para continuar. La protagonista, en toda su complejidad, es una superviviente. Lucha por salir adelante.
¿Y cómo tomaste la decisión de ambientar la historia en el Baixo Miño, en esa zona de frontera entre Galicia y Portugal?
Es un escenario imponente. Mi madre nació en esa zona y el año pasado hice un viaje con mis hermanos. Yo tenía recuerdos de excursiones de cuando éramos pequeños, pero volver me removió mucho porque el paisaje me impactó. Me entró una fascinación por ese escenario y supe que tenía que estar ambientada allí. El océano, los ríos, la mitología de toda esa zona... En las fronteras siempre pasan cosas.
En ese regreso al pasado de Blanca, su historia se entrelaza con dos realidades que, en la Galicia de los años 80, estaban en todo su esplendor, el contrabando y el narcotráfico.
Hay muchos fantasmas en esta historia. En Galicia el narcotráfico marcó a toda una generación. Los protagonistas eran pequeños en esa época, pero ese ambiente se respira en la novela. También está el fantasma de la Guerra Civil. O de cómo la costa es un lugar lleno de escondites y de recovecos y, por supuesto, también están los fantasmas de los universos pequeños. Todo ocurre en cinco kilómetros a la redonda, como si fuera el Triángulo de las Bermudas.
A este respecto, Blanca además de lidiar con sus propios demonios tiene que enfrentarse a una sociedad hermética, casi a una complicidad colectiva para que su viaje no llegue a buen puerto...
Esa 'omertá' y lo de los trapos sucios siempre se lavan en casa. Esto es muy de universos pequeños, no pasa solo en Galicia. Que las cosas ocurran en un marco pequeño en el que todo el mundo sabe cosas y todos pueden ser sospechosos, a mí me daba mucho juego narrativo.
Da la sensación, leyendo la novela y sin desvelar nada de la trama, que todos saben lo que de verdad ha pasado excepto la propia protagonista.
Y en su propia casa. No se habla de lo que le pasó. Es un tema tabú porque piensan que hace daño. Pero tú puedes hundir un taco de madera hasta el fondo que, antes o después, sale a la superficie. Y con las cosas que se ocultan y se tapan también pasa eso.
Nada que perder, según tengo entendido, va a ser adaptada a televisión. ¿Qué nos puedes contar?
Está firmado, sí. No puedo contar nada. Antes de que la novela estuviese en librerías había ya tres productoras interesadas. Hablaron con mi agente y hubo una puja. Compraron los derechos y harán una serie con esta historia.
Es que todo el universo de esta novela es muy televisivo, ¿no?
Yo creo que sí. Es muy de imágenes. Yo he tenido una evolución en mi escritora desde mis primeras novelas. Al principio te quieres lucir. Tendía a un exceso de literaturización en las historias. Ahora me centro en a esencia del lenguaje. Fuera subordinadas y fuera adverbios, adjetivos los justos. El hueso del idioma son los verbos, que es donde está la acción.
Mi evolución en la escritura ha ido hacia ese estilo directo, capítulos cortos, tramas más armadas... pero menos párrafos. Voy directa al corazón de la historia.
¿Y a la hora de escribir y de editar un nuevo libro, sigues sintiendo presión?
No siento la presión porque afortunadamente puedo escribir a mi ritmo. Lo compagino con otras actividades. No tengo que comer exclusivamente de esto, sino tendría que publicar a un ritmo mayor. Eso es muy de agradecer.
Pero lo que sí mantengo es la emoción de acabar un libro, que salga y a ver qué pasa. Esa emoción de la primera vez. No voy de sobrada en absoluto, voy con las mismas incertidumbres que tenía con mi primera novela.
¿Hay alguien que lea la novela antes de que la termines?
No se la doy a nadie hasta que pongo FIN. Antes sí que lo hacía. Es algo que ha cambiado. Era mucho más insegura. Se la daba a mis hermanos, a mi padre o a algún amigo. Ahora a nadie.
Tengo la sensación de que es como el champán, que si lo descorchas antes de tiempo se le va el gas. Ni siquiera hablo de la historia estoy escribiendo, ni menciono en qué cosas ando.
Pero publicar una novela, que esté en las librerías, el ir en el tren y encontrarte a alguien que está leyendo tu libro me sigue emocionando como el primer día.
¿Y cómo es el feedback que te está llegando de los lectores?
Pues es algo alucinante. Me están pasando cosas que no me habían pasado ni cuando el Premio Planeta. La editorial me dice que la respuesta está siendo muy buena. El libro salió la semana pasada y está yendo muy bien. Ojalá siga y se mantenga, porque hay muchas novedades. Se publica mucho y no es fácil.